UNA SERENA PASIÓN (2016)

En la película de Terence Davies sobre Emily Dickinson, la escritora está tratada con suficiente cercanía y profundidad como para que se logre impregnar su espíritu en cada plano, pero al mismo tiempo consigue ser lo suficientemente autónoma y distante como para  sobrevivir sola, sin sufrir de la dependencia habitual que padecen este tipo de biopics con sus homenajeados. En ningún momento hay carteles, fotos o recortes de diarios que aludan a la escritora en vida. Asistimos desde el principio a un acercamiento lento y cuidadoso hacia la personalidad de una mujer compleja que vivió en pleno siglo XIX, que además de ser escritora -lo cual no era muy bienvenido- tenía una relación pésima con el mundo que la rodeaba -lo cual a ojos del resto era peor. Dickinson pasó gran parte de su vida encerrada en su casa del pueblo de Amherst, con su hermana como mejor amiga, hasta su propia muerte a los cincuenta y seis años. Allí dentro de esa casa es donde Davies pone el ojo casi toda la segunda mitad de la película.

Terence Davies y Cynthia Nixon construyen un personaje femenino que es tan poco habitual como su propia película, la cual -entre otras particularidades- casi no tiene trama. El relato libera a sus personajes a merced del tiempo que transcurre lento hacia su muerte. Las escenas se suceden sin previo aviso, sin expectativa. No hay objetivos puestos en el camino de los personajes. Al igual que ellos, el relato espera lo que el tiempo disponga. Así mueren los padres de la poeta, sin preámbulos. Así muere ella, de la misma manera que aparecen hombres y se van a la mañana siguiente, sin que nadie los espere y sin que nadie los extrañe. Al igual que ella no esperamos nada; simplemente transcurrimos por entre los días, los meses y los años de su vida, por momentos cruciales a nivel personal. Lo que mantiene vivo el relato es que se trata de una obra pasional y altamente emotiva. El devenir de las escenas no es azaroso ni está librado a la cotidianidad, sino que es un guión que se esfuerza todo el tiempo por ir descubriendo nuevos aspectos del mundo interno de la escritora, por comprender la construcción cada vez más intrincada y obtusa de su universo sensible; o al menos lo que Davies se imagina y decide mostrar. Es como si nunca terminaran de aparecer capas y más capas de una personalidad inabarcable. En este punto, el trabajo de Cynthia Nixon es sublime.

Se trata de una película que se toma su tiempo para entramar cada aspecto de la escritora, que por momentos la homenajea y por momentos la toma como su objeto de estudio, a través de la cual, desnudándola y poniéndola en situaciones, desnuda al resto y deja en evidencia el trasfondo de un pasado que estamos más acostumbrados a ver como algo simplemente bello en las películas de época, que como algo aterrador, donde quizá The Beguiled, de Sofía Coppola, sea otro punto de inflexión. En este sentido en Una serena pasión, la forma en la que Davies filma los episodios de espasmos de su personaje ya enfermo son claves. Lo mismo la escena del casamiento de su mejor y única amiga, que está filmada en una sola toma y con mucho movimiento de cámara -al igual que la gran mayoría de las escenas-, pero como si se tratara de un velorio. La escena abre con los novios en medio de la iglesia frente al cura, y poco a poco la ceremonia concluye y la gente se dispersa yendo tras la pareja, la cámara va hacia Nixon/Dickinson que apenas sonríe, mientras rechaza la invitación de su otra hermana para acercarse a la pasarela por donde desfilan aplaudidos los recién casados. Ella dice, en alguna escena anterior a ésta, que cuando alguien se casa para ella es como si hubiera muerto.

Algo hace pensar que no se puede recurrir a Una serena pasión de un modo didáctico, como para “aprender” o descubrir aspectos de la vida de una de las autoras fundamentales de la poesía universal, porque apenas se podrían sacar en limpio el nombre de un pueblo y el de un diario. Pero tratándose de poesía y de Dickinson, quizá sí sea ésta la forma más “didáctica” de aprender o de descubrir algo de ella, considerando que al final, ante su obra, resultará mucho más valioso el acercamiento a su universo íntimo -tal como propone la película- que un montón de números, fechas y nombres que uno pueda recordar o no. Aún tratándose de una versión libre interpretada por Davies, no deja de ser emocional y sensiblemente reveladora, más allá de si es fiel o no a las crónicas de los biógrafos. En alguna entrevista el director dijo haber querido descubrir “como se relaciona la mortalidad con la eternidad de una obra de arte”. Ante lo dicho, ha salido una película que no podremos decir jamás si hace justicia a la poeta, pero sí que hace justicia a su propósito.


Titulo: A Quiet Passion / Director: Terence Davies / Guión: Terence Davies / Elenco: Cynthia Nixon, Keith Carradine, Jennifer Ehle, Emma Bell, Joanna Bacon, Annette Badland / Director de fotografía: Florian Hoffmeister / Edición: Pia Di Ciaula.

Se exhibe en Cinemateca 18

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