“¡Buenas noticias! ¡Está muerta! ¡La Bruja del Oeste está muerta!” Con esta declaración comienza la primera entrega de Wicked, dirigida por Jon M. Chu y protagonizada por Cynthia Erivo y Ariana Grande. Esta es la adaptación cinematográfica del clásico de Broadway, la cual durante dos horas y cuarenta minutos repasa las memorias universitarias de Elphaba y Glinda, las protagonistas.
El film abre su historia con el fallecimiento de la Bruja Malvada del Oeste (Cynthia Erivo), suceso con el que la audiencia ya está familiarizada (o quizás luego de ver Wicked ya no tanto como cree) desde El Mago de Oz (1939, Victor Fleming). En una secuencia muy similar a la de la película de Fleming, los Munchkins cantan con euforia sobre cómo han sido liberados del yugo esclavizador de la bruja verde. Los cánticos de estos pequeños seres guardan entre sus notas la melodía de “Ding Dong! The witch is dead”, canción con la festejan en la llegada de Dorothy a Oz que su casa haya aplastado a la Bruja Malvada del Este. En medio de la emoción de este pueblo, aparece Glinda (Ariana Grande), la Bruja Buena del Norte, con su burbuja iridiscente y su vestido color pastel.
La llegada de la protagonista rosa es el puntapié inicial tanto para la historia central de las dos brujas como para el cuestionamiento sobre el que trabaja la película: ¿Las personas nacen malvadas o la maldad es impuesta sobre ellas? La apuesta de la narración es la defensa de que no se puede catalogar de forma cerrada a los individuos ni como buenos ni como malos, incluso si sus nombres son Bruja Buena y Bruja Malvada. El juicio más aproximado que se puede alcanzar, en todo caso, es que existen acciones más o menos benevolentes o malignas, pero que resultaría inútil plantear una esencia humana que sea puramente bondadosa o perversa. Hay un rechazo del dualismo tradicional entre el bien y el mal como categorías que funcionan de forma opuesta y absoluta, lo que se alinea con corrientes filosóficas como el existencialismo de Jean-Paul Sartre, donde los actos y las elecciones determinan el significado moral, y no una esencia intrínseca del individuo.
El número musical con el que abre la película, No one mourns the wicked, hace evidente ya desde el comienzo el final de la historia: los malvados mueren solos. Pero ¿Quiénes son los malvados? Entre el jolgorio de los Munchkins, Glinda canta sobre cómo “el bien vence al mal”, la arquetípica idea de los mitos en los que se enfrentan la generosidad y la malicia, siendo la primera la que logra erguirse por sobre la otra. Hasta este momento la narración sigue una lógica muy parecida a la de los cuentos de hadas de Disney, donde la maldad está relegada solo a cierto tipo de personas, las cuales, vale aclarar, no usan vestidos de color rosado. Los cantos de la Bruja Buena del Norte, que están plagados de esperanza y de un verdadero convencimiento de que ella encarnaría la antítesis de la recientemente fallecida bruja, son interrumpidos por los campesinos, quienes lo hacen al grito afirmativo de “nadie duela a los malvados”.
Una de las ventajas de la película ante el musical es que permite un análisis mucho más meticuloso de las expresiones de los actores, experiencia que en el teatro es difícil de percibir. Los gestos de Glinda al escuchar a los aldeanos celebrar al canto de “nadie llora cuando los malvados no regresan” posiciona al espectador ante el debate principal de la historia de las dos brujas: la maldad, tanto su raíz como su desarrollo. ¿Siente pena la Bruja Buena por la Bruja Malvada del Oeste o hay una especie de proyección de Glinda en las afirmaciones de los Munchkins?
Wicked expone una apología de la hechicera en la que el revisionado de El Mago de Oz deja a la vista entramados que permiten su comparación con sucesos tanto históricos como actuales. No intenta justificarla, sino demostrar cuáles fueron los sucesos que la llevaron a terminar como se la conoce cuando aparece en la historia de Dorothy. La humanización de la Bruja Malvada del Oeste, llamada Elphaba, permite que se pueda beber de esta idea de que no existen personas ni 100% malas ni 100% buenas, y de que a qué categoría pertenece cada uno siempre depende de quién sea el narrador.
