Isabel Wschebor ocupó las páginas de la prensa local a principio de año, cuando anunció que renunciaría a la dirección de la Secretaría de Derechos Humanos para el Pasado Reciente. Su carrera como historiadora y archivóloga es reconocida por todos los referentes del sector, y su participación fue fundamental en la confección de dos de los archivos visuales más importantes de nuestro país: el Archivo General de la Universidad de la UdelaR y el Centro de Fotografía de la IM. Además, fue una de las consultadas por el ICAU en la consultoría que arrojó datos alarmantes sobre el estado del patrimonio audiovisual nacional. Sigue trabajando junto a Julieta Keldjian y otros referentes e instituciones allegadas al tema, en el proyecto para la creación del Depósito Único para materiales audiovisuales nacionales y un Sistema Nacional de Archivos para su procesamiento.
Entrevista realizada 27 de Noviembre, 2015.
Participaste de la consultoría para el ICAU que constó de cuatro informes. ¿Qué balance hacés de aquella experiencia?
– Hay una primera cosa que es importante tener en cuenta y es que en general se suele ver este tema, el de los archivos audiovisuales, como tema específico de los “colgados” en el tema de cine, o la fotografía o la pintura, como algo que está como en paralelo al fenómeno de los archivos en general, y en realidad, no hay fondos documentales de las administraciones y los organismos y las instituciones que no estén inundados de imágenes. Entonces el problema de los archivos audiovisuales no es un problema específico de las instituciones que tienen filmotecas o fototecas o fonotecas: es un problema de la sociedad contemporánea. Eso es algo que en primer lugar me gusta señalar, porque en general la gente que no son especializados en este tema nos ven como los bichitos que nos gusta la imagen y que se “cuelgan” con la fotografía o que son cinéfilos, o que son coleccionistas y por eso se enroscan en este tema de los archivos de imagen, y en realidad el fenómeno o problema de los archivos audiovisuales es un problema de los archivos contemporáneos, de la memoria de la Historia contemporánea en general. Le pido a todo el mundo que me entrevista sobre este tema que intente recordar un acontecimiento del siglo XX o lo que va del siglo XXI y que lo que le venga a la cabeza no sea una imagen fija, imagen en movimiento o la escena de una película o algo que vio en un informativo o una fotografía que vio en su Facebook. Es difícil que lo que traigas a la memoria sea un discurso de un político si no es que lo traés porque lo viste por la televisión.
– ¿Qué papel juegan los registros audiovisuales en el patrimonio inmaterial de un país?
– Todas las acciones que nosotros emprendemos para la conservación del patrimonio audiovisual están orientadas por esta premisa. Que no es un tema específico: es un tema prioritario para garantizar la preservación de la memoria y de la historia contemporánea. Otro asunto que desde el punto de vista técnico es importante señalar, es que la durabilidad de los documentos contemporáneos es mucho menor que si tenés un escrito de un escriba medieval, escrito con tinta china o egipcia, que traían a los países occidentales por las redes de mercadería, o de contrabando o como sea que llegaron las tintas chinas a las iglesias occidentales pero duran más que cualquier fotografía o que cualquier archivo digital. Y mientras más contemporáneo, menos dura. Duraban más las películas en analógico de lo que nos están durando los discos duros ópticos. Entonces eso también lo vuelve un problema urgente de la sociedad contemporánea: lo que tenemos para registrar la memoria de lo que sucede en nuestro presente tiene una durabilidad mucho menor. Tenemos mucha menos capacidad de asegurarle a nuestros nietos que vayan a poder ver las imágenes de cuando éramos jóvenes, que lo que nosotros hemos podido ver de las imágenes de cuando nuestros abuelos eran jóvenes.
– Igual, de todos modos, es como que tenemos un problema anterior. Antes de preocuparnos por las imágenes de ahora, todavía tenemos que resolver las imágenes del pasado.
