ALIEN: ROMULUS (2024, Fede Álvarez): LA VENTAJA DEL GÉNERO

Hablar a este punto de Fede Álvarez como el compatriota uruguayo que sorprendió a Hollywood es algo redundante a este punto, ya que si bien eso tiene cierto (mucho) valor, también nubla una de las cosas más importantes de este director, y es que es de los mejores cineastas que tiene el género al día de hoy. Ya sea a la hora de mostrar y darle valor a la crudeza, filmar de forma excelsa lo más perverso que se nos pudo haber pasado en la cabeza o de entender que hay historias que solo pueden ser contadas bajo el género del terror, cosa que no oculta en ningún momento y hasta proclama con orgullo. Tanto por el lado de la celebración, como -y más importante- por el entendimiento de que el terror a lo largo de su historia no debía rendirse ante el prestigio, ya que bajo esas reglas creadas en ese mundo que todos miraban desde arriba, podía ser más inteligente que justamente aquellas personas que siempre trataron al terror como algo bajo. Cosa que se ve reflejada en Posesión Infernal, No Respires y ahora, Alien: Romulus.

La película transcurre en el año 2142, 20 años después de Alien: El Octavo Pasajero (Ridley Scott, 1979) y 20 años antes de Aliens: El Regreso (James Cameron, 1986). Nos centramos en la historia de Rain (Cailee Spaeny) y Andy (David Jonsson), unos jóvenes que trabajan bajo el mando de la compañía Weyland Yutani en unas condiciones laborales terribles y esclavistas. Deciden huir del planeta en el que se encuentran porque en el espacio encontraron una estación que contiene algo que les va a ser útil para su escape, pero lo que parecía ser una operación de extracción tranquila terminará derivando en un encuentro con los famosos Xenomorfos.

Alien: Romulus (Fede Álvarez, 2024)

Si bien ya la primera Alien se distanciaba del género (a la vez que lo revolucionaba) al mostrar un terror mucho más ambicioso de lo que se venía haciendo. Desde 1979 venía siendo una saga que mantenía aquella tradición de utilizar al género como una forma oculta de hablar de temas muchísimo más complejos. No solo respecto al terror casi cósmico del Xenomorfo o a varias ideas eclesiásticas, sino también respecto a varios más “importantes” como el avance del humano por sobre otras formas de vida, el uso que se le da a la máquina y atado a estos dos, del actuar operístico del capitalismo. Esta tradición no solo era entendida desde ese lado más “intelectual”, sino también del que ante todo, nunca dejaban de ser películas de terror, donde además de seguir (en su mayoría) a un gran personaje como Ellen Ripley, había una misión de darle al espectador el mayor terror de su vida con una criatura tan terrorífica como el Xenomorfo; a la cual sí ya no le bastaba el diseño biomecánico de H. R. Giger, también sus mayores apariciones se daban a base de puras ideas cinematográficas, siendo el mayor reflejo del refrán “menos es más”.

Todo esto sin mencionar el cómo cada película funcionaba como un impulso para directores que en un futuro serían maestros del cine, puedan hacer no solo un primer trabajo “grande” en cuanto a lo presupuestario, sino que también puedan empezar a dejar constancias de su sello autoral. Desde Ridley Scott y su habilidad de director todoterreno (pasar de la adaptación de una novela de Joseph Conrad al guion escrito por Dan O´Bannon), James Cameron y sus obsesiones respecto a la máquina y al rol de la mujer -sirviendo además como una versión primeriza de Terminator 2: Juicio Final– e incluso David Fincher, que aun con todos los problemas de producción que tuvo, ya dejaba entrever ese estilo sórdido tanto desde la trama como de la puesta en escena en la polémica Alien 3. Y ahora, ese turno le ha tocado a Fede Álvarez, el cual logra condensar lo mejor de sus primeras dos películas y entregar con base en eso, una relectura de toda la saga.

Ya iniciando por la primera, uno nota en Romulus una narrativa muy similar a la de Posesión Infernal, tanto porque repite la estructura simple o de los conflictos de los personajes. Ya sea la historia de unas personas que tratando de llegar a la sanación -en este caso representada por el planeta Yvaga, que se traduciría del Guaraní como “Paraíso”- tienen que pasar por el infierno mismo, los vínculos fraternales (ya sea de sangre o simbólicos) que serán puestos a prueba en ese mismo infierno o que el desarrollo de personaje de Andy sea igual al de Mia en el remake del 2013. Todo esto mientras se hace una película que parece pequeña en cuanto a la saga en la que está, pero que debajo de eso que varios podrían acusar de superficial, en realidad entiende los postulados originales.

