En la noche del lunes pasado, después de luchar varios años contra un cáncer, falleció Ronald Melzer, Ronnie. Su carrera como crítico, videoclubista, juez de fútbol, distribuidor y productor de cine, es más bien conocida por los que puedan leer este post y está siendo repasada en otros portales. Intentar aportar algo en ese terreno, afectado todavía por el hecho y siendo, a diferencia de otros colegas, alguien que apenas lo conoció durante 7 años, sería impostar la voz.
Me siento a escribir -y se me hace inevitable la primera persona- para intentar figurarme, mientras escribo, una manera de homenajearlo y recordarlo con justicia. Pienso en los hechos cruciales: que en su videoclub se formaron varios de los realizadores más importantes de la historia de nuestro cine; en su participación en el proyecto ’25 Watts’, que resultó ser un mojón en esa historia; en sus críticas, verborrágicas, lúcidas y pasionales; en BuenCine y su distribución de casi todo el cine uruguayo. Pero me quedo corto.
Entonces pienso en los detalles. En cómo una vez abrió un diccionario de realizadores, pasando las páginas al azar y diciéndome el nombre de cada uno de los apellidos que aparecían. En su gusto por la música de Benny Goodman, la humilde confesión de que alguna vez aprendió a tocar el clarinete, o su afición por los juegos de cartas y los helados. Pero no viene al caso, ¿o sí?
Recuerdo ahora que a Ronnie le gustaba la idea de que, en el mundo del cine, la mayor pérdida ante una muerte no era la ausencia física sino el punto final de una obra. Y eso es mucho de lo que echaremos de menos: su obra: las críticas de los viernes en Brecha, su inagotable energía emprendedora, su disposición para charlar de cine, decirnos qué piensa de tal título y recomendarnos otro que quizá (y así era) nos guste más.
A su pesar, para los que lo conocimos de cerca o trabajamos para él, hay un poco más: esa faceta más recóndita, casi oculta, que lo llevaba a identificarse (él lo decía) con el Zampano de ‘La Strada’, un individuo osco, poco demostrativo, pero en el fondo enternecedor.
Ahora me figuro la mejor manera de homenajearlo. Ronnie odiaba las recomendaciones que no estuviesen dirigidas a una persona o una situación determinada. Cuando los socios del videoclub le pedían una película que le haya gustado, rara vez les nombraba una película que le gustara a él, sino que les ofrecía una que creeía les gustaría a ellos. “¿Qué tenés ganas de ver?”, nos enseñó a preguntarles. Durante los 7 años que lo conocí, como mi jefe, tutor, amigo, fueron pocas las veces que lo escuché decir sin embrollos sus películas favoritas, pero esas pocas me quedaron grabadas. Acercarse a él mediante algunas de las películas que en sus últimos años recordaba como sus favoritas parece ser -o al menos se me figura ahora- como la manera más justa de recordarlo. Van:
– The Searchers, John Ford
– El Mercader de las Cuatro Estaciones, de Reiner Werner Fassbinder
– La Strada, de Fellini
– La Ley de la Hospitalidad, de Buster Keaton
– Vértigo, de Hitchcock
– Intriga Internacional, de Hitchcock
– Besos Robados, de Truffaut
– Ninotchka, de Ernst Lubistch
– Emperdor del Norte, Robert Aldrich