“Si pudiese, solamente, sacarse del espíritu esa desdichada esperanza de ganar.”
Anna Dostoyévskaya, Diario
“Down here it’s just winners and losers
and don’t get caught on the wrong side of that line”Bruce Springsteen, Atlantic City
Se estrenó en Netflix la nueva película de los hermanos Safdie: Diamantes en Bruto (o Uncut Gems en inglés), protagonizada por Adam Sandler. En Estados Unidos la película se pasó en cines (donde sigue exhibiéndose) mientras que en el resto del mundo llegó directamente a la plataforma de streaming.
El film es una co-producción de Netflix y A24, compañía que se caracteriza por producir y distribuir, principalmente, cine de “autor”que aspira a cierta calidad artística. Pese a su reciente fundación (2012), A24 tiene en su catálogo varias obras reconocidas: Ex Machina, Moonlight, Lady Bird, Under the Skin, Heredity, y un largo etcétera. Han logrado desarrollar un sistema que permite que este tipo de películas puedan, en primer lugar, ser realizadas y luego vistas por un público relativamente amplio.[1]
Si no conoce a Joshua y Benjamin Safdie, debería: son los directores de Heaven Knows What (2014), una trágica historia de amour fou entre dos heroinómanos; y Good Time (2017), un viaje lisérgico y pesadillesco, en el que un ladrón (Robert Pattinson) intenta conseguir el dinero necesario para pagarle el tratamiento a su discapacitado hermano (Benjamin Safdie): un intenso drama criminal y una hermosa historia de hermandad. Ambos films son de lo más interesante que se ha producido en el cine norteamericano reciente y establecían a los hermanos Safdie como una de sus promesas. La sospecha de que son grandes directores se confirma con Uncut Gems.
Como en las dos anteriores, Uncut Gems se desarrolla en un universo particular (en este caso el distrito de los diamantes neoyorkinos), universo retratado con gran precisión, inscribiéndose así en cierta tradición realista (los directores siempre han investigado el milieu que retratan[2] y suelen utilizar a actores no profesionales y locaciones “reales”). Este realismo lo combinan con una avasallante capacidad fabuladora y una gran destreza técnica (que no se basa en la creación de planos sobresalientes por sí mismos, sino en la manufacturación de un mecanismo implacable en el que cada pieza se integra a la perfección), creando una cadencia hipnótica y densa en un cine que podríamos describir como visceral, de sensaciones casi corporales que van directamente al sistema nervioso del espectador. [3]
Estos sórdidos universos, por momentos casi infernales, guardan cierta distancia con el mundo exterior (cuando los personajes salen a la calle pensamos: todo lo que puede estar sucediendo alrededor nuestro), aunque, evidentemente, no son completamente herméticos (¿son producto del mundo exterior?, ¿reflejos más intensos de este? ¿o alternativas?), pero sí parecen regirse por sus propias normas: están un poco por fuera de la legalidad y las reglas morales. Los personajes los transitan sin querer o sin saber escapar, siguiendo su propia lógica hasta sus últimas consecuencias, con una abrumadora intensidad. “Gimme a break” (dame un descanso) es una frase que repiten sus agotados personajes, como una suerte de leitmotiv, y el espectador también pide un respiro de estas angustiantes e inquietantes situaciones.
Uncut Gems (co-escrita por los directores junto con su habitual colaborador Ronald Bronstein) narra la historia del joyero judío-neoyorquino Howard Ratner (Adam Sandler). Ratner es un ludópata y contrajo una enorme deuda, lo que provoca que sea extorsionado por un prestamista y sus matones para que pague el dinero debido. Las cosas parecen cambiar cuando Ratner recibe una valiosa gema desde Etiopia con cuya venta pretende saldar sus deudas.
Entra entonces en la historia Kevin Garnett, archi-famoso jugador de la NBA (el papel es interpretado por el propio basquetbolista), quien ve la gema y tiene una conexión cuasi mística con esta: simplemente la tiene que tener para el partido que juega esa noche. No está en venta porque se va a rematar en unos días, pero Ratner accede a prestársela. Convencido que, bajo el influjo, de la gema, Garnettva va jugar un gran partido, Ratner apuesta dinero en Garnett y en la victoria de los Celtics (dinero que consigue empeñando un anillo de campeonato que le dejó el jugador a cambio del préstamo de la joya).