– Sí, porque ya esas imágenes duran menos de lo que duraban los escritos de los escribas medievales. Entonces a mí me parece importante saber que todas aquellas acciones que nos motivaron a emprender iniciativas, acciones, programas de trabajo, proyectos, grupos, tienen que ver con esta preocupación de orden general y no una preocupación de orden específico.
– ¿Creés que acá en Uruguay hay como una idea de que el patrimonio audiovisual o que los archivos en general son poco valiosos?
– El Uruguay tuvo una tradición o impulso de profesionalización de la actividad archivística en la primera mitad del siglo XX que después cayó por la borda y en la última década hubo varios intentos de reformular esto como para poder re-encausar las modalidades de conservación del patrimonio. Se calcula que después de la Segunda Guerra Mundial se produjeron en materia de documentos muchísimas más cosas que lo que se había producido antes en todo el resto de la historia de la humanidad. Producimos muchísimos documentos. La modernización y complejización de los Estados, la modernización de la sociedad, el desarrollo tecnológico, hacen que el volumen de lo que se produce en la historia más reciente es exponencialmente mayor. Y no tenemos instituciones preparadas para resolver cómo canalizar el ordenamiento y el acceso a esa información.
– Esa falta de preparación en las instituciones tiene que ver con esa falta de formación que decís que recién se retomó ahora o…
– Tiene que ver con falta de formación profesional, con que no se le ha dado a los archivos un lugar prioritario en las políticas culturales, tiene que ver con que tuvimos una dictadura militar. Los períodos de clausura de la vida democrática son períodos de mucho retraimiento en esta materia. Son períodos de purgo, de silencio, de encriptamiento de los archivos. Todavía vivimos las consecuencias de eso. Todo eso perjudica una política sana en materia de archivo. De igual forma, en la última década hubo un cambio en la dirección del Archivo General de la Nación que permitió profesionalizar muchos de los procesos que se llevaban adelante. Fueron exitosos varios proyectos de preservación patrimonial como el CdF, como el AGU, varios archivos de varios Ministerios. Hubo un interés por parte de estos gobiernos de ver la forma de recuperar el patrimonio documental de la historia contemporánea que no se tenía. También en el caso de los archivos de cine propiamente dichos y de fotografía, se dio la situación de que empezamos a visualizar las primeras manifestaciones del envejecimiento de los propios documentos. Hay un momento en el cual volvés a abrir la lata para proyectarla y resulta que está deformada, que tiene hongos, que está amarilla, o roja, y en el momento en que te pasa cobrás consciencia de archivo. Pero la previsibilidad sobre esto, al menos por parte del Estado, fue nula. No sólo en relación a la preservación del material físico, sino a la gestión de sus derechos. Toda la normativa de los derechos de explotación, de uso de la imagen, de acceso a los archivos, de respeto de la intimidad de las personas, la propia ley de archivo, es muy reciente: son cosas de la última década.
– Es 2008 la ley de archivo, ¿no?
– Sí.
– Que crea la Comisión del Patrimonio de la Nación…
– Bueno, fijate que la ley de patrimonio historíco en Uruguay no incluye el patrimonio documental y mucho menos los archivos en imagen. O sea, hay mucho terreno para recorrer.
– O sea ¿hay un vacío legal con respecto al patrimonio audiovisual concretamente?
– Y… Hay mucho para trabajar en esa área. Aunque se han hecho avances. No quiere decir que no se hayan hecho avances en esta última década. Pero hay mucho para trabajar. La universidad es la primera institución que se abocó a trabajar en cine científico y documental y generó un patrimonio fílmico importante. Entonces quienes estábamos especializados en esta área por distintos motivos siempre estuvimos como cercanos en ver cómo podíamos hacer para colaborar con lo que era la preservación del archivo de la Cinemateca o la resolución de muchos de los problemas que se generaban en la órbita del SODRE y eso tanto la Universidad Católica como la Universidad de la República estuvimos siempre buscando la forma de colaborar para generar iniciativas de trabajo en esa materia y es en ese marco que el ICAU nos pide la consultoría, porque en realidad más allá de nuestras adscripciones institucionales con Julieta, lo que hicimos en ese momento fue generar un emprendimiento particular…
– La Red de Estudios en conservación de cine. Ustedes daban cuenta de una urgencia…
– Extrema.
