¿De qué trata El hilo fantasma?
“¿Qué tipo de historia de amor es “Phantom Thread”? La desgarradora historia del amor de una mujer por un hombre y el amor de un hombre por su trabajo. Un estudio árido y cómico de las asimetrías y conflictos en el corazón de un matrimonio. Una refinada pesadilla gótica a la manera de Henry James. Una fábula psicológica perversa de ego desenfrenado y deseo desquiciado. Todo esto es un catálogo parcial que no puede captar cuán extraña es esta película. O qué extrañamente fiel a la vida, al arte, al amor, a sí misma, se siente.”
Anthony O. Scott – The New York Times
“No hay duda de que Phantom Thread será elogiado por siempre como una gran película acerca de la moda, pero no creo que sea siquiera una buena. Su visión de cómo se hace la moda parece desecada y sin aire, como si la ropa hermosa pudiera crearse solo bajo una cúpula de opresión y ansiedad.”
Stephanie Zacharek – Time
En Contra la interpretación (1966), Susan Sontag plantea que es inevitable que los críticos continúen tratando las obras de arte como si de declaraciones se tratara, ya que al menos desde Denis Diderot en adelante, la gran tradición de la crítica en todas las artes trata en efecto la obra como una afirmación hecha en la forma de una obra de arte. Según Sontag, este tratamiento supone dar al arte un uso. “Semejante tratamiento poco tiene que ver con lo que sucede en la realidad cuando una persona con cierta sensibilidad estética mira a la obra de arte de un modo adecuado. La obra de arte, considerada simplemente como obra de arte, es una experiencia, no una afirmación ni la respuesta a una pregunta. El arte no sólo se refiere a algo; es algo. Una obra de arte es una cosa en el mundo, y no sólo un texto o un comentario sobre el mundo.”
Sigue Sontag acerca de las obras de arte: “Presentan información y valoraciones. Pero su rasgo distintivo consiste en que no dan lugar a un conocimiento conceptual… sino a algo parecido a una emoción… Decir esto es decir que el conocimiento que adquirimos a través del arte es experiencia de la forma o estilo de conocer algo, mejor que conocimiento de algo en sí mismo… Esto explica también cómo el valor de la expresividad –es decir, del estilo- precede, y con razón, al contenido… De ahí también la peculiar dependencia que la obra de arte, por expresiva que sea, mantiene respecto de la cooperación de la persona que vive la experiencia”.
Tomemos el título de la película de Paul Thomas Anderson: El hilo fantasma. El mismo podría hacer referencia a la costumbre del personaje de Daniel Day-Lewis, Reynolds Woodcock, de coser un mensaje oculto entre los pliegues de cada nuevo vestido de su producción. O podría también referirse a aquello que une irracionalmente a dos personas y que no siempre se puede apreciar superficialmente, un hilo invisible o fantasma. Podría también hacer referencia a la profunda y confusa relación que mantiene el diseñador con su madre muerta.
En una entrevista que Paul Thomas Anderson dio en la Cinémathèque Française, el cineasta confesó no estar seguro de lo que el título significa: “En un libro de los tantos que leí para hacer la película, se decía que en la época victoriana las costureras trabajaban en condiciones realmente horribles, en lugares muy oscuros y claustrofóbicos durante muchas horas. Cuando regresaban a sus casas por la noche, esas costureras todavía podían ver lo que el autor del libro describió como hilo fantasma. Las costureras imaginaban que seguían cosiendo. De ahí tomé el título, que es muy evocador pero que no estoy seguro en qué forma se puede aplicar a esta película. Lo que sí es que suena muy bien.”
Más simple de lo que uno podría esperar, ¿no es cierto?
Otro ejemplo. Una de las reseñas que cité al comienzo hace referencia a El hilo fantasma como una película sobre la moda. ¿Lo es, realmente? La idea de la película surgió cuando, estando PTA enfermo en cama recibiendo los cuidados de su esposa Maya Rudolph, ella le dirigió una mirada llena de amor y ternura como hacía tiempo no hacía.