Se desencadenan entonces una serie de imprevisibles desvíos en una suerte de (como alguien lo describió) picaresco absurdista.
Y esto no es nada. El film nos sumerge, casi desde el primer fotograma, en el universo de Ratner, ahorrándose las tradicionales escenas de presentación (comienza in medias res, evidentemente). Intentamos seguirle el paso mientras va de un lugar a otro, de una situación a otra, de una amenaza a otra, de su esposa a su amante, de una apuesta a la otra, en un frenético vaivén maníaco-depresivo. Se acumula la tensión y Ratner y la trama parecen estar a punto de explotar en cualquier momento. Los personajes hablan constantemente, en una verborragia casi insoportable, muchas veces uno arriba del otro (en varios momentos ni se escuchan entre ellos) y el film está casi sobresaturado de sonido (música, ruidos, etc.). Este nos conduce de una escena a la otra. Una extraña screwball comedy, teñida de ansiedad.
Se abren constantemente líneas narrativas que desaparecen para volver a aparecer luego, que se cierran en cualquier momento del film, o que ni se desarrollan.Muchas veces nos vemos sorprendidos por un personaje que vuelve a reaparecer: a mira de quién me había olvidado, pensamos,pasó tanta cosa en el medio que no nos da el tiempo de recordar, concentrados, como estamos, en seguirlo que pasa. Vivimos en un presente sin espesor (casi no se hace mención a eventos pasados) que se autodestruye al tender constantemente al futuro, en una inquietante sucesión de deadlines(el día hasta el que elprotagonista puede pagar sus deudas, la fecha de la subasta, el próximo partido, etc.)
Ratner juega por dinero pero no sólo por eso. Se traza un paralelo con El jugador, novela de ese genial y torturado escritor y ludópata que fue Dovstoievski. Como el personaje, y narrador, de la novela Alekséi Ivánovich, Ratner quiere ganar dinero (“¿Por qué necesito dinero?, me pregunta usted. ¡Qué pregunta! ¡Porque el dinero lo es todo!”) pero como Ivánovich lo que quiere sobre todo es jugar y ganar: “Lo esencial es el juego en sí mismo. Os juro que la codicia no juega un papel aquí, aunque por cierto el dinero es lo que más falta me hace.”
“El juego por el juego” como agregaría Freud en Dostoievski y el parricidio, ensayo en el que ofrece una explicación psicológica de la ludopatía (explicación que se aplica, sin saturarlo, al film): “La pasión por el juego, con las vanas luchas por evitarlo y las ocasiones que ofrece para el auto-castigo, constituye una repetición de la compulsión de onanismo”. [4]
El juego por el juego entonces, la apuesta casi como fenómeno estético que se justifica por sí mismo más allá de su utilidad práctica (generar dinero): “¡O no es el dinero lo que quiero! (…) y sin embargo como me estremezco, como mi corazón se congela cuando escucho al croupier exclamar: treinta y uno rojo”, exclama Ivánovich. La pasión amorosa o sexual y la pasión ludópata (ambas están ligadas) parecen ser lo único que en el film logran congelar el corazón de nuestro protagonista.
Está obsesión por ganar (hay que recordar que, como para Dostoievski, para Ratner las apuestas que realiza son completamente lógicas) se sintetiza en el memorable discurso que este pronuncia frente a Garnett, uno de los momentos más electrificantes de la película. (SPOILER) Hace unos instantes, Ratner había sido humillado (le daba vergüenza que lo mirasen), había tocado fondo y se lamentaba que nada le saliese bien, pero ahora había conseguido el dinero para saldar sus deudas y todos los problemas parecían finalmente resueltos. Sin embargo, comienza a darse manija y decide apostarlo en un partido de Garnett, recomenzando así un ciclo que no parece tener fin. Parece casi una cuestión de principios: teniendo el mundo en su contra él se mantiene fiel a estos. (FIN DE SPOILER)
Él no es deportista, pero está es la manera que tiene para ganar: “This I how I win” exclama, frase que se convirtió rápidamente en un meme (y que parece tener ecos del: “We’re gonna win so much you may even get tired of winning and you’ll say please, please, Mr. president, It’s too much winning!”, de Trump). El deportista y el apostador quieren jugar y ganar y este deseo los consume. Así mientras avanza en su discurso y nos damos cuenta que va a apostar, el espectador tiene (aquí como en ningún otro momento) esas sensaciones encontradas de las que hablábamos: por un lado queremos que pare, que ya no apueste, que no se haga eso; por el otro compartimos su excitación y su frenesí, queremos acompañarlo nuevamente. Teoría de la narrativa cinematográfica: querer la resolución de los conflictos pero saber que lo excitante está en el conflicto (tensión entre el orgasmo y la excitación sexual).