De todos modos, deja gusto a poco. El afán de hacer una película +12 que permitiera abrir las fronteras de su merchandising a edades más pequeñas lleva a que la historia se quede en su capa más superficial. No se debe perder de vista que este es un film adaptado de la versión teatral de la historia, no de su libro, el cual fue escrito por Gregory Maguire y publicado en 1995. Que el relato surja de la obra, y que esta a su vez encuentre su origen en un libro, el cual se basa tanto en la película de El mago de Oz de 1939 como en el libro de L. Frank Baum del 1900, hace que el análisis sea más complejo. Como adaptación cinematográfica del musical hace un trabajo notable, sin embargo, en cuanto a su relación con el libro, deja mucho que desear.
La duración total de la película, que es tan solo la primera parte de la historia, es la duración de los dos actos de la obra juntos. Teniendo en cuenta que el tiempo era más extendido que sobre el escenario, sí se agregaron escenas nuevas (que no están inspiradas en el libro) como el origen de los poderes de Elphaba o un primer encuentro entre esta y Fiyero, el príncipe del país Winkie, y su futuro interés romántico,antes de cruzarse en la universidad. Sin embargo, se dejó de lado todo nudo argumental que contuviera temáticas más serias y complejas, para apostar por una historia bastante plana y con un desarrollo pobre en comparación a la de su matriz.
El abandono de los grados más profundos de la trama lleva a unos personajes con los que cuesta empatizar porque nunca se entiende del todo el porqué de sus acciones. Esta decisión choca con el cometido de la película, el cual es justamente explicar cómo se fue desenvolviendo el devenir de los habitantes y protagonistas de Oz. Los factores centrales de la trama original son la compasión, las problemáticas políticas y las cuestiones éticas y morales que envuelven a los personajes, y que les son intrínsecas.
En cuanto a los partícipes de la historia, el caso más evidente de este desacierto es el de Elphaba. La bruja verde es representada como una joven hechicera que no sabe controlar sus poderes mágicos, aunque aun así por su gran potencial es admitida en la Universidad de Shiz, donde junto a la profesora Madame Morrible (Michelle Yeoh) aprende sobre magia. Ya desde un comienzo es expuesto que tiene un sentido de la moral y la justicia que es inquebrantable, y que no teme ir contra quien sea necesario por defender aquello que considera honrado y honesto. No obstante, las causas y problemas que la aquejan no son desarrollados. Sí es mencionado múltiples veces a lo largo del largometraje que tiene inseguridades respecto a su piel verde, pero no se profundiza mucho más allá.
Uno de los epicentros de la narración, que en el libro es la base sobre la que se edifica la esencia del devenir de la historia de Elphaba, es la situación de los Animales (aquellos con el don del habla y con tenencia de consciencia) y los animales (quienes no poseen la capacidad para comunicarse y no tienen consciencia). La defensa, por parte de las autoridades (lideradas por el Mago de Oz), de que no existe una diferenciación real entre una “especie” y la otra lleva a una campaña política, ética, social y filosófica de deshumanización de los Animales, prohibiéndoles así ser partes de la sociedad, relegándolos al medio rural y selvático, donde deben vivir como animales. La propaganda del régimen del Mago apunta, sobre todo, a que estos deberían no poder hablar. No es difícil vislumbrar que este aspecto de la trama representa una alegoría de múltiples problemáticas de la vida real, tanto de discriminación como de autoritarismo y segregación. No es la primera vez, y seguro tampoco será la última, en la que se escucha que hay ciertos sectores de la población que están llevando a un determinado país “a la ruina” y que por ende su marginalización y persecución es válida. El interés de Elphaba en esta causa es tan profundo que es lo que desencadena todos los hechos con los que continúa su historia, incluso la que ya es conocida por El Mago de Oz.