– Y el último informe al que tuve acceso es de Noviembre del 2011. Son tres, cuatro años con un estado de urgencia declarado y en realidad no se ha…
– El año pasado hubo una serie de encuentros que se llamaron Compromiso Audiovisual que a instancias de ASOPROD y del ICAU se incluyó la línea patrimonio, y todos estuvieron de acuerdo en incluirlo como eje de trabajo también, y fue como un primer reconocimiento de las instituciones que gestionan el audiovisual, de incluir en la agenda pública (en la interna ya estaba incluido y además el ICAU tiene obligaciones con todo este tema) y ahí logramos plasmar una iniciativa que estaba discutiéndose entre las instituciones que es la de crear un Depósito Único para la preservación del patrimonio fílmico co-gestionado por aquellas instituciones que tienen patrimonio de estas características. Pasa que eso, ahora no está expresado en el presupuesto.
– Julieta me decía que está previsto armar una bóveda, pero que puede devenir en una caja vacía, si no tiene la logística para ponerla en uso.
– A ver. Está el horizonte, la utopía, el trabajo inter-institucional, conjunto y de gestión y después las urgencias de cada una de las instituciones. Si no hay un contexto político e institucional de voluntad para ir hacia lo mejor, igual cada institución tiene que resolver sus graves problemas internos, entonces en esa dinámica, todos trabajamos colaborativamente, pero respetamos la situación de las distintas instituciones que cuando las papas queman tiene que resolver las situaciones como pueden.
– ¿Estarían dispuestas estas instituciones, concretamente el Archivo Nacional de la Imagen y Cinemateca a mandar sus películas a ese Depósito Único?
– Sí. Sólo el material uruguayo, que es la prioridad. Si las instituciones necesitan mayor amparo, está planteada la posibilidad de que puedan tener un amparo mayor.
– ¿Qué sería ese amparo mayor?
– Y, por ejemplo, el archivo de Cinemateca tiene películas que si no las cuidamos no las vas a ver ni acá ni en Japón ni en Estados Unidos. Es valiosísimo el archivo internacional que tiene Cinemateca. Entonces, si bien no es patrimonio fílmico uruguayo, hay una institución uruguaya que ha custodiado un patrimonio fílmico de interés universal que no podemos dejar de lado. En la universidad hay muchas películas que las universidades alemanas no las tienen más, si no las cuidamos acá no se van a poder ver ni acá ni en ningún lado. Hay una responsabilidad que es internacional también. El cine es internacional.
– ¿Pero la prioridad son los materiales nacionales?
– Sí, la prioridad es lo nacional en este proyecto. De hecho una de las urgencias mayores que nosotros hemos planteado es el depósito de nitratos de Cinemateca. Los nitratos fueron el primer soporte de fabricación de película analógica y tiene una característica que tiene que ver con su composición química y es que, al liberarse el ácido nítrico con el que es fabricado el plástico, genera un fenómeno de auto-combustión, y por eso se incendiaban los cines en los años ’30. Esas películas que son las más viejitas que tiene el Uruguay hoy necesitan un plan de rescate urgente. Eso no puede esperar. Nosotros ahora logramos con este grupo inter-institucional la posibilidad de conseguir nuevos equipos para poder trabajar un plan de digitalización y sin duda que lo urgente pasa por el hecho de rescatar en este caso los materiales más antiguos que tiene el Uruguay, que en este caso no sólo son de Cinemateca, sino que son del SODRE también.
– Por qué esa urgencia que está expresada desde hace tres años no repercute en acciones concretas. ¿Qué es lo que falta para que efectivamente…?
