Co-escrita por Tricia Cooke y siendo la segunda película dirigida por Ethan Coen sin la participación de su hermano Joel, este pasado Febrero se estrenó Drive-Away Dolls (o en español “Dos chicas a la fuga”). Esta road-movie queer de menos de 90 minutos está generando opiniones divididas tanto en el público como en la crítica.
La película sigue a Jamie (Margaret Qualley), quien tras romper con su novia Sukie (Beanie Feldstein) decide hacer un viaje por carretera a Tallahassee con su amiga Marian (Geraldine Viswanathan). Sin saberlo, acaban alquilando un auto que en la valija tiene un maletín cuyo contenido (un set de 4 dildos personalizados y la cabeza de Pedro Pascal) interesa a personas importantes y peligrosas. Esto resulta en un viaje absurdo en el que las protagonistas, al mismo tiempo que evaden a los tipos malos, deben resolver sus propios problemas personales.
Este nuevo sub-género de comedias surrealistas sobre lesbianas moralmente cuestionables que se ha estado desarrollando en los últimos años siempre trae obras controversiales. Bottoms (2023, Emma Seligman) es el ejemplo más mediático de esta especie de corriente cinematográfica; en la que también entrarían películas como Shiva Baby (2020), Bodies Bodies Bodies (2022), Do Revenge (2022) o Booksmart (2019). Marcado por tener protagonistas egoístas, situaciones incómodas y diálogos dirigidos claramente a las personas de generación Z; todas estas películas, en mayor o menor medida, ofrecen un estilo de humor que puede no ser para cualquiera, pero que resulta satisfactorio para quien logra meterse en el universo absurdo que plantean.
Ahora, aunque Drive-Away Dolls intenta cumplir con la consigna, en momentos no llega a lograrlo del todo. En una especie de intento de representar y jugar con una liberación sexual femenina, la película está plagada de chistes sobre dildos (que resultan en una visión reduccionista y estereotípica de la sexualidad sáfica) y escenas cuyo humor radica exclusivamente en decir muchas veces la palabra “lesbian” o “dyke” (“torta” en criollo). Si bien en muchas ocasiones logra funcionar, en otras tantas no logra cuajar del todo, dando cierta vergüenza ajena. Aun así, cuando no trata de emular lo logrado el año pasado en Bottoms, la película sabe ser graciosa; dejándose ver la edad de Ethan Coen y Tricia Cooke, que están mucho más cerca de la jubilación que de los 29 años de Emma Seligman.
En general, Drive-Away Dolls ofrece un visionado corto y ligero, con sus aciertos y sus fallas, pero que sabe entretener. Es una película fresca, bien actuada, bien dirigida y con un guion que oscila entre lo ingenioso y lo incómodo que, aunque no logre todo lo que se propone, se consolida como parte del sub-género y aporta a su expansión.