BEAU TIENE MIEDO (2023) – Odisea del sufrimiento

Dos películas le bastaron a Ari Aster para convertirse en un director de renombre: El Legado del Diablo (2018) y Midsommar (2019) hoy son películas claves para una nueva cinefilia que quizá recién está empezando a descubrir el terror. Quizás fue su forma ¿novedosa? de encarar el género -aunque el terror psicológico ya nos acompaña desde los inicios del cine- o su técnica de filmar, que con movimientos de cámara y encuadres llamativos puede captar la atención de espectadores. Aún habiendo variedad de opiniones respecto a sus trabajos, había expectativa por la nueva película del director newyorkino. Su tercera película resultó ser Beau Tiene Miedo (2023), una propuesta que además de tener una postproducción difícil (con cambio de título y recorte de metraje incluido) tuvo un recibimiento mixto -mientras varios medios importantes la alabaron, el público en general no la soporto- y un desempeño horrendo en taquilla, lo que provocó que su estreno en Uruguay y en Argentina fuera cancelado. Viéndola, quizás cancelar su estreno fue algo parecido a esquivar una bala -y una muy peligrosa.

Beau Wassermann (Joaquin Phoenix) es un hombre de edad avanzada que tiene una extraña relación con su madre. Madre que tendrá que ir a visitar debido al aniversario de la muerte de su padre, que murió el mismo día de la concepción de Beau. Debido a una serie de eventos desafortunados, los planes de Beau toman otro rumbo y lo que iba a ser un viaje normal, termina convirtiéndose en una odisea personal donde si quiere llegar a la casa de su madre, tendrá que hacerle frente no solo a una realidad que se lo quiere comer vivo, sino también a su propia mente fragmentada por un pasado oscuro.

Beau Tiene Miedo en la cáscara busca seguir la temática de la familia quebrantada que se encontraba en las anteriores películas de Ari Aster, pero en la forma trata de separarse lo más que pueda de El Legado del Diablo y Midsommar. En cambio busca ir más a lo que eran los primeros cortos del director, como The Strange Thing About the Johnsons o Beau, siendo este último la versión original de esta idea estirada a tres horas. Cortos en los que un absurdo no muy justificado conformaban situaciones bizarras que intentaban ser graciosas, pero que al final no dejaban de sentirse como un vale todo donde, en realidad, si nada importa entonces el todo no importa. Esta idea es la que toma Aster como eje de su nuevo trabajo, distanciándose de las dos películas anteriores. Pero si hay una idea que se mantiene en todos estos nombres -y que aparece en este nuevo film del realizador- es la idea del sufrimiento, la tortura y la crueldad aplicada a nuestro protagonista.

La película arranca con un plano larguísimo en punto de vista donde presenciamos el nacimiento de Beau, en el que se da un golpe fuerte en la cabeza, no respira y donde la única forma de hacer que reaccione es tras varias palmadas fuertes en la cola. Ese gesto que uno nunca termina de comprender se repetirá a lo largo de toda la película. A veces haciendo sufrir de forma física o verbal al personaje de Beau, a veces generando en él un trauma peor después de un momento de aparente calma y a veces haciendo que las personas a su alrededor se vean afectadas de forma grave. Todo contribuye a un sufrimiento eterno de (y hacia) nuestro protagonista que por momentos parece una parodia, una burla hacia este tipo de cine popularizado en los últimos años, donde el único sentimiento para conectar con los personajes es la crueldad hacia ellos (por tomar propuestas recientes están Rubia o La Ballena). Pero al final uno se da cuenta de que las intenciones son la de convertir al sufrimiento en algo gracioso, pero que no lo es por la falta de la estructura mínima de una broma, lo que hace que lo gracioso sea sólo el acto morboso en cuestión (ya sea que lo atropelle un camión, que se fusilen civiles inocentes o lo grotesco apareciendo en un momento íntimo).

