EL CHEVROLÉ (1999)

“Insólita” es tal vez el primer adjetivo que se le puede ocurrir a uno si tuviera que describir con una sola palabra El chevrolé de Leonardo Ricagni. De todos los Montevideos que se han visto en el cine nacional, posiblemente no haya ningún otro tan despersonalizado y atravesado por influencias pop. El chevrolé vive en la visión de una ciudad poblada por clichés pintorescos, fiestas populares y crimen organizado, donde su gente vive entre el gesto caricaturesco y el culto religioso. Es una película única en su especie, no por su admirable destreza técnica ni por la energía extática que sustenta sus imágenes, sino por su enfoque y la extrañeza de los elementos que la constituyen.

Basado en la obra de teatro El regreso del gran Tuleque de Mauricio Rosencof, la película se centra en un idiosincrático rockero, portador de talismán mágico, que luego de salir de la cárcel y deambular sin propósito, encuentra en el afiche de un concurso de bandas la excusa para reunir a su legendario grupo musical, Los chevrolé. Tuleque (Jorge Esmoris) emprende un viaje por diferentes locaciones en búsqueda de sus viejos amigos (Ruben Rada, Leo Masliah, Hugo Fattoruso, Horacio Buscaglia y Atilio “Macunaíma” Perez da Cunha), mientras se pone en los hombros salvar un terreno baldío con una especie de fuente sagrada de agua bendita, lugar de adoración, donde un jefe mafioso (Augusto Mazzarelli) planea construir un hotel de cinco estrellas. De paso, enamora a una prostituta española (Pastora Vega), quien se pone de su lado para conspirar en contra de los poderosos.

Se trata de una coproducción entre Uruguay, Argentina y Chile, se filmó en Montevideo, y su post-producción se llevó a cabo en Inglaterra. Es tal vez por eso que la copia que se mostró en el MONFIC la semana pasada tenía créditos en inglés, un título traducido (The Life Jacket is Under Your Seat / El salvavidas está bajo tu asiento) y el resto de la película venía acompañado de una narración en inglés norteamericano, con un leve acento extranjero, cuya puesta en voz es la de un viejo sabio callejero. No solo llama la atención que la voz en off esté en inglés y el diálogo de los personajes en español, sino que la narración es un tanto invasiva y por momentos redundante, llenando espacios omitidos por las escenas o reiterando frases más veces de lo necesario, como cuando busca exaltar la excepcionalidad de lo que ocurre al invocar la típica expresión: “En esta ciudad donde no pasa nada…”

En el Montevideo de El chevrolé pasa de todo, especialmente si consideramos que la acción transcurre en un día en que coincide el concurso de bandas de rock con el desfile de las llamadas y la fiesta de Iemanjá. El aire de fiebre histriónica, la supuesta narración a la western y la presencia constante de música son las características más preponderantes en una película que mezcla géneros según dicta su capricho, manera en que también utiliza superficialmente aspectos de la cultura uruguaya (como el típico boliche, el candombe, el Hotel Carrasco, el Parque Rodó, la Playa Ramírez repleta de gente en Iemanjá) o en que toma prestados recursos narrativos familiares, siendo el “¡Nooo!” que Tuleque vocifera de rodillas al aire uno de tantos.

El chevrolé (nombre que proviene del auto Chevrolet Bel Air, 1957, partido a la mitad, que Tuleque arrastra por la ciudad como carruaje) hace uso y abuso de las técnicas de filmación propias de comerciales y videoclips, como los ángulos torcidos desde abajo con lentes gran angular, los veloces fundidos a blanco o los movimientos rápidos de grúa, e incluso los mismos esquemas de iluminación y el montaje. Estas características determinan el tipo de imágenes que se registran y el pulso con que estas progresan, pero también impiden que el espectador pueda establecer una conexión emocional con la “trama” o los personajes. La película está más formada por momentos y secuencias que por escenas que evolucionen orgánicamente desde la historia. Para el espectador no hay profundización en su universo, tal vez porque haya poco y nada detrás del espectáculo. No hay límite definido, además, entre el afán de contar una historia y la colocación de productos, la creación de personajes auténticos y el uso de personalidades famosas, pregnar el universo de una locura expresionista y lucir un alto presupuesto. Más allá que posiblemente la participación de artistas reconocidos  (en la competencia de las bandas tocan Hot Jam Band, Abuela Coca, El Peyote Asesino y Plátano Macho y su conducción la lleva a cabo Pipo Cipolatti) haya sido lo que aseguró la financiación de la película, es el talento propios de un director publicitario como Leonardo Ricagni, que maneja hábilmente cierto tipo de artificialidad, lo que termina por sabotear el intento de su espectador por invertir algo más que la vista y el oído.

Tuleque, que parece una mezcla entre Frank Zappa y Jack Sparrow, pone a Montevideo bajo su hechizo vudú cocainómano y se ríe de las consecuencias. La historia seguramente funcionaría mejor en un lugar como Miami, donde la propuesta visual y narrativa tendrían más sentido, si bien esta es una sugerencia que suena sacada de Romeo + Julieta (1996) de Baz Luhrmann, película que pudo haber servido de inspiración para el equipo de Ricagni. Hay que destacar que ver El chevrolé es una experiencia bastante singular y que tiene su cuota de momentos únicos. Es el filme debut de su director, hecho que es fácil de olvidar debido a los recursos empleados y que algunas de las tomas virtuosísticas recuerdan, aunque sea tangencialmente, a Soy Cuba (1963). La verdad es que no hay reseña que haga justicia a El chevrolé, tanto por lo que funciona en ella como lo que no. Pueden verla en Vimeo On Demand, pagando dos dólares. Ver para creer.

 


Dirección: Leonardo Ricagni / Producción: Pablo Behrens / Guión: Leonardo Ricagni, Pato Lopez y Nestor Piñón / Basado en: “El regreso del gran Tuleque” de Mauricio Rosenkof / Dirección de fotografía: Horacio Maira / Edición: F. Guariniello y F. Rossi / Música: Mario Grigorov / Elenco: Jorge Esmoris, Pastora Vega, Ruben Rada, Tabare Rivero, Augusto Mazzarelli, Petru Valenski, Leo Masliah, Hugo Fattoruso, Horacio Buscaglia, Macunaíma, Carlos Villavicencio, Canario Luna, Ciruja Montero, Bananita González, Ariel Caldarelli, Héctor Spinelli, Pipo Cipolatti, Letitia D’Aremberg, Tito Haas.

Para hacer posible más artículos como este, apoyá nuestro proyecto. ¡SUSCRIBITE!