La historia de Elphaba mantiene un diálogo muy estrecho con la idea de que el mal muchas veces no es más que una construcción social. Al igual que en las teorías de Foucault, las etiquetas morales en Oz son herramientas de poder y manipulación para adecuar el concepto de maldad al control y opresión de los marginalizados por el sistema. Aquellos que no se ajustan a las normas del régimen son perseguidos.
A pesar de la importancia de este aspecto temático, la película no brinda una profundización al respecto, ni sobre la situación de los Animales ni sobre el afán de Elphaba en defenderlos. Contrario a lo que debería generar, la relación de la joven bruja con esta problemática podría parecer no lo suficientemente motivada como para explicar todas sus acciones posteriores. Más allá de que se la muestra como una persona sensible, no hay una exposición que vaya más lejos de ello. Donde hay un acto de revolución en el libro, la película presenta una especie de capricho juvenil.
Considerando que el hecho de que sea un film lleva de la mano el acceso a más vías de comunicación que un libro, el largometraje debería lograr transmitir las mismas nociones que la novela pero con las herramientas que le son propias. La película falla en que el espectador, sin necesidad de tener que recurrir al texto, pueda entender la esencia de sus personajes y problemáticas. ¿Se entiende la cinta por su cuenta? Sí, pero requiere de un apoyo que sostenga todo aquello cuyo desarrollo fílmico es solamente la punta del iceberg. El conocimiento de ambas fuentes puede dejar a quien las conozca con la sensación de que el potencial de la historia era muchísimo más amplio que lo que se terminó explotando efectivamente.
Glinda, quien es llamada Galinda durante la primera mitad de la entrega, tiene como cometido muchas veces ser el alivio cómico. Su simpatía y aristocracia rosas apuntan a que a pesar de ser cruel con Elphaba en un principio, suscite risas. La futura Bruja Buena del Norte vive de las apariencias, el qué dirán y el statu quo, aspectos que vienen dados por su nobleza, pero que así y todo no son suficientes para permitirle acceder al curso de hechicería impartido en la universidad a la que tanto ella como Elphaba asisten. Su incapacidad para estudiar magia, y la posibilidad de la joven verde de hacerlo debido a su talento innato, son la primera piedra de la relación en un inicio antagónica en la que se encuentran ambas brujas. El vínculo de las protagonistas sigue el arquetipo de las chicas que son completamente opuestas pero son obligadas a convivir en un mismo cuarto, en este caso el de una residencia universitaria.
Glinda, aunque en muchísima menor medida que Elphaba, también sufre de la falta de profundización en su personaje. A lo largo del film es simplemente presentada como demasiado superficial, funcionando como la “contraparte” de su amiga, a la cual sí le importan aspectos que van más allá de lo físico. Si bien la dinámica sirve en la narrativa de la película, ya que esta apunta a una representación de ambas como diametralmente opuestas, falla en dejar ver elementos de Galinda que vayan más lejos que su deseo de “siempre quedar bien”. A pesar de que no cuenta con el mismo nivel de interés que Elphaba, sí tiene un breve momento en el cual se preocupa por la situación de los Animales, aunque en la película esto es presentado como una situación cuyas motivaciones para involucrarse son banales y no de genuina intranquilidad. El desacierto es posicionarlas como dos polos opuestos cuando son más similares que antagónicas. La apuesta por dicho distanciamiento se aleja de los dilemas que expresa Glinda en No one mourns the wicked al principio de la cinta, porque si tan claramente una es el bien y la otra es el mal, no tiene sentido que haya un cuestionamiento respecto a quiénes son los malvados. De ser así ¿Por qué la Bruja Buena del Norte se preguntaría si no es ella aquella malvada a quien nadie le pondrá flores en la tumba?
