TODOS A FAVOR DE EDGAR WRIGHT


Aunque sabemos que la negatividad dá más clicks y genera más comentarios en los muros de Facebook, no podemos evitar que nos gusten películas y directores. Aprovechando el reciente estreno de Baby Driver (que fue reseñada hace unos días), y la alegría de que una película de Edgar Wright haya sido estrenada en cine (todas las demás fueron directo a dvd, o ni eso), decidimos empezar esta sección del Todos a Favor, que esperamos no sea la primera y única. Desde distintas miradas, acá va una aproximación a la obra de este director que ama el cine tanto como nosotros.


SHAUN OF THE DEAD (2004)

El desate de una epidemia con zombies lentos y entumecidos en la Londres contemporánea de Shaun of the Dead, plantea una supra-trama melodramática, con el relato del Shaun del título, quien a sus 29 años sigue trabajando como vendedor en una tienda de electrodomésticos, viviendo con un amigo incompetente, que no ayuda para nada en el desafío de encarar la relación con su novia, romper el cordón umbilical con la madre, dejar de odiar a su padrastro y, en fin… madurar. La epidemia se desata paulatinamente a su alrededor: ellos no la notan y no es porque no esté en las noticias y a la vuelta de la esquina, sino porque no hay tanta diferencia entre Londres habitada por personas y Londres habitada por zombies. El terror es moneda corriente, las alarmas suenan todo el día y los personajes hacen zapping saltando de tragedia en tragedia, sin notarlo. La toma de consciencia y el encare de Shaun, que en lo melodramático se asocia a encarar la relación con su novia y madurar, en el relato de terror se asocia a asimilar que está viviendo un apocalipsis zombie. La premisa del género sirve, entonces, para hacer un comentario referido a la realidad actual (acostumbrada al terror al punto de dejar de verlo, capaz de digerirlo todo y convertirlo en entretenimiento), al individuo (replegado y entumecido como un zombie en sí mismo, con ese doble plano secuencia hasta el almacén, que es de antología), pero también como portal del personaje para salir, abandonar ese entumecimiento, rescatar a su novia, matar al padre, ver morir a su madre y, en fin… hacerse hombre. (JAB)

HOT FUZZ (2007)

Ésta es la película que confirma a Wright como director de industria, luego de su carrera en televisión. Lo confirma además como un director más que hábil para mezclar géneros y pasar de la comedia pueblerina a escenas de tiros, persecuciones y acción de policías sin ningún problema. Es quien -además- despeja definitivamente y para todo el mundo, las posibles dudas sobre la perfección de Simon Pegg y Nick Frost como una perfecta pareja de comedia. La historia del eficiente policía de ciudad que es trasladado a trabajar como oficial al campo, es la excusa ideal para hacer una película sobre un pueblo recóndito de Inglaterra, y así dejar en evidencia -muy en broma y un poco en serio- a una sociedad conservadora, intolerante, potencialmente sectaria (algo expuesto brillantemente en El hombre de mimbre, a la que Wright hace referencia), xenófoba y defensora de sus viejos valores (y tesoros como Shakespeare) con el único fin de defender su tierra, su idiosincrasia, y ser nombrados el Mejor Pueblo del Año una y otra vez, a costa de lo que sea. Pero lo mejor de Hot Fuzz, no es su carácter político -que apenas lo tiene si vamos al caso- sino su manejo de la comedia. Prácticamente todos los chistes se cuentan en imágenes, lo cual es poco habitual en la época de oro del stand up. El montaje y la sucesión de los planos es milimétrica, el sonido es toda una construcción entorno a las acciones que por momentos parece una película animada, marcando cada cosa que cae, cada movimiento de los personajes, sus miradas, sus emociones, y todo lo que la imagen sola no puede dar o no puede dar con tanta elocuencia. Es cierto que a veces aturde y satura, y su gusto personal por las coincidencias de montaje y la perfección técnica parece por momentos ganarle al resto de los elementos de la película, algo que quizá termina por afectar demasiado a Baby Driver, pero no a Hot Fuzz . Toda la ingeniería que normalmente estaría puesta solo en las escenas de acción, acá está aplicada en cada plano-contraplano para hacer -por ejemplo- un montaje paralelo con la explosión de una casa y el momento en que los personajes se disponen a ver Bad Boys II. El cine de Wright tiene intenciones épicas y grandes, aunque sus relatos de lo mundano y sus personajes lo hagan parecer al mismo tiempo un cine muy cercano. (AF)