– Falta que las instituciones que tienen voluntad política de llevarlo adelante tengan la suficiente legitimación ante los grandes poderes, para poder ejecutar ese plan. Se necesita presupuesto, se precisa apoyo. No es sólo el apoyo de subvencionar el mejor acondicionamiento de los depósitos, se necesita hacer un plan de traslado de la documentación, de limpieza, de análisis, de diagnóstico, de transferencia, de restauración. Son cosas costosas. La conservación de los materiales audiovisuales, es cara. No hay oferta con esto. Yo creo que el principal problema que tenemos es presupuestal, porque no es un problema de plan. Hemos renovado mil veces los presupuestos para llevar a cabo los planes que existen. Lo que tiene que suceder es que haya una voluntad política de desencadenar proyectos de gestión de estos planes.
– ¿Y tienen que llegar desde el ICAU, o desde el MEC o…?
– Eso se lo tenés que preguntar al ICAU.
– ¿Qué impresión tenés vos sobre la situación de los archivos fílmicos acá?
– Creo que el Uruguay tiene que trabajar y eso es algo que estamos discutiendo con el Archivo General de la Nación desde el año pasado y con las distintas instituciones… El Uruguay tiene que avanzar en una solución para los archivos que fueron producidos en la historia más contemporánea. Una solución de raíz. En los países que tienen sistemas nacionales de archivos tiene archivos administrativos, que es cuando el documento todavía tiene una vida en la administración; archivos históricos, que son los archivos que se abocan a la documentación histórica; y en el medio hay algo que se llama los archivos intermedios donde en general se resguarda esa documentación que está dejando de tener vida administrativa y que tiene que sufrir un procedimiento técnico para analizar cuál de esa documentación efectivamente pasa a las arcas de los archivos históricos. Es el purgatorio de los archivos. Pensando en el archivo de Cinemateca, si tenés cinco copias de una misma película y hay tres de ellas que están absolutamente deterioradas, no tiene sentido. En la universidad, tenemos cinco copias de algunas películas, porque a veces se valora la conservación de más de una copia porque, por ejemplo, para restaurarla, pueden ser útiles porciones de distintas copias. Pero supongamos que hay una que está tan deteriorada que se resuelve que no sirve para nada, entonces alguien se tiene que ocupar de dejar un registro de que hubo una copia que fue eliminada y por qué. Es un procedimiento técnico. La nación produce miles de documentos, que muchas veces pasan a los fondos históricos repetidos, el mismo documento repetido cien veces. No necesitamos más de una o dos copias de ese documento. Hay una depuración, pero esa depuración tiene que tener un registro para darle garantías al ciudadano de que estamos eliminando documentación. Se elabora un acta, donde el funcionario responsable explica que destruyó 98 de esos ejemplares. Pero hay un registro, entonces no cabe duda que lo que se destruyó estaba repetido 100 veces. Es un procedimiento que para darle garantía a la ciudadanía tiene que tener un protocolo administrativo.
– ¿No existen esos protocolos acá?
– Hay discusiones que han ido generando protocolos para mejorar sus mecanismos de gestión. El Archivo General de la Nación ha fomentado muchísimo que las instituciones empiecen a tener protocolos, la Universidad tiene protocolos de gestión en relación a los documentos. Pero hay que fortalecer esa política sin lugar a dudas y creo que estamos trabajando en esa línea.
– Y en relación al Depósito Único, leí que implica la catalogación, etcétera y…
– Se crearía un protocolo de conservación, que también garantizaría los derechos de explotación de esos materiales por parte de las instituciones. Lo que hay es un protocolo de acción común en relación a la preservación, que hace que por más que exista la exigencia de divulgar una película, si esa película está muy deteriorada se hace un plan de rescate para que su exhibición no vaya en detrimento de su conservación. Pero esas cosas sólo las podemos hacer juntos, no se puede estar cada uno por su lado resolviendo a los manotazos de ahogado.
– ¿Qué tan lejos estamos de que eso suceda?
– Preguntale al ICAU.
– ¿Qué alianzas internacionales se podrían generar para esto?
