MICKEY 17 (2025, Bong Joon-ho)

No leer entre líneas

Creo que en base al tipo de gente que lee estos textos no hace falta decir quién es Bong Joon-ho y lo que significó el enorme éxito de Parásitos en su carrera. Tampoco hace falta decir que también, después de esos cuatro Oscars, no era de extrañar que su siguiente película fuera hecha en Estados Unidos, tierras que el mismo Bong ya visitó para hacer Snowpiercer y Okja. También creo que no hace falta decir que si bien estas dos están alejadas del nivel excelso al que llega casi siempre en su natal Corea, no dejan nunca de ser (muy) buenas películas hechas por un director con ideas claras. Digo que hace falta volver a aclararlo porque con su más reciente trabajo después de esta oleada, Mickey 17, si bien conserva esa noción de un director tomando decisiones, en este caso las tomadas no son las correctas.

En un futuro distópico los humanos tienen que colonizar planetas porque la tierra no da para más y es en una de esas naves colonizadoras donde descubrimos que se practica la clonación, método que llevan a cabo buscando gente en la tierra a la que llamarán “prescindibles” (“expendables” en inglés) entre los que está Mickey (Robert Pattinson), nuestro protagonista al cual, en el momento en el que se sube a esa nave, empiezan a hacerle lo que es prácticamente experimentación en humanos, haciéndole barbaridades y dejándolo morir, para luego clonarlo y repetir el proceso.

MICKEY 17 (2025, Bong Joon-ho)

Ya por la premisa uno puede darse cuenta de que estamos hablando de una película con las preocupaciones cinematográficas y narrativas del cine de Bong, un panorama donde el capitalismo se ha devorado tanto a sí mismo que ya no le basta al personaje principal el ser desplazado a lo bajo en la tierra (en la cual si no paga sus deudas está muerto), sino que también lo será más allá de las estrellas. Una idea potenciada por el marco de la ciencia ficción que también va acorde a la historia del género en el cine, donde la misma es utilizada para hablar de cosas que nos ocurrirán en el futuro porque las estamos viviendo en el ahora. Todo esto sin mencionar el cómo Bong ya en su paso por el continente americano ha jugado con el género para también exponer de forma más clara su visión.

Una visión que en Snowpiercer se acoplaba perfectamente porque, como en The Host del 2006, lo importante en la película es contar el desarrollo de un protagonista conflictuado en un panorama fantástico para el espectador, siendo los obstáculos a superar -tanto externos como internos- lo primordial en el avance de la trama. Si los comentarios de su visión aparecen, eso ocurre a la hora de pensar la película y no porque la misma lo ponga como lo único importante. Una cosa que se vio un poco manchada en Okja, donde el comentario era casi el argumento, pero que aun así se podía dejar pasar debido a que también estaba presente lo anterior dicho y porque Bong siempre juega -aunque sea un poco- con la amoralidad de sus personajes. Es de remarcar esto porque Mickey 17 es la primera película del directorque pone por encima el mensaje (no idea) sobre la trama.

Ya en lo que respecta a su inicio uno puede encontrar dificultades, inicio que es básicamente un prólogo de 30 minutos (en una película de 2 horas y 10 minutos) que sirve como introducción del personaje de Mickey, la gente que lo rodea y la dinámica que envuelve a su proceso de clonación. Es en esa introducción donde se presentan algunos de los problemas principales de la película, siendo el primero lo mencionado al principio del párrafo, que puede resumirse en la mítica frase: el que mucho abarca, poco aprieta. Mickey 17 es una película que toca varios palos, el utilizar a Mickey como una analogía fantástica de los trabajadores que sufren accidentes en empresas, los líderes políticos que pervierten la religión para justificar su autoritarismo, la preservación de los animales frente al hombre despiadado, el qué nos hace humanos, etc.

MICKEY 17 (2025, Bong Joon-ho)

El tema es que al tener tantos palos para tocar, la película no se hace cargo de ninguno de ellos al completo, quedando algunos más en el aire que otros, y a los que si Bong decide darles una conclusión, lo hace de manera apresurada, infantil y simplista. Sobre todo con aquel final donde con solo apretar un botón todo se soluciona y no hay un intento de plantear una crítica más fuerte a la idea que toda la película pareciera intentar cuestionar, dejando todo en un status quo que, si bien aparecía en las películas anteriores del director, lo hacía en un marco de tragedia y no de vuelta a una normalidad que nunca existió para empezar. Notándose mucho más al tener una estructura narrativa que va saltando y olvidándose de lo anteriormente visto (ya sea temas, hechos o incluso personajes), todo para recopilarlo al final como si de una ensalada se tratara.