Existe un intercambio entre Elphaba y Galinda, en el libro, en el cual la segunda afirma que el mal existe, y que es el aburrimiento, a lo que la bruja verde afirma en nombre de la rosada “eso no lo crees realmente, ¿verdad?”. En un intento de hacer reflexionar a su compañera de cuarto Elphie redobla la apuesta diciendo “pregúntatelo a ti misma, Galinda, ¿Existe el mal?” pero esta solo le responde “no lo sé. Dímelo tú. ¿Existe?”, siendo el comentario de Elphaba “yo no espero saberlo”. Diálogos como este apuntan a una relación entre ambas no solo de amistad, sino que también de cuestionamiento, de poner sobre la mesa los aspectos más oscuros de la historia. ¿Dónde se localiza el mal? Un debate filosófico clásico, y del que no escapa la trama, es si el mal reside en los actos, las intenciones o en sus consecuencias.
Entre los personajes secundarios se encuentra el príncipe Fiyero Tigelaar, interpretado por Jonathan Bailey. Su personaje es el estereotipo del chico superficial que jamás experimentó un sentimiento, o razonamiento, profundo hasta que se cruzó en su camino, inesperadamente, una chica que era diferente a todo lo que había conocido hasta entonces. La vida fácil que ha llevado hasta el momento es evidenciada cuando canta, y baila, Dancing through life, cuya temática es literalmente la idea de bailar, deslizarse, a través de la vida, sin preocupaciones y sobre todo, sin pensamientos (porque la existencia es mucho más fluida e indolora si “no se tiene cerebro”). El arquetipo del galán cuyos esquemas mentales son rotos por una muchacha que no es lo que se espera de él no es nada nuevo, pero de todas formas, a pesar de ser un agregado del musical, es una fórmula que cuadra muy bien con la historia que se pretende contar, y sobre todo con las sensaciones que se quieren evocar. Su encuentro con una realidad tan diferente a la que conoce lo lleva a preguntarse tanto quién es como qué quiere para su vida.
En contraposición a Glinda, que jamás es capaz de romper con la burbuja en la que habita, Fiyero representa la posibilidad de cuestionar aquello que está establecido, y sobre todo de reflexionar respecto a lo que el régimen del Mago defiende. Desde un punto de vista ético, Elphaba representa un Otro en oposición al Yo que personifica el príncipe, un Otro que transforma moralmente a Fiyero a través de su encuentro. No es una cuestión sólo romántica, sino que también un compromiso ético profundo. El posicionamiento de Fiyero por fuera de los estándares de lo que se espera de alguien tan hedonista como él es dejado claro en la escena en la que, junto a Elphaba, rescatan a un asustadizo león. Tigelaar encarna la libertad radical existencialista que defiende que siempre se es libre de elegir, incluso en situaciones difíciles. La elección de ayudar a Elphaba porque esta altera la química de su cerebro refleja la capacidad de actuar en contra de la corriente, asumiendo las consecuencias. Según Sartre, la libertad viene acompañada de angustia porque implica cargar con la responsabilidad total de las decisiones. Al tomar partido por Elphaba, Fiyero acepta el riesgo y la posible pérdida de todo lo que conoce, una decisión que lo define moralmente. Es por ello que el factor romántico haciendo presencia en esta primera entrega le brinda una faceta más honda al príncipe winkie.
Otros de los personajes secundarios son Boq Woodsman (Ethan Slater) y Nessarose (Marissa Bode), la hermana menor y en silla de ruedas de Elphaba. Ambos comparten que sus presencias en el film son muy breves, y que sus apariciones están siempre ligadas a alguna de las protagonistas, en el primer caso a Galinda y en el segundo a Elphaba. Las características físicas de Slater (pelirrojo y de estatura mediana) sirvieron de “molde” para la conformación de los Munchkins, población a la que Boq pertenece, y la cual en la película de Fleming había sido representada por actores enanos. En el caso de Bode, su participación en la película representa la primera vez en la historia de Wicked en la que Nessarose es interpretada por una actriz que comparte su discapacidad. Que las escenas de ambos sean tan efímeras no permiten un entendimiento completo de la relevancia de estos para la trama, sobre todo de Nessa, quien es la dueña de los zapatos plateados (el equivalente tanto en la novela de El Mago de Oz del 1900 como en el largometraje del 39, a los chapines de rubí de Technicolor).