– Existe esa posibilidad. Ahora ya, no te sabría decir, pero capaz que en dos meses te digo.
– Es a nivel latinoamericano o…
– Donde sea.
– ¿Qué es la Red de Estudios de Conservación de Cine?
– Eso fue una iniciativa que tuvimos con Julieta como uno de los diez mil intentos que tuvimos de meter el tema pero ahora es sólo el grupo inter-institucional de archivos fílmicos que están el ICAU, el SODRE, la Cinemateca, el ICAU, la Universidad Católica y la Universidad de la República.
– Pero va lento.
– No creo que sea por falta de interés por parte del ICAU. Hay que fortalecer los espacios institucionales para que se desencadenen esos procesos con cierta independencia. Si vos tenés una institución que gestiona la bajada del switch analógico, la distribución, los fondos para que el cine uruguayo no se caiga… Por la vía de los hechos, en el día a día, el tema archivo termina quedando en el último punto.
– ¿Qué archivos son para vos los más importantes y por qué?
– Hay una cosa que me gustaría señalar en relación a eso y es el tema del interior del país y lo abandonado que está en cuanto a memoria audiovisual. Hay que hacer algo para salir a rescatar todo lo que se está perdiendo ahí. Las películas, las fotos, no tienen la capacidad de guardarlo y se les está perdiendo. Es un tema super-urbano.
– ¿Hay algo más que quieras señalarme?
– Que este tema no tiene demora. Lo que yo te puedo decir es que el Uruguay tiene que avanzar en reconocer que su historia es valiosa para el Uruguay y para la humanidad. Si no atendemos a la buena custodia de los archivos audiovisuales y de los archivos en general, es un desprecio a nosotros mismos. Si querés que te diga lo que pienso, te digo que este tema no tiene demora y que los que estamos actuando desde las instituciones y desde el gobierno y el Estado, estamos haciendo todo lo posible para revertir esa situación. El Uruguay es un país ejemplar en materia de valorización cultural. La Cinemateca Uruguaya no es la Cinemateca Uruguaya porque sí, es un país que le prestó una atención muy particular a su cultura, y nosotros hoy tenemos que poder avanzar en planes nacionales de preservación de nuestro patrimonio cultural. Podemos tener mil programas, proyectos, fondos concursables, y está bien, dinamiza, genera producción, inserta gente que no está insertada dentro del campo, yo estoy re-a favor de todo eso.
Ahora, sólo son las instituciones, con un presupuesto estable, con su institucionalidad, con una administración clara, con un presupuesto, con una infraestructura clara, que pueden resolver el fenómeno de la preservación del patrimonio cultural. Eso no lo resuelve ni un proyecto, ni ninguna iniciativa a corto plazo, que pueden ser interesantes para dinamizar, pero que en el mediano plazo no resuelven el tema del patrimonio que es un asunto de política de mediano y largo plazo para el país. Entonces, en este ámbito los que estamos pensando en esto, no podemos dejar de manifestar que no es para llenarle el ojo a nadie, esto es sólo para pensar en el futuro, esté quien esté en el gobierno, el patrimonio es de todos, y por eso apoyamos tanto la idea del depósito.
– ¿Querés decir que esto tiene que pasar a ser parte estructural del estado?
– Sí. O una figura público-privada, hay mil formas. No puede ser una partida de dinero que sale de acá, y un proyecto que ganás allá y siempre estás piloteando la plata. Asi no se gestiona el patrimonio público.
– ¿Tenemos una tradición en ver caer a pedazos el patrimonio?
– La cultura requiere inversión, presupuesto, planes estables. Yo comparto la idea de que la cultura genera trabajo y no es diletante, pero para preservar el patrimonio cultural y documental hay que desencadenar procesos de inversión que el único retorno que van a tener es de capital cultural, de capital social, y que es muy importante para la soberanía de un país y para el desarrollo de la democracia plena, para la mejora de la calidad de vida de sus ciudadanos. No sale gratis.