En la entrevista de la Cinémathèque Française Paul Thomas Anderson explica que cuando él y Daniel Day-Lewis comenzaron a escribirla (aunque el actor no figure en los créditos, el guión es trabajo de ambos), no sabían qué clase de trabajo tendría el personaje. Sí sabían que el personaje era un hombre verdaderamente apasionado por su trabajo, y que preferentemente debía ser artista. Contemplaron muchas posibilidades: pintor, escultor, etc. Pero cuando surgió la idea de que fuese diseñador de moda, entendieron que eso era lo que estaban buscando: un hombre rodeado de mujeres. Más aún cuando investigaron y se dieron cuenta que en general los diseñadores de moda parecían tener una relación muy profunda y confusa con sus madres.
En otras palabras, la idea que inspiró a los creadores nunca fue la de hacer una película sobre la moda.
Un último ejemplo. Le preguntaron al cineasta si la puesta de cámara buscaba generar un ambiente claustrofóbico en consonancia con la personalidad de Woodcock y la relación que mantiene con la hermosa Alma:
“Físicamente no hay espacio para mover la cámara”, explica. “Estás filmando en una casa georgiana. Así que, a menos que quieras empezar a hacer tomas de mierda con la grúa por el suelo y cosas como esa, entonces el estilo surge de la propia historia y de los personajes”.
Siguiendo a Sontag, y a la luz de estos ejemplos, es una tendencia de muchos críticos el buscar significados en la obra, tomándola como una declaración. Estos tres ejemplos demuestran que no siempre hay un significado o una intencionalidad creativa particular.
Sí considero que existe un “hilo fantasma” que actúa cuando se contempla una obra de arte y se establece un vínculo personal con la obra, que dispara ciertos mecanismos en el espectador que pueden derivar en un entendimiento alejado de las motivaciones o ideas originales del mismo, pero no por eso menos válidas para analizar y reflexionar.
“El conocimiento que adquirimos a través del arte es experiencia de la forma o estilo de conocer algo, mejor que conocimiento de algo en sí mismo”. El hilo fantasma es una obra de arte que por su forma, estilo y realización ha hecho que sea para mí una experiencia capaz de cuestionarme ideas y provocar reflexiones.
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Aunque al principio parezca que la nueva película de Paul Thomas Anderson trate sobre la personalidad obsesiva y controladora de un exitoso y prestigioso diseñador de moda en el Londres de los cincuenta, y de su enfermiza relación con la joven Alma, nueva musa inspiradora que encuentra en su camino, El hilo fantasma funciona como una hermosa y sutil metáfora sobre el amor y la aceptación del otro.
Desarrollada en una época cuya tradición ha quedado ya prácticamente en el pasado, su hilo conductor o tema subyacente está más vigente que nunca: en la era del internet y de las redes sociales, en la que el paradigma está cambiando continuamente, de encuentros y relaciones cada vez más fugaces, de falta de tiempo y necesidades urgentes, de relaciones abiertas y búsqueda de libertad, seguimos preguntándonos qué es el amor, cuál es la forma correcta de amar, cuándo es el momento adecuado para invertir nuestro tiempo en apostar a una relación de pareja y con quién hacerlo, qué implica esa relación en términos de sacrificios, compromisos y derechos y cómo lograr una convivencia exitosa.
En una relación muy pronto deja de importarnos cómo es realmente el otro. Se desata el juego de proyección por el cual vemos aquellas cosas que queremos o necesitamos ver. Aceitado esto por el deslumbramiento inicial y los momentos de una felicidad que pretendemos eterna.
A Reynolds Woodcock y Alma les ocurre lo mismo cuando se conocen. Cuando él la conoce, inmediatamente proyecta vestidos en ese cuerpo que considera perfecto. En su primera cita le pide a Alma tomarle sus medidas y le prueba un vestido. Inmediatamente la joven se convierte en su musa y su modelo. Esa atracción aumenta cuando Reynolds descubre que sus primeros diálogos y conversaciones son inteligentes y que Alma es desafiante en sus planteos. Ni que hablar cuando ve que Alma se adapta a su ritmo de trabajo. El punto culminante, en que Reynolds siente que lo ha comprendido como artista, es cuando Alma desnuda a la fuerza a una aristócrata ataviada con un fabuloso vestido creación de Reynolds Woodcock para su cuarto o quinto matrimonio, porque Alma considera inaceptable que una vieja alcoholizada haga papelones en una fiesta frente a la alta sociedad londinense portando ese vestido. Más respeto con el trabajo de Reynolds Woodcock; si los clientes no están a la altura de lo que están comprando, entonces no lo pueden llevar puesto.