El punto álgido de esta primera entrega llega cuando Elphaba canta Defying Gravity, la canción más importante y conocida del musical. Partiendo de que es la ficha clave de la historia, y con la que se da cierre a este primer acto, la construcción de la escena es primordial para que las sensaciones que Elphaba pretende transmitir puedan ser captadas por la audiencia. El concepto de “desafiar la gravedad” surge del momento en el que la futura Bruja Malvada del Oeste se da de bruces con una revelación que lleva a una reflexión e introspección que la enfrentan a la decisión de dejar atrás todo aquello que creía porque algo dentro de sí ha cambiado (“something has changed within me, something is not the same…”). En ese sentido, el sacrificio de Elphaba es una especie de “salto de fe”, un acto de compromiso absoluto con lo desconocido, sin tener la certeza de un resultado favorable, pero basado en una profunda confianza en sí misma. Ella se ve como una defensora de una causa más grande que su propia existencia, y decide actuar no solo por eso, sino que también por un principio ético superior que la impulsa a enfrentarse a un sistema injusto. Su fe está en la esperanza de un mundo mejor.
El verdadero problema de dicha secuencia musical está en cómo se llega a ella. Durante los últimos cuarenta minutos, una vez que ambas brujas se embarcan en un viaje a la Ciudad Esmeralda a conocer al Mago, la película se desarrolla demasiado rápido como para alcanzar una conmoción que encuentre su clímax en la canción principal de la trama. La llegada a este épico final se siente apresurada.
Además de la velocidad con la que se aterriza sobre las últimas secuencias de la película, otro de los desaciertos es la caracterización del propio Mago (Jeff Goldblum), que después de Elphaba representa al personaje más importante para la historia, incluso si su aparición directa es cortísima. También él carece de profundidad. El Mago de Oz es, ante todo, un fraude y un dictador, una persona cuyo poder no proviene de la magia, sino que de su discurso y su astucia para lograr capitalizar la situación de desesperación que se vivía en Oz cuando se da su llegada. El Mago no es diferente a cualquier mortal, no es hechicero, es un engaño, pero es lo suficientemente cautivador e inteligente como para lograr no solo gobernar un país entero sino que también convencer a la gente de que lo que dice está bien, por ejemplo la persecución hacia los Animales porque estos son la causa de las desgracias.
Su ascenso al poder se basa en la incredulidad y en la angustia. Cuando se toma una población que está hambrienta, enojada, económicamente depresiva y ansiosa, se la puede engañar para que crea que los grupos marginalizados de su país tienen la culpa de todas las enfermedades que los aquejan. Así no tienen que inspeccionarse a sí mismos y asumir responsabilidades al respecto, pueden darle todo el poder a un demagogo y tener la esperanza de que todo mejorará. Acá está el segundo problema más grande de la película: no existe una profundización en las cuestiones políticas de la trama, solo un trato superficial y hasta en cierto sentido banal. El Mago es un hombre mediocre que logra de una forma demasiado fácil alcanzar un poder ilimitado porque es simpático y tiene la capacidad de influir en la gente, y esto jamás es puesto sobre la mesa.
Durante la visita de Elphaba a la Ciudad Esmeralda el Mago le confiesa que la mejor manera de unir a la gente es darle un buen enemigo, porque el odio crea lazos en la sociedad. Sin embargo, más allá de este comentario, no existe una presencia de la filosofía política que sobrevuela la historia. Existe, también, en su régimen, un culto a la imagen que es sutilmente evidenciado. El Mago, quien verdaderamente es solo un mago circense estadounidense que un día mientras repartía volantes de su show de magia desde su globo aerostático fue arrastrado por el viento y terminó arribando al país de Oz, debe su autoridad en parte a la forma en la que llegó a esa extraordinaria tierra. El descender (literalmente) del cielo lo posicionó en un nivel celestial, pero la clave es que cuando le es dada la Grimería, un viejo libro de magia que nadie en Oz era capaz de leer, él sí logra descifrar lo que dicen las palabras, o al menos eso piensan los ozians. En realidad lo único que hace al leer la Grimería es repetir, una y otra vez, Omaha, la ciudad de Nebraska de la que proviene. Esta escena es representada en Wicked cuando Elphaba y Glinda llegan a la Ciudad Esmeralda y presencian una obra de teatro en la que se cuenta la historia del Mago, el cual es interpretado con un holograma leyendo una y otra vez la palabra “Omaha” como prueba de que puede descodificar la Grimería. No hay, por parte del film, una profundización en los orígenes del embaucador, lo que lleva a que el sentido de que nombre la ciudad estadounidense desaparezca, porque si se desconoce la referencia se pierde lo que se intenta transmitir.