El estar tan cerca de Ratner (el film comienza con una radioscopia de su colon) hace que podamos padecer y disfrutar junto a él de su pasión; y que veamos lo que tiene de auto-destructiva y nociva (no lo abandonamos sino en algunos pocos, pero claves, momentos). Esta identificación evita que lo veamos como un monstruo lejano a nosotros: finalmente a nosotros también nos dominan pulsiones irracionales que apenas podemos controlar y comprender. Es por esto que es una identificación incomoda.
Así nuestra relación con el personaje es profundamente ambigua: nos fascina sin dejarnos de parecer repulsivo. Esta ambigüedad está explicitada en el film a través del concepto que tienen sobre él las dos mujeres de su vida: su esposa y su amante. La primera le dice que es la peor inmundicia que conoce, la segunda se lo tatúa en una nalga. Ambas visiones nos parecen completamente entendibles y compatibles: cómo no vamos a odiarlo pero, también, cómo no vamos a amarlo locamente. (A esto contribuyen las excelentes actuaciones de Julia Fox e Idina Menzel, en los papeles de amante y esposa respectivamente. Ambos personajes son lo suficientemente fuertes e interesantes como para que compartamos su visión y movimientos y ambos existen por fuera de Ratner).
Es un gran mérito de los hermanos Safdie llevar a su personaje hasta las últimas consecuencias, no pararlo para que podamos tener una relación más unilateral con él (uno de los problemas de Dirty Harry, por ejemplo), así Ratner llega a poner a su familia en riesgo por sus apuestas pero sigue, a conciencia, con estas.
Un hombre prendido fuego cuya llama es deslumbrante y que está dispuesto a seguir alimentándose de combustible para seguir brillando. Lo pueden golpear, lo pueden humillar, etc., pero, como Jake La Motta en Toro Salvaje, él sigue en pie y no se cae. Inclusive el mafioso que quiere cobrarle la deuda no puede dejar de admirar su integridad o coherencia por llamarlo de alguna manera.
Los directores dijeron que el diamante en bruto del título es, también, el personaje: una gema que a pesar de su apariencia sórdida (como la gema que recibe de Etiopia que está cubierta, en gran parte, por roca) encierra una gran belleza que podemos apreciar solo si la miramos de cerca y por un tiempo detenido: así el plano que mencionamos en el que se muestra su colon se conecta con un plano que nos conduce por el interior de la gema (que parece contener todo el cosmos: el infiniment petit e infiniment grand del que hablaba Pascal). Una belleza sin duda perversa, que incluye una gran parte de fealdad y abyección: un diamante en bruto.
Quizás por esto Sandler está tan bien en el papel: un actor que genera el mismo rechazo que fascinación. Un rechazo sentido por él mismo antes que nadie: su personaje será por lo general misántropo, pero se odia a sí mismo por sobre todos. Sandler rechazó el papel en 2009. Varias películas después y luego de que Scorsese se sume al proyecto como productor ejecutivo, Sandler terminó por aceptar. Es inimaginable la película sin su actuación.