Reynolds se ha “hecho la película” completa y cree haber encontrado finalmente a la persona adecuada. En un momento le dice a Alma: “Siento como si hubiese estado buscándote desde hace mucho tiempo”. Si bien es un viejo veterano solterón con experiencia y reticencias, el rayo de esperanza se ha instalado en su imaginación. Podríamos decir que se ha enamorado de este personaje creado a medias por lo que verdaderamente es Alma y por lo que él proyecta en ella.
A Alma le ocurre algo similar. Ha conocido a un diseñador cuyos modelos mueren por vestir todas las señoras de la alta sociedad. Él está enamorado de su cuerpo y, pese a que se encarga de decirle que no tiene senos, le dice que eso es perfecto y que él va a dárselos, si él quiere. Este gran artista, misterioso, solitario, obsesivo y profesional (para dejar de lado la diferencia de clases sociales entre ellos, ya que él es rico y ella es camarera) ha elegido a Alma como musa. Ella pasa a ser una figura casi central para la firma Woodcock, siente que se ha establecido una dupla inseparable (lo de dupla es relativo, porque está Lesley Manville en una espectacular interpretación de Cyril, la hermana y socia de Reynolds) y proyecta esa relación a futuro incluso sintiendo que va a poder influir en las decisiones de Reynolds y aportar modernidad a sus diseños.
Se han enamorado, la relación fluye, cada uno proyecta sus expectativas y por lo tanto también hace pequeñas concesiones. Pero pasa el tiempo y la convivencia y la realidad comienzan a instalarse.
Todo en la vida de Reynolds es muy estructurado. Sobre todo su rutina. A la mañana, durante el desayuno él se concentra en trabajar y plasmar sus bocetos en un pequeño cuaderno de notas. Su hermana desayuna en silencio. Ocurre el primer incidente. Alma le pone manteca a su tostada y hace ruido. Mastica la tostada crocante y hace ruido. Reynolds se detiene, hace una pausa, mira de soslayo. Alma continúa. Reynolds pide o exige que no haga ruido, no se puede concentrar y es crucial para él y su trabajo ese momento de la mañana. Alma opina que es muy quisquilloso. Reynolds le dice que si le parece quisquilloso entonces desayune después que él. Ella insiste con lo de quisquilloso. Él le dice que no puede iniciar el día con una discusión. Convivencia, “manías”, derechos, sacrificios, concesiones.
Es increíble cómo una vez que el personaje de Daniel Day-Lewis pide silencio, se genera un clima de tal tensión en la película y en el espectador, que el mínimo sonido provocado por el movimiento de Alma parece magnificarse y convertirse en un estruendo. ¿Debería Reynolds superar su manía y olvidarse del ruido para poder así compartir el desayuno con Alma?
Es claro que esto puede constituir una manía de Reynolds, pero también podemos tomarlo como sistema y costumbre de trabajo. Alma lo conoció siendo él ya un gran diseñador y un hombre que se ha construido a sí mismo. Y esa rutina de trabajo es parte de esa construcción y rutina de trabajo. ¿Es una manía de ella querer alterar eso?
Alma se enamoró de Reynolds siendo él así. ¿Por qué ahora quiere cambiarlo en vez de adaptarse a esa costumbre que según él es crucial para su trabajo?
¿Dónde están los límites? ¿Quién debe hacer esas concesiones? ¿Cuál es la forma correcta de amar y respetar al otro?
Alma se entera, tanto por Reynolds como por Cyril, que Reynolds odia la manteca, y en particular los espárragos salteados en manteca. Para el cumpleaños de Reynolds Alma decide, pese a los consejos en sentido contrario de Cyril, que le dice que a Reynolds no le gustan las sorpresas ni nada que altere su rutina, organizarle una cena sorpresa y cocinar ella, y decide pedirle a todo el personal de servicio de la casa que se ausente.