A lo largo de la película, incluso cuando es evidenciada la discriminación hacia los Animales, no es mostrada la verdadera brutalidad del régimen del Mago, el cual a su vez al ser interpretado por Goldblum se queda solamente en su faceta simpática y carismática, no habiendo también una exhibición de la otra cara de la moneda: la opresión. Sí, el Mago debe comprar a la audiencia como compró a los ozians, pero en el caso de quien visualiza el film debe haber un conocimiento omnisciente de la realidad de la situación, y no una narración sesgada como la que reciben aquellos que viven en Oz. Posiblemente se pretendió rendir homenaje a la versión más agradable del Mago, que es aquella presentada en la película de Fleming, aunque esta decisión aleja a la trama del verdadero cometido de Wicked, y sobre todo de la historia de Elphaba.
Es el debate ético que encierra tanto la figura del mago como sus acciones el que lleva a la ya casi casi Bruja Malvada del Oeste a entonar Defying Gravity. El Mago, cuando se tiene la posibilidad de conocerlo, otorga a quien lo visite su “deseo de corazón”, y se sabe que lo que Elphaba anhela es dejar de ser verde, aunque cuando se le presenta lo oportunidad en lugar de pensar en sus sueño individual lo que hace es pedir ayuda para los Animales, ya que hasta el momento ignora que quien está detrás de su segregación es el Mago. Esa elección resulta un acierto en la historia, y la única vez en la que se prueba claramente que el interés de la chica por dicha especie es genuino. El descubrimiento de la farsa del Mago es la ruptura del sistema de creencias de Elphie, quien experimenta, entre que se entera y que canta Defying Gravity, una especie de “salida de la caverna” al estilo de La alegoría de la caverna de Platón.
Elphaba deseó tanto poder trabajar con el Mago que su mejor amiga intenta, aunque sin resultados, convencerla de que reconsidere la situación recordándole todo lo que sacrificó para poder llegar a ese momento, “puedes tener todo lo que siempre quisiste”. Ella responde “lo sé, pero no lo quiero, no puedo quererlo, ya no”
La escena del desenmascaramiento del Mago y el arrebato de cólera de Elphaba es demasiado apresurada, despierta la sensación de que no se lograron ensamblar correctamente las fichas que permiten llegar al momento más esperado, por lejos, del film.
Uno de los aspectos políticos que sí se mantienen, y que resulta enriquecedor para la trama, es la muestra de que las características de la Bruja Malvada, aquellas que se pretende resaltar como demoníacas y maliciosas, no son más que casualidades. El sombrero puntiagudo, su escoba, el hecho de que huya hacia el Oeste, y sobre todo su piel verde son aspectos que Elphaba no elige, sino que llegan a ella por distintas razones (en el caso del gorro este le es obsequiado por Glinda, la escoba fue hechizada por ella accidentalmente, el Oeste, al menos en la película, parecería no tener explicación, y la piel por nacimiento), y de las que el régimen bebe para formar la propaganda política con la que se instala la idea de que es malvada (de hecho, al concluir Defying Gravity, los guardias de la Ciudad Esmeralda gritan “¡Mírenla! ¡Es malvada! ¡Mátenla!”). Posteriormente, para el transcurso de los hechos, pero anteriormente para los espectadores, cuando Glinda visita el país de los Munchkins luego de la victoria de Dorothy por sobre la Bruja, la ciudad está llena de carteles donde se muestran versiones caricaturizadas del verdoso ser resaltando todas sus características “más demonizables”.