Es uno de los grandes logros del film el que todo parezca desencadenarse por la lógica misma de los personajes y la relación entre estos: no recurre a un deus ex machina (un personaje externo no roba, por ejemplo, de repente la joya). Casi como los átomos de Lucrecio los personajes son lanzados a este universo (porque cada personaje, por mínimo que sea, tiene su trayectoria) y los directores parecen limitarse a ver por ese microscopio que es la cámara, cómo estos interactúan o chocan. Estos choques se dan constantemente: choque entre el mundo laboral-mafioso de Ratner y su mundo familiar, entre el adentro y el afuera de la tienda (con su margen en la puerta), entre los distintos orígenes étnicos de los personajes, entre el underworld del comercio de joyas y el “respetable” mundo de la subasta, etc.
Quizás por todo lo dicho anteriormente, las escenas que menos funcionan del film son, justamente, las más convencionales dramáticamente: las escenas en las que dos personajes discuten en plano contra-plano. Las convenciones son útiles en medida que le sirvan al director para desarrollar su drama y su visión, pero aquí parecen ser más bien parches puestos para unir la historia que se desarrolla, en el resto de su trayecto, con tanta potencia que estos momentos parecen más bien chatos.
Se ha comparado el film con la obra maestra de Abel Ferrara Bad Lieutenant (sobre un policía corrupto que apuesta en una liga de beisbol) y los directores han admitido que fue una influencia[5]. Sin embargo, en Bad Lieutenant el infierno terrestre tiene redención gracias a la figura de la cura. Si el protagonista no puede salir de su pecaminoso camino por lo menos hay un gesto de pureza a través del perdón: que exista el cielo aunque mi lugar sea el infierno. Este desarrollo simbólico sin duda está ligado al catolicismo de Ferrara.
Pero en Uncut Gems ¿hay redención posible? ¿Hay inclusive culpa que redimir? El final del film abre una última puerta: ¿qué significa, si es que significa algo?
Podríamos abarcar más aspectos del film: retrato del judaísmo, de las relaciones raciales, de los personajes femeninos, del comercio de joyas y el sistema económico, de Nueva York,etc. Todos estos temas (sin mencionar los de orden más metafísico, por llamarlos de alguna manera[6]) están tratados sin la pompa, grandilocuencia o auto- congratulación a la que estamos acostumbrados: el film nunca se posiciona a sí mismo como el portador de un gran mensaje o palabra final, ni como el redentor de nuestros problemas contemporáneos. Pero quizás justamente por esto tiene algo para decirnos sobre el mundo, sobre el cine y sobre los directores que lo hicieron (superficial por profundidad, como escribía Nietzsche). Y muestra una forma de hacer cine popular, lo que es cada vez menos común. Esperamos, con una ansiedad digna de Ratner, el próximo film de los hermanos Safdie para saber qué desarrollo temático y formal tendrá su filmografía.
[1] Se ha creado una fetichización alrededor de la compaña: A24 es sello de calidad, pero para quién escribe estas líneas la mayor parte de estas películas no tienen gran valor. Lo que es innegable es que han estado involucrados en varias películas geniales, entre las que se encuentran las de los hermanos Safdies, High Life y First Reformed. Como siempre lo importante es (¡quién lo hubiese dicho!) el director, y un gran director es siempre la excepción.
[2] En efecto, Heaven Knows What nació cuando los directores estaban investigando el distrito de joyas para realizar Uncut Gems y conocieron en este a Arielle Holmes. Se interesaron en su historia y le pidieron que escribiese sus memorias y en estas se basaron para el guión del film (centrado en su adicción a la heroína y la conflictiva relación con su pareja). Finalmente le pidieron que protagonice el film: Holmes se interpreta a “ella misma”.
[3]Los Safdie han dicho que les gusta que el realismo juegue contra la ficción.
[4] En Más allá del principio del placer, Freud analiza la relación del juego (en general) y la compulsión de repetición con la pulsión de muerte. Sería interesante analizar el film desde esta perspectiva, pero ya nos iríamos de tema.
[5]Ferrara es una influencia en toda la filmografía de los hermanos, e inclusive tiene un cameo en una de sus películas.
[6] Por ejemplo, que la alternativa más evidente que el film ofrece es la comunidad de judíos etíopes, que tienen, justamente, otra relación con las gemas. Pero está alternativa no parece para nuestros personajes más que una historia curiosa vista en un celular, una imagen sin sustancia.