El cinematógrafo es una escritura con imágenes en movimiento y con sonidos[1], solía decir Robert Bresson en los aforismos desde donde reflexionaba sobre su manera de pensar el cine.
En esta escritura con sonidos, el realizador hace las veces de compositor, articulando un tejido de resonancias diegéticas que transforman la escena en escenario musical, sin la necesidad de recurrir -en ningún caso- a la extra diégesis sonora como recurso de manipulación del espectador, mucho menos a la mera música de acompañamiento como “sostén o refuerzo”.
Un condenado a muerte se escapa (1956) de Robert Bresson es una clase magistral de las aplicaciones del sonido en el cinematógrafo. La narración del encierro, de un soldado de la Resistencia Francesa y prisionero de guerra en su intento/necesidad de fuga están construidos a través de un empleo meticuloso de los sonidos fuera de campo.
Puertas que se abren y se cierran, pasos, cerraduras, bisagras, voces que se acercan y se alejan, reorganizados por una necesidad de ritmo, por un ingenio de la armonía, articulan la banda sonora que compartimos con el personaje desde su encierro.
Bresson reorganiza los sonidos que le brinda el lugar (la cárcel), los revisita en el silencio, dosifica la mezcla, ensayando una partitura que nos advierte del encierro y a la vez encierra. Reconstruye las dimensiones de una celda de la que necesitamos escapar.
La reiteración de sonidos y de planos es usada con singular maestría para generar la elipsis, la rutina, el enclaustro. Nos valemos junto con el protagonista del universo sonoro, de la imperfección biológica para el enmascaramiento del accionar con el que preparamos la fuga.
El director francés utiliza poéticamente la ausencia para excitar la imaginación, para convertir el espectador en ente activo. Se vale de lo que no vemos, de los sonidos fuera de campo para expandir el rectángulo de la pantalla del cine. Se percata de la profundidad del oído, de su capacidad de fabular. En sus película es común escuchar antes de ver, construir la imagen a través del sonido.
Biológicamente, cuando se solicita solo al ojo, se suscita la impaciencia del oído; cuando se solicita solo al oído, se suscita la impaciencia del ojo[2]. Bresson es un maestro en la manipulación de estas impaciencias alternándolas metódicamente para que no se anulen entre sí. Nunca un sonido acude en auxilio de una imagen ni viceversa, sino que trabajan en cooperativa, como en una especie de carrera de relevo.
Los diálogos en esta película, como es característico en el cinematógrafo, son utilizados de acuerdo a la concepción del actor como modelo, de la cual se desprende una forma de diálogo muy cercana al monólogo interior; escatimando en cada palabra para que el silencio sirva de caja de resonancia cuando se hable. La última sílaba de la última palabra, el último sonido, como una nota sostenida[3].
Paradójicamente el relato en off, constante a lo largo de toda la película, en ocasiones puede llegar a entorpecer, incluso a ensuciar la efectividad de la narrativa sonora del film. Este recurso superpuesto a casi toda acción que realiza el personaje protagónico, muchas veces anula la posibilidad del espectador de construir un co-relato, una hipótesis, o incluso un subtexto a partir de lo que ve y escucha.
Fue Robert Bresson el que afirmó que el cine sonoro ha inventado el silencio[4]y Un condenado a Muerte se escapa es un ensayo meticuloso donde: un suspiro, un silencio, una palabra, una frase, un estrépito, una mano, el modelo entero, su rostro, quieto, en movimiento, de perfil, de cara, una vista inmensa, un espacio restringido: cada cosa exactamente en su lugar[5].
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[1] Bresson, Robert. Nota sobre el cinematógrafo, pag. 17, Ediciones Ardora, Filmoteca Española.
[2] Bresson, Robert. Nota sobre el cinematógrafo, pag. 51, Ediciones Ardora, Filmoteca Española.
[3] Bresson, Robert. Nota sobre el cinematógrafo, pag. 76, Ediciones Ardora, Filmoteca Española.
[4] Bresson, Robert. Nota sobre el cinematógrafo, pag. 41, Ediciones Ardora, Filmoteca Española.
[5] Bresson, Robert. Nota sobre el cinematógrafo, pag. 32, Ediciones Ardora, Filmoteca Española.