Ramona Flowers y Scott Pilgrim

SCOTT PILGRIM vs. THE WORLD (2010)

Scott Pilgrim, al menos hasta Baby Driver, parece a priori la figurita rara dentro del álbum/filmografía de Edgar Wright. Lejos del discurso metacinemográfico de Shaun of the Dead y Hot Fuzz, aunque intertextual y aún más maníaca que cualquier cosa que Wright haya hecho antes o después, Scott y su lucha contra los siete exes de su nueva novia Ramona, es un poco la de Wright que a los mayores de cuarenta años fans de Bruce Springsteen odian. Señalan que su personaje es un tarado y un sensiblón (aunque probablemente la elección de un actor tan emparentado con la ñoñez como es Michael Cera tenga más que ver con esto que con lo que realmente vemos en pantalla), que es chirriante y agotadora (lo es, y a mucha honra), que les molesta y les parece forzada y barata la fluidez sexual de sus personajes, desde Ramona teniendo un “período sexi” donde estuvo con chicas, hasta Wallace (best character ever) chuponeando al chongo de su mejor amiga (y esta desconfianza rancia probablemente sea solo consecuencia de un montón de homofobia y de toxicidad masculina, la misma que les hace creer que “viril” es un adjetivo intrínsecamente positivo), y básicamente todo aquello que los fans de la película toman como lo que tiene de bueno-muy bueno sobresaliente. Sí, Scott Pilgrim es visualmente abrumadora y casi agresivamente anti Generación X (si es que aceptamos que la tilingería de las generaciones es algo veraz y no una de esas cosas que los yanquis nos hacen tragar). Tanto que me hace creer que la película inmediatamente posterior de Wright, The World’s End, es un poco un pedido de disculpas, una dónde retoma a sus slackers envejecidos y le dice a sus fans traicionados: “Che, mirá, volví, no los abandoné, siguen acá, me re gustan los Stone Roses, en serio, dale, volvamos a ser amigos”.

Es curioso, de cualquier manera, porque si bien es una adaptación relativamente fiel del comic de Brian Lee O’Malley, a lo que más se parece, y a lo que más retrotrae la lucha de Scott Pilgrim contra su entorno, es a la sitcom que dirigió y co-escribió Wright a principio de los dosmiles, Spaced. Allí también había una épica de lo cotidiano, una energía desquiciada para narrar aventuras en teoría banales, un juego de virtuosismo visual constante para contarnos las desventuras sentimentales de unos veinteañeros. Scott Pilgrim es Spaced para milenials (aunque el término me chirrie, lo lamento, me es útil). Una reactualización de su misma tesis y génesis para una generación posterior. Y aquello que me resulta lo mejor: mostrar el enamoramiento, el desamor, la amistad, el deambular en trabajos de mierda, y la ineptitud vital no como una comedia de maneras, delicada y minimalista, sino como una aventura espacial, como un videojuego virulento y colorinche, donde corazones estallan en pantalla cuando Scott y Ramona se dan un beso. O sea, buscar nuevas pistas, nuevos colores, y nuevos giros para hablarnos de lo cotidiano. (FL)

THE WORLD’S END (2013)

Lo que más me gusta de esta película es el cambio de registro que ocurre al final del primer acto. Conocés a los protagonistas y te haces una idea de qué es lo que podría pasar de ahora en más con estos cinco hombres que deciden volver a los bares de su juventud. Si viste The world’s end sin leer la sinopsis ni mirar un tráiler, no te imaginarías nunca que va a pasar lo que efectivamente sucede. El mundo diegético cambia, tus expectativas cambian y los problemas siguen siendo los mismos, pero aplanados por otros más grandes. Y eso es lo que me interesa del cambio de registro: la depresión de Gary, la insatisfacción de Andy, todas las inseguridades y conflictos de estos personajes, que siguen allí pero ahora enmarcados por un problema mucho mayor. La exploración psíquica no se extingue pero comparte el protagonismo con la acción violenta y cómica, bien de Wright. La película explora el conflicto de envejecer y cómo “el fantasma de la juventud” puede adquirir formas un poco perturbadoras. Lo bueno de Wright es que no deja moralejas, no todo tiene que ser serio y la profundidad no está obligada a ser obvia. Recomendación: verla con una pinta de cerveza cerca. (AP)



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