La película convierte a Beau en algo parecido a un freak de circo, cosificado y despojado de cualquier rastro de humanidad. De esta forma, Ari Aster se convierte en una especie de showman que nos invita a ver la desgracia de nuestro protagonista, lavando nuestras culpas con el discurso de que hay una metáfora detrás de todas las torturas que se le cometen al personaje. Pero al final estas metáforas o no aparecen o son presentadas de la forma más obvia y alegórica posible. Para ejemplificar esto tenemos a la secuencia animada. Secuencia que no solo no encuentra ninguna justificación formal en la película, sino que presenta un diálogo explicativo, una metáfora que va al extremo de lo alegórico y la sensación general de que es más bien un capricho de su director. Mientras aparecen ideas con mucha imaginación pero con nulo sentido aparecen por montones, los mínimos rastros de empatía por su personaje principal son dejados de lado por decisiones sádicas del propio Aster.

Las ideas presentadas en Beau Tiene Miedo son muchas. La principal es la de una relación materno-filial turbulenta, pero nunca se entiende qué postura toma el film respecto al tema: por un momentos parece que va a mostrar a Mona, la madre, como una obsesiva con síndrome de Munchausen, para luego mostrarnos como una madre que siempre estuvo protegiendo a su hijo de un mundo oscuro. Todo esto presentado en los 30 minutos finales de una película que dura, repito, tres horas. Esta falla se nota todavía más cuando la propia película no parece estar de acuerdo con su “naturaleza”, cambiando de géneros cada vez que le da la gana y haciendo que lo poco construido en una parte se derrumbe después en buena medida por capricho del director.

Caprichos que se trasladan incluso a la forma de filmar. No creo que Aster en sus anteriores películas haya demostrado ser un genio de la narración -de hecho, en Midsommar se le empezó a notar las muletas con por ejemplo los planos de una intención meramente estética- pero había ciertas cosas en El Legado del Diablo que denotaban que sabía hacer lo mínimo para construir, por ejemplo, una atmósfera inquietante e incluso encuadres interesantes. Cosa que en Beau Tiene Miedo nunca sucede. No hay plano que tenga una intención de narrar, no hay ideas visuales que se puedan encontrar a lo largo de la película e incluso no hay sentimientos aplicados en la técnica. Y si bien puede tener algún momento digno y capaz de transmitir tensión en el espectador, como aquel en el que un Beau nervioso trata de buscar medicinas y para ello tiene que cruzar una calle infestada de gente con intenciones de dañarlo, no termina de recompensar el hecho de que son sólo cinco minutos muy bien filmados y ejecutados. Al final, como pasaba en Midsommar, cualquier atisbo de narración cinematográfica es dejado de lado por encuadres superficiales, movimientos de cámara que podrían estar ahí como no estar y por planos cuya única razón de existir es que son “lindos”.

Si el objetivo de Beau Tiene Miedo, era el de ser una comedia kafkiana con humor bizarro, queda a menos de la mitad del camino al no entender lo que hace gracioso a un chiste: su estructura de inicio-desarrollo-remate. Si buscó ser un estudio de lo destrozada que puede quedar la psique de un niño al tener una madre controladora y devoradora, termina recordándole al espectador que hay mil y una obras mejores que tratan este tema. Por ejemplo, está Ruido de Fondo de Noah Baumbach, por nombrar una reciente. Si buscó ser el nuevo papel icónico de Joaquin Phoenix, terminó siendo el peor papel de un actor que viene repitiendo este tipo de roles desde hace más de diez años, por lo menos desde la excelente The Master, de Paul Thomas Anderson. Y si buscó ser una odisea épica a través de la mente de un hombre perturbado, terminó siendo un viaje inmisericorde, cruel y de mal gusto no solo para nuestro protagonista, sino también para el espectador.

Al final Beau Tiene Miedo termina siendo la obra máxima de un director con más males que virtudes, que hace oídos sordos y se regocija en su libertad creativa y que es tan, pero tan ególatra, que piensa que un pene gigante parlante como representación del rol del padre es algo gracioso, profundo y digno de que todo el mundo lo vea -cuando en realidad, al igual que toda la película, es un mero capricho. Quizás la piedad, el buen tacto y sobre todo la inteligencia, Aster las dejara atadas en un ático junto al hermano gemelo de Beau.

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