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RuPaul’s Drag Race
La FIFA de los putos. Así es como me gusta referirme al reality de competencia de drag queens, que empezó hace más de diez años como una parodia low cost de America’s Next Top Model, y ahora no sólo se volvió una fuerza cultural del mainstream, sino que generó toda una serie de franquicias paralelas, estrellas mediáticas, y merchandising al alcance de tu tarjeta de crédito. Cada vez más pre-digitado, más atento a las reacciones de su demográfica objetiva a través de las redes sociales y alejándose progresivamente de algún instante cercano a la espontaneidad y la sorpresa, la temporada 11 de Drag Race por momentos se hizo un sopor de ver, y sólo la personalidad magnética, brutalmente honesta, explosiva, de Yvie Oddly la hizo levemente mirable. Sin embargo, más allá de toda su corruptela, el imperio de RuPaul sigue siendo el punto de unión de un montón de desviados que no tienen nada en común entre sí salvo su fanatismo por el programa, la plataforma para discursos reivindicativos que rara vez se ven en productos tan claramente comerciales (como la representación de lo queer, de la aceptación de la gordura como belleza y fuerza, de la existencia de homosexuales en entornos marginales y su situación constante de riesgo), y la posibilidad de ser testigos de una interacción real y deportiva entre modelos (tanto físicos como de conducta) genuínamente fuera de lo hegemónico. Como ya dije, la FIFA de los putos. Todas sus temporadas, incluida la actual, se puede ver por Netflix. (FL)
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Our Planet (2019)
La corta y poco deslumbrante introducción enseguida me hizo pensar que este no iba a ser otro gran documental con la narración de David Attenborough, pero la calidad de las primeras escenas rápidamente ahuyentaron gran parte de ese miedo. La realidad es que, montaje aparte, los pacientes y habilidosos camarógrafos que capturan estas impresionantes imágenes pueden licenciar su contenido tanto la BBC como, en este caso, Netflix. La serie hizo ruido en las redes por el final del segundo capítulo donde se muestra la angustiante realidad de un grupo de morsas que por no tener hielo donde reposar, ya que se ha derretido, se acumulan en las saturadas costas y peñascos de una pequeña isla; al querer descender de lugares con mucha altitud, algunas de ellas dan pasos en falso y caen decenas de metros hacia el suelo de roca. Vale la pena ver por la calidad del material filmado y numerosas secuencias impresionantes, porque muestra tanto las desastrosas consecuencias de la actividad humana en diversos ecosistemas como su mecanismo y posibilidad de recuperación, pero sobre todo para contemplar una mayor complejidad en el total de la vida que ocupa el planeta, de la cual el ser humano es solo una parte. (FC)
Disponible en: Netflix.
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Wings of Desire (1987)
La muy conocida película del muy conocido director Wim Wenders está disponible en YouTube. Lo descubrí hace poco y por eso la elegí como recomendación de streaming: si bien hoy en día es fácil piratear, está bueno saber que algunas películas buenas rondan por YouTube al alcance de un clic. No sólo está disponible en esta plataforma sino que además la calidad está muy bien (no apenas decente como sucede muchas veces). Para los que no conocen a Wenders les cuento que es la misma persona que dirigió Paris, Texas (1984) y Tokyo Ga (1985). Esta vez, con una impronta muy expresionista, nos habla de ángeles con preocupaciones humanas: intereses y deseos de sentir más y más intensamente. Bruno Ganz hace de nuestro protagonista y nos lleva por un paseo áreo que se convierte en un paseo de introspección. Además de tener un soundtrack muy bueno y contar con un concierto de Nick Cave dentro del film (lo cual eso siempre va a ser un plus para mí), Wings of Desire es un bellísimo retrato de Berlín como ciudad, y una muy bonita manera de preguntarse qué es estar vivo. (AP)
Disponible en: YouTube.