La maldad es una identidad impuesta, y contra la que Elphaba intenta luchar. El mal es una narrativa que se instaura sobre ella porque los conceptos morales son construcciones sociales (Nietzsche). No es inherentemente perversa, sino que desafía el orden establecido por el régimen del Mago. Elphaba se convierte en un símbolo de cómo el mal no es tanto una cualidad intrínseca, sino un juicio proyectado por un gobierno autoritario. Ella no es malvada, sino que es una figura marginada por un sistema que necesita opositores a los que perseguir para sostener su poder. Así sí se crea un enemigo, pero es una lástima que sea un aspecto que se descubre solo si se conoce su trasfondo
Defying Gravity es el momento más rico del primer acto por la multiplicidad de situaciones que encierra, es también cuando se muestra el quiebre entre Glinda y Elphaba, el cual en la película es manejado acertadamente. Si bien la bruja verde intenta enseñarle a la rosada que existen injusticias en el mundo que está más allá de sus pomposos y claros vestidos, y que en esa realidad en la que hay gente, y especies, sufriendo, una debe elegir si ayudar o ser cómplice, esto no es suficiente para que la aristócrata renuncie a sus privilegios. Es el momento en el que el camino de ambas se bifurca, es el fin de la amistad. Ni Elphaba puede, debido a la fuerza de sus convicciones, ignorar lo que descubrió ni Glinda está dispuesta, por el estatus que desea mantener, a abandonar su nobleza.
La actitud de la bruja rosa es una especie de representación de la banalidad del mal porque en Oz, muchos de los que perpetúan el mal, por ejemplo los funcionarios del gobierno del Mago, y en este caso ella con su silencio, no son necesariamente malvados. Lo que sucede es que actúan como engranajes en un sistema que los condiciona a aceptar la opresión como parte de la normalidad. Este es el núcleo de la banalidad del mal que plantea la filósofa Hannah Arendt: hay personas comunes que, al cumplir con órdenes o normas, contribuyen al mal sin reflexionar críticamente sobre sus acciones.
Antes de que Elphie cante sobre desafiar la gravedad (metafórica y literalmente, porque es la primera vez que se la ve volar en el film), ella y Glinda se enfrascan en una discusión donde se atacan la una a la otra diciendo “espero que estés feliz ahora”. La incapacidad de la aristócrata de ver más allá de su ser queda evidenciada cuando le recrimina “¿Por qué no pudiste mantener la calma por una vez en lugar de perder los estribos? Espero que estés feliz de cómo has dañado tu causa para siempre” ¿Qué causa? la de los Animales. Glinda no puede percibir que para su amiga la problemática de dichos seres no es algo pasajero, que ella realmente está involucrada. Es allí donde tiene sentido la contestación de Elphaba, “espero que tú también estés feliz, que estés orgullosa de cómo te humillaste en sumisión para alimentar tu propia ambición”. No importa qué tan cercanas fueran, había un abismo que las separaba y que se deja ver claramente cuando entran en juego las cuestiones morales.
Resulta importante, no obstante, destacar que la película hace un gran trabajo con lo que el foreshadowing del devenir de los personajes. Coreografías, gestos, chistes en los diálogos, ciertas vestimentas, y letras de las canciones dejan pequeñas pistas de lo que le sucederá a cada uno, ya que todos cuentan con un futuro relevante para las historias de Oz que se conocen, siendo algunos acontecimientos más predecibles que otros. Que funcione como una especie de precuela de El Mago de Oz lleva a que se genere una complicidad entre la historia que narra y aquella a la que se refiere, porque al ser el futuro de Oz de “público conocimiento” la experiencia de Wicked está marcada por las reminiscencias.
