¿Qué significa ser poeta? Para Paterson, de Jim Jarmusch, es una cualidad ineludible que toca todos los aspectos de la vida. Se trata de tener los sentidos atentos a lo grande y pequeño del mundo, de poseer una sensibilidad que mine esa información sensorial y la presente de manera íntima, dirigida y bella. No porque uno lo quiere sino porque lo necesita. El resto –circulación, publicación, presentación– es opcional y en último término prescindible. Plasmar poesía en papel es, de hecho, la punta de un iceberg: sea toparse con un objeto cautivante o procesar una emoción durante días, la mayor parte del proceso se lleva a cabo internamente. Escribir es la última frontera, el lugar de búsqueda lingüística, de frustración y labor creativa donde el poema encuentra sus palabras para ser compartido, donde se suele medir el arte de un poeta. En Paterson, sin embargo, ser poeta es más importante que demostrarlo.
La película tiene la estructura dividida en capítulos de varias de las películas de Jarmusch, esta vez aplicada a la rutina semanal de un conductor de ómnibus llamado Paterson (Adam Driver), eco toponímico de la pequeña ciudad en donde vive, Paterson, Nueva Jersey. El armado de sus días es fácil de memorizar y se repite sin falta: amanece en el dormitorio con su esposa (Golshifteh Farahani), de la cama va a la terminal, allí se sube al autobús, cumple su turno –si puede almuerza o pasa el rato frente a la hermosa cascada al norte de la ciudad–, vuelve a su hogar, tal vez vaya al sótano a escribir, saca al perro y se toma una cerveza en el bar. Los fines de semana es posible que salga con su esposa o haga más de lo hace en su tiempo libre de lunes a viernes. Uno podría pensar que este modo de vida es la antítesis a la vida de poeta, o monótona por demás, pero no para el tipo de arte que cultiva Paterson. Con la mirada y oídos en modo antena mientras conduce, capta los detalles de los paisajes urbanos que recorre y de algunas historias de sus pasajeros. Lejos de presentarlo como una curiosidad enternecedora o un miembro de la clase obrera con aspiraciones románticas, Jarmusch confecciona un personaje sin ambiciones más que de tener una existencia tranquila, ordinaria, donde pueda cumplir con su trabajo y expresar ciertas inquietudes poéticas en un cuadernillo que lleva a todos lados.
No es que el reconocimiento eluda a Paterson, sino que le es indiferente, o que la poesía para él sea un hobby del cual no importa saber mucho, pues tiene una biblioteca personal decente y se considera adepto a “la escuela neoyorkina” de William Carlos Williams y Frank O’Hara. Tampoco es que la realidad le suponga un contraste insoportable con su imaginación literaria: en el primer diálogo de la película, su esposa le comenta que soñó con que iban a tener mellizos, augurio que luego se cumple no porque vayan a ser padres, sino porque Paterson, durante la semana, se cruza con varios mellizos de todas las edades y razas. Lo que es más, entabla conversaciones con un par de extraños que persiguen el mismo tipo de poesía, entre ellos una niña de doce años y un turista japonés. Que el protagonista tenga el mismo nombre de la ciudad que habita alimenta la extraña sensación de que se está ante el bardo anónimo de su aldea, elegido por el destino para atravesar ciertas circunstancias y dejarle al mundo el arte resultante. La película amaga en esa dirección, sobre todo cuando él conversa con el barman (Barry Shabaka Henley) acerca de las fotos de los varios famosos, nacidos o criados en Paterson, que llenan la pared detrás de la barra, entre ellos Allen Ginsberg y Lou Costello, del dúo de comediantes Abbott & Costello, quien además tiene una estatua conmemorativa y un parque dedicado en la ciudad.
La película juega también con la idea de que todo sea un delirio de Paterson y que su renuencia a fotocopiar el único respaldo de sus poemas pueda ser más por inseguridad que modestia. Laura, su esposa, es la persona que más lo aprecia, quien le hace prometerle que el próximo fin de semana va a hacer copia del cuadernillo, pero es también quien vive a costas de su sueldo, usando los días enteros libres para intentar realizar algún que otro sueño de fama, sea como cocinera de cupcakes o cantante de música country. Laura comparte con su esposo un aspecto interesante, que es que ambos se dejan llevar por compulsiones artísticas: ella está obsesionada con patrones en blanco y negro, tanto que la casa, los muebles, la ropa, los cupakes y la guitarra obedecen ese esquema de color. Jarmusch maneja los eventos extraños con sobriedad y humor, por momentos entrando en breves montajes donde toma protagonismo la poesía de Paterson y algunas de las imágenes que la inspiran. No hay irreverencia, parodia ni grandes gestos dramáticos, sino una vida que se desenvuelve acorde a un sentir. Hay todo un mundo interior del protagonista al que Adam Driver hace alusión mediante gestos sutiles, como consecuencias naturales de eventos introspectivos, y eso suma al atractivo del enigma cotidiano y citadino que es Paterson.
En una película donde se presentan contados elementos para profundizar en ellos, de pulsos que Jarmusch bien refleja en la vida y obra del protagonista, son las interacciones entre ciertos personajes lo que más aparta al espectador de una experiencia que inflexione o potencia la poesía. Son actuaciones contenidas basadas en ciertos rasgos representativos, personajes que encarnan su rutina, sus pareceres, con alguna excentricidad y sin decir mucho, pero este acercamiento no tiene sino sus inconstancias. Lo que ocurre en ese delicado terreno, para quien escribe, diluye un poco el impacto de lo que se busca. No hay duda que haya sido intencional, solamente que robarle al mundo de Paterson de unas corrientes dramáticas también sutiles pero más contundentes tal vez no haya sido la mejor opción, si bien él define a su propio trabajo como “palabras sobre agua”, una metáfora más que acertada. Justamente, para un conductor de ómnibus que tiene una postal de Dante Alighieri en su vianda y que busca la metáfora en lo cotidiano, las claves profundas de su humanidad y de quienes lo rodean tienden a quedar insuficientemente aludidas. Paterson es más elocuente en sus momentos más íntimos.
Título: Paterson. / Año: 2016. / Duración: 118 minutos. / País: Estados Unidos/Francia/Alemania. / Dirección: Jim Jarmusch/ Producción: Joshua Astrachan, Carter Logan / Fotografía: Frederick Elmes. / Música: Jim Jarmusch, Carter Logan, Squrl. / Arte: Kim Jennings. / Elenco: Adam Driver, Goldshifteh Farahani, Nellie, Rizwan Manji, Barry Shabaka Henley.