Volviendo sobre su inicio, en aquel prólogo hay un voice-over del protagonista que, si bien solo queda en esa parte y no contamina el resto de la película, sí adelanta un síntoma fuerte de la misma, que es la no confianza con el espectador. Bong no trata a los personajes como personajes, sino como posturas definidas e intocables -en el mal sentido de la palabra- de un supuesto debate, mecanismo totalmente en las antípodas de sus películas anteriores, porque si había algo que por ejemplo hiciera destacar a la familia Kim y Park de Parásitos, además de la crítica detrás de sus vivencias, es que eran personajes con caracteres propios. En Mickey 17 no hay nada de eso, tampoco hay lugar a la amoralidad que tanto lo caracteriza y haciendo que el intento de “mensaje” se coma cualquier atisbo de desarrollo que intenten generar.

Un “mensaje” que no da lugar a ambigüedades o incluso a un debate si tenemos en cuenta lo dicho anteriormente (si bien un personaje en una obra de ficción es la representación de una postura, acá lo es en el peor sentido posible) y a la complejidad de estos. Ya desde las actuaciones histriónicas de Mark Ruffalo y Toni Collette o algunos diálogos burdos (premio al de “Con razón perdiste las elecciones”) dice y subraya su mensaje. Notándose mucho más al ser una película que no se compromete al 100% con su sátira, no presentando problemas de tono pero sí de enfoque.

Virando y no decidiéndose entre sí hacer una comedia negra en un marco de ciencia ficción o una de historia de aventuras espaciales, cosa que se ejemplifica con la misma película teniendo dos escenas tan dispares como la de la cena y la de la “batalla final”. Una siendo donde el director saca lo mejor de sí mismo y entiende el juego en el que está, y la otra siendo algo hecho de forma casi que automática, como si fuera la imposición de un estudio. Un estudio que, si bien no sabemos (hasta el día de la fecha) si metió mano o no, sí deja entrever que la misma película es concebida como una simplificación total del cine de Bong. Un comentario social –que, de paso, ya quedó medio viejo- gritado a los cuatro vientos, con personajes extraños solo por el hecho de ser extraños y que intenta dejar una moraleja que no termina de quedar bien resuelta.

MICKEY 17 (2025, Bong Joon-ho)

Lo cual es una pena porque, si hay algo bueno en Mickey 17 -además de que Bong filma, compone y monta con una maestría total- es el desarrollo que tiene el personaje de Mickey dentro de todo este desorden. Aquel muchacho que su escape hacia el espacio no solo es debido a que la mafia lo persigue, sino que también lo hace a causa del trauma de la muerte de su madre. Mickey en toda la película es un personaje estancado en la juventud, tanto al momento de la clonación (siempre sale joven) como mentalmente, es por eso que la confrontación que tiene con su clon no es solo de que en la nave es condenatorio, sino también porque este sirve como reflejo de esas partes que detesta de sí mismo.

Es por eso que su desarrollo ya no solo va a ir por aceptar primero su rol de héroe y luego a esas partes para enfrentarse al régimen especial autoritario de Marshall (dejar los miedos de lado y hacer lo correcto en pos de algo mayor), sino que también de superar la muerte de su madre apretando un botón que, si bien esta vez sí entrega la muerte, se da por el bien de la humanidad. Cosa que se ve reflejada en su final donde, a diferencia del primer plano que presenta a un Mickey solo, en un primerísimo primer plano que lo encierra y con la cara cubierta de nieve (que cobra un significado sobre cómo los demás ven a Mickey), se vuelve sobre el debate de qué es lo que nos hace humanos, mostrándolo acompañado en un plano general de colores más cálidos. Ya no existe Mickey 17 o Mickey 18, sino Mickey Barnes.

Es en momentos como esos donde sale el Bong Joon-ho que todos conocemos. Aquel que, además del registro actoral (destacar dentro de esto la labor de Pattinson), dejaba todo a lo cinematográfico. Aquel que como en The Host o Snowpiercer, hacía que la tragedia logrará convertir y darle un propósito a sus personajes. Y sobre todo aquel que lograba plantear ideas inteligentes teniendo en cuenta algo importante: la historia va primero. Quizás al lector que esté llegando hasta acá seguro pensara que la solución es simple, no dejar que el director salga de su país natal, pero eso sería en cierta forma una simplificación. Lo importante es que, ya sea en Corea o Estados Unidos, el maestro haga lo que a él le interese de verdad y no estar buscando la aprobación de lo que esté de moda en el momento.

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