Elphaba no es la única joven que anhela conocer al Mago de Oz para que le cumpla su deseo más puro. Dorothy, la protagonista de la cinta oficial, también sueña con un encuentro con el hechicero. Salvando las distancias de origen, particularidad cutánea, la tenencia de poderes, y la edad, Elphie y Dorothy tienen en común la fe irremediable en que hay alguien que puede salvarlas, la esperanza de que existen cosas maravillosas para ellas esperándolas en un futuro lejano. Cuando Dorothy sueña con una realidad mejor lo hace con su aspiracional Somewhere Over the Rainbow, del cual Elphaba “toma” las primeras siete notas para entonar en distintas canciones a lo largo del musical la palabra “unlimited”. Respecto a la chiquilla Elphaba afirma lo siguiente:
En su habitación, colgó el viejo espejo de una cuerda y un clavo y evitó mirarlo. Tenía la horrible sensación de que en el espejo aparecería Dorothy, y no quería volver a ver a la niña. Le recordaba a alguien. La Bruja con su espejo – pensó – . ¿Es que alguna vez miramos a alguien que no seamos nosotros mismos? Ahí está la maldición. Dorothy me recuerda a mí misma, a esa edad, a la edad que sea…
Que se sepa el futuro (sobre todo el final) de la Bruja Malvada del Oeste es la pizca de emoción que hace que el mensaje de Wicked tenga efecto. La villana que es presentada en El Mago de Oz, y la cual es mandada a matar por el Mago para poder así cumplirle el deseo a Dorothy de volver a Kansas, al Espantapájaros de tener cerebro, al Hombre de hojalata de tener un corazón y al León de tener valor, es la enemiga del “hechicero” porque alguna vez fue una joven revolucionaria que soñó con un mundo más justo para todos. La trama de Wicked no esconde mensajes directos a aquel desenlace cuando Elphaba, durante The Wizard and I, afirma “haber tenido una visión casi como una profecía”, y cuya premonición es “algún día habrá una celebración en todo Oz que tendrá que ver conmigo”. La película acierta al agregar, de una manera casi acuarelable, la escena de los Munchkins festejando su muerte al mismo tiempo que Elphaba afirma que eventualmente llegará ese momento en el que será homenajeada por todo Oz. Ella no sabe la tragedia de su existencia.
En cuanto a los aspectos técnicos, si algo ha sido criticado del film son los colores, lo cual queda evidenciado principalmente en la Ciudad Esmeralda. Si bien toda la escenografía es verde se siente la falta de intensidad que caracterizó a El Mago de Oz con toda la magia de Technicolor. Jon M. Chu, el director de Wicked, argumentó que se debe a que quisieron hacer el país de Oz lo más “realista” posible, y no tanto como una tierra de ensueño, como lo pretendió Fleming en 1939, pero de todos modos la explicación parece insuficiente. Los homenajes a la matriz, que son múltiples, quedan a medio camino si se borra un factor tan importante para la película original como lo son sus colores. Si la elección de tonos más opacos hubiera estado acompañada de los aspectos sombríos de la trama habría sido un dúo que explicaría la falta de intensidad de las tonalidades, pero su argumento relativamente ingenuo y la sobriedad de los sets parecen contradictorios y distantes de aquel Oz que persiste en la memoria de generaciones y generaciones desde hace ya 85 años.
El gran problema de Wicked (2024, Jon M. Chu) es su falta de compromiso con contar una narración que haga justicia al material con el que se estaba trabajando. El elenco es destacado, pero no se hace un verdadero homenaje a la fuente de la que surge el proyecto, haciendo que se quede a medio concretar. El eliminar las alegorías profundamente políticas resulta una oportunidad desperdiciada de transmitir un mensaje que, a pesar de haberse visto representado en múltiples películas y libros, nunca pasa de moda. La “moraleja” debería estar presente: los regímenes autoritarios se sostienen gracias a la manipulación de la verdad, la creación de enemigos y la deshumanización de quienes se oponen a ellos, es decir el poder absoluto corrompe y distorsiona la verdad. Sin embargo la sensación que permanece luego de acabado el film es que las problemáticas rozan lo infantil.
La existencia de una próxima entrega permite la esperanza de que cuestiones como las mencionadas, por ejemplo la profundización de los personajes o el abordaje de las temáticas filosóficas, encuentren sosiego en la continuación de la historia.