Reynolds llega a la noche, encuentra la casa vacía y genuinamente comienza a alterarse. Alma aparece radiante en la escalera y le anuncia su sorpresa. Reticente y haciendo que se note su incomodidad, Reynolds sube la escalera y sigue a Alma. Para cenar, casualmente la joven ha preparado espárragos salteados en manteca. Reynolds come despacio, incómodo, enojado. Alma le pregunta qué sucede. Reynolds le contesta que considera que se está comportando con demasiada caballerosidad al comer esos espárragos en manteca sin tirárselos por la cabeza, siendo que ella sabe que los detesta.
¿Es una prueba de Alma? ¿Por qué lo hizo? ¿Acaso no es habitual que cuando se entabla una “guerra” de convivencia comiencen a ocurrir pequeños gestos de ataque poniendo al otro a prueba? ¿Y no suele ocurrir que el otro lo detecta pero no lo dice porque cree que de esa manera está ganando la contienda? En este caso Reynolds decide poner las cartas sobre la mesa y enfrentar a Alma hablando de forma honesta.
Las situaciones se suceden. Paul Thomas Anderson nos ofrece un panorama claro de la crisis en la que ingresa esta relación: esa tormenta que acecha la convivencia, cuando la novedad del enamoramiento se ha terminado. Reynolds llega a decirle a Alma: “¿Es esto una emboscada? ¿Fuiste enviada a arruinarme la noche y posiblemente mi vida entera?”
Reynolds siente por un lado esa atracción que le provoca Alma como musa y modelo, pero comienza a detestar la otra cara de Alma: una interferencia continua en su rutina y decisiones, y a quien considera controladora.
Cuando una noche Alma quiere ir a una fiesta y le pide a Reynolds que la acompañe, este se niega. Para su sorpresa, Alma decide ir sola. Reynolds comprende que Alma puede estar finalmente escapándosele, y corre desesperado a la fiesta. Le ofrece matrimonio.
Contradicciones, sentimientos encontrados, dudas.
Finalmente ocurre el punto de inflexión o vuelta de tuerca en la historia. Alma decide envenenar a Reynolds y para eso recoge hongos especiales en el campo. Pensamos que estamos ante la historia repetida que ya hemos visto en La guerra de los Roses (1990) y tantas otras películas. Reynolds come y suponemos que la historia está llegando a su fin. Pero no. Reynolds no muere. Cae enfermo con dolores muy agudos, y Alma se encomienda a su cuidado, se deshace en atenciones. Durante su convalecencia Reynolds se muestra nuevamente tierno con Alma, y surgen diálogos íntimos y confesiones. Reynolds busca a Alma.
Cuando Reynolds se recupera, vuelve a ser la misma persona exigente, controladora, obsesiva y estructurada que rechaza a Alma en la convivencia.
En la magnífica escena final, vemos a ambos personajes en la cocina de la casa de campo. Él sentado a la mesa observando subrepticiamente mientras Alma cocina. Y en ese momento sabemos que Reynolds Woodcock se ha dado cuenta de todo. Sin embargo, cuando Alma sirve la comida, Reynolds no duda en probar bocado. Ha aceptado el acuerdo que Alma le propone. Esa pareja, en su lenguaje propio, unidos por ese hilo fantasma irracional que no todos pueden comprender o intuir siquiera, ha encontrado un camino, su camino.
Alma le dice entonces a Reynolds: “Te quiero acostado en la cama, indefenso, tierno, abierto, estando solamente yo para ayudarte. Y luego te quiero fuerte de nuevo. No vas a morir. Tal vez quieras morir, pero no vas a hacerlo. Necesitas tranquilizarte un poco.”
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Título original: Phantom Thread| Año: 2017 | Duración: 130 min. | País: Estados Unidos/ Inglaterra | Dirección: Paul Thomas Anderson| Guión: Paul Thomas Anderson| Música: Jonny Greenwood | Fotografía: Paul Thomas Anderson | Reparto: Daniel Day-Lewis, Vicky Krieps, Leslie Manville, Camilla Rutherford, Gina Mckee, Brian Gleeson | Productora: Focus Features/ Universal Pictures.