Si Riff Raff representa la esencia del cine del Ken Loach más político y social, con aquella frase que el personaje de Robert Carlayle (el intransigente Begbie de Trainspotting) le escupe a la chica con la que vive y que está siempre triste y drogada: “deprimirse es cosa de burgueses”, Meantime es la esencia política y social de Mike Leigh.
Por ejemplo en la escena en la Oficina de Desempleo. Colin (Tim Roth con 24 años en un trabajo memorable) se olvidó de un documento importante por lo que está demorando una eternidad en firmar un par de papeles, y además tiene un retraso mental, lo que no facilita las cosas. Su padre, Frank, está detrás de él, no solo acompañándolo sino al mismo tiempo haciendo la fila también para anotarse en esa infinita lista (la cual no se muestra pero que uno puede imaginarse). Un poco alejado de su padre y de su hermano está Mark, que es bastante más vivo que Colin. Luego de que Colin y su padre terminan el trámite, se aparece Mark en el mostrador. “Estuve trabajando como informante para la policía”, le dice a la señora de turno, “esta semana me toca espiar a los de la Oficina de Desempleo, determinar sus movimientos de la tarde”. Mark hace un chiste sobre trabajo en el lugar donde la gente que no tiene trabajo va a ver si consigue uno. Mark es vivo y desubicado; a la gente le cae pesado y a él le importa un carajo. Pues Mark no sufre su desempleo cuando habla. No es un tipo “bajoneado”. Tampoco lo son su padre, su madre ni su hermano (por más que este último parece más detenido).
Porque los personajes en Mike Leigh sufren cosas como el desempleo y el desahucio por adentro, cuando caminan solos, cuando no tiene más nada que hacer que callarse la boca y mirar a su alrededor. Pero no lo padecen en un constante letargo (como varios personajes de Von Trier, por dar un ejemplo diametralmente opuesto), sino que son vivos, graciosos, torpes, honestos y mentirosos, independientemente de si están eventualmente tristes o contentos. Es decir, son personas, y punto. Esto da como resultado una película donde tanto los personajes como los mundos que habitan, o todo lo que está allí, está profundamente vivo. Y como sabemos, de eso se trata el buen cine.
(Esta crítica es la segunda parte de una serie de posts sobre el director Mike Leigh en la sección críticas)
(Continuará)