Z ero Motivation es una gran ironía sobre la situación actual de Israel y sus conflictos bélicos y políticos, contados desde la oficina de una base militar donde trabajan unas chicas que se pasan todo el día triturando papel y jugando al buscaminas. En otras palabras, Zero Motivation en realidad está muy lejos de los conflictos de Israel, por más que geográficamente esté en el mismísimo centro de la cuestión. Y lo mismo les pasa a sus personajes. Todo podría suceder en una oficina administrativa de cualquier otro rubro, si no fuera porque llevan uniformes verdes en lugar de pantalón y camisa. La carga irónica sobre el tema es tal que ni siquiera se lo menciona. Como si de alguna manera la omisión hiciera más efecto que cualquier reflexión profunda. Los elementos que refieren a lo bélico son muy pocos, más allá de algún avión que vemos pasar por encima de la base mientras las chicas se pelean por cosas de ellas y se juran no ser nunca más amigas, más allá de las armas que andan de acá para allá, más allá de la sangre chorreada en el piso de la chica que se suicida. No hay más brutalidad y violencia directa que esa, que es muy mínima y de la cual la película se aleja rápido, siempre. El resto, en apariencia, son nada más que papeles, engrampadoras y problemas de adolescentes.
El eje principal son dos chicas con dos objetivos muy diferentes. El de una es perder la virginidad, el de la otra es irse a Tel Aviv para poder tener una vida “normal” en la ciudad. Desde el primer momento las vemos disfrazadas con sus uniformes y nadie nos explica mucho nada. De hecho, nada en ellas nos remite a lo que uno presupone y asocia a lo militar. Parecen recién salidas del liceo, pintadas y arregladas como adolescentes de la vida civil. No es el hecho de que no sean machonas lo que salta, ni nada de eso. Llama la atención -y está remarcado- el grado que tienen de inocencia, ingenuidad y ajenidad respecto a la supuesta tarea que están emprendiendo desde un primer momento, cuando se suben al ómnibus que va a la base, o cuando llegan las compañeras de oficina con sus lentes de colores y cantando canciones tipo Christina Aguilera en hebreo. Y esto es algo que se acentúa todo el tiempo, en la imagen de una que mastica chicle mientras esperan que les den unas armas gigantes para hacer las guardias, o bien cuando les preguntan qué hacer en caso de que vean a un sospechoso mientras hacen la guardia y una responde, “¿gritar?”. Ninguno de los personajes parece pertenecer al mundo que le tocó, y el disfraz en este es sentido literal. Ellas trabajan y viven ahí mientras están sirviendo a su país, pero tienen mejores planes.
Los sucesos y hechos políticos puntuales de las tropas israelíes, no están remarcados ni aclarados en ningún momento. Parece el 2000 porque no hay celulares y juegan al buscaminas, pero podría ser una referencia directa al atraso tecnológico y no una atemporalidad a porpósito. Pero todos son datos que no importan, y está muy bien que sea así. Porque a la película le da igual tal o cual situación política puntual, de la misma manera que cualquier asunto bélico o político a las chicas de la oficina les importa tres pepinos. Ni siquiera parecen estar al tanto. Toda esa situación les es tan ajena como si fueran pasantes de contaduría. Lo único de lo que están al tanto es de sí mismas y su inmediatez. Es un mundo de chicas dentro de un mundo de hombres, del cual ellas toman lo que precisan y vuelven sin ningún tipo de reparo, ni admiración ni nada por el estilo. Los pocos hombres que llegamos a conocer sólo los vemos cojiendo o intentando cojer, y apenas los escuchamos hablar. De hecho al tipo que vemos durante más tiempo -o sea un par de escenas- termina en bolas en pleno frío y obligado a punta de pistola a hacer que se coje a un tacho de basura.
Esos momentos, como también el de la muerta fantasma o la habitación llena de papel triturado (exageraciones de los miedos y las obsesiones de los personajes), son los que acentúan el hecho de que la película nunca se tome realmente en serio a sí misma, y que todo esté puesto para que miremos hacia otro lado de cualquier posible dramatización sobre lo bélico: para que nos centremos sólo en los personajes y en lo que les pasa, y que de esta manera los temas tangenciales aparezcan de forma natural, en un trasfondo difuso.
Entonces, ¿cual es la respuesta al desinteres supremo de estas muchachas? La respuesta está en lo que hacen. Y cuando las vemos hablando de la engrampadora como si fuera un arma, o acatando ordenes como lo hacían los soldados de Full Metal Jacket (1987) pero en este caso para ordenar bien los papeles, limpiar la oficina y encargarse de la base de datos, no hay mucho más que aclarar. Trabajan en el último rincón del mundo, olvidadas y haciendo cosas que de imprescindibles no tienen nada. Servirle a la patria se convirtió en un trabajo aburrido igual que cualquier otro. Zero Motivation no sólo se hace cargo de su irreverencia, sino que la festeja y la contagia, igual que contagia su valiosa actitud de no andar haciendole caso a nadie.
Zero Motivation (Israel, 2014). Dirección: Talya Lavie. Guión: Talya Lavie. Fotografía: Yaron Scharf. Con: Dana Ivgy, Nelly Tagar, Shani Klein, Heli Twito, Meytal Gal.
Se exhibe en la Cinemateca 18, del 26 de mayo al 1º de junio a las 17.40 y 19.30 hs, y del 2 al 8 de junio, a las 21.10 hs.