Al encontrarse en esa línea del medio entre El Octavo Pasajero y El Regreso, Romulus decide tomar una tercera posición más que interesante, siendo la entrega de la saga que además de ser la más crítica abiertamente con el capitalismo corporativista, también es la que muestra la idea de la máquina de una forma un poco más humana -sin olvidarse nunca del mal uso que le puede dar una corporación como la Weyland, como ya lo hizo Cameron-. Siendo representado a través del personaje de Andy, el cual pasa de ser un robot servicial para que al final en una secuencia apoteósica, donde el elemento vertical está más que presente, asuma su rol como algo más que una máquina, un hermano para Rain. Como pasa en esta saga, se termina contando algo más a través de algo tan simple como es el nombre de la nave en la que transcurre la historia.

Alien: Romulus (Fede Álvarez, 2024)

Uno podría asociar que Romulus sería tan literal que consistiría en mostrar como uno de esos dos hermanos moriría para así dar pie a la fundación de Roma, pero en realidad hay un detalle. La nave en realidad se llama Renaissance, que es lo que van a tener los hermanos al final, un renacimiento. La disputa entre Rómulo y Remo se dará entre las dos máquinas presentes en la película, Andy y Rook, aquellos que quieren dar una imagen buena a la compañía pero que, trazando los límites de una ciudad al final, Rómulo deja herido a Remo, lo que le permitirá de verdad fundar la ciudad eterna. Todo esto dándose de una forma natural, ya que, a diferencia de Prometeo o Alien: Covenant, la asociación no se da a través de diálogos u obviedades, sino a través del terror mismo en la nave. Como ya lo había hecho el mismo Álvarez en Posesión Infernal, donde el viaje que protagonizaba Jane Levy podía asociarse al de la abstinencia de un adicto, pero todo esto se daba sin dejar el terror de lado.

Por el lado de No Respires, encontramos una vena mucho más cinematográfica, ya que Álvarez no solo a cada película filma mejor, sino que también tiene más herramientas de suspenso a la mano que entiende perfectamente, tanto al crear secuencias con poder visual como en generar tensión en una audiencia que ya sabe los códigos de la saga (revisar la primera aparición de los Abrazacaras). Sin contar esa forma de mostrar los espacios de manera tan detallista que tiene el director haciendo hincapié en la arquitectura o jugando en que espacio está cada personaje, logrando que al final la nave sea un protagonista más -como también lo hacía la casa del ciego en No Respires, donde nada estaba librado al azar-.

Alien: Romulus (Fede Álvarez, 2024)

Todo esto mencionado queda un poco lastrado por un tema: el llamado “fan service”. No, no hablamos del personaje de Rook, el cual su intrusión en la trama está justificada no solo porque es un personaje activo o porque aporte al tema de la cinta, sino también porque en esa decisión hay un idea y ejecución muy similar a la que aplicaba Indiana Jones y el Dial del Destino de James Mangold en ese inicio con un Indy rejuvenecido, algo que si uno lo ve desde una superficie puede fácilmente considerarlo la muerte del cine -cuando en realidad esta alejadísimo de eso-. Hablamos del momento en que se utiliza aquella frase icónica “Get away from her…”, que si bien es solo un instante y nada más, termina chocando por su intrusión digámosle tribunera. Más todavía al ser una película que no necesita de esas cosas al manejarse de una forma tan inteligente y que cuando rinde homenaje o relee ideas (el final a lo Alien: La Resurrección pero bien hecho, por ejemplo), lo hace entendiendo realmente que se está poniendo en juego. Para ponerlo de una forma que se entienda, es como si en el remake de Posesión Infernal, el personaje de Mia de la nada soltara un “Groovy”.

Que eso no nuble la vista, que esto no es una nueva “secuela genérica” como se comenta en las redes sociales, ya que como la ya citada Indiana Jones, podemos encontrar una película que no solo logra pasar del estatus de una “película de saga más” al entender a la misma en todos los ámbitos, sino que también evoluciona a una “película clave del director” al fusionar ideas de sus trabajos previos y que logran aumentar aún más la figura de Fede Álvarez como uno de los directores que más nos van a generar emociones fuertes en los próximos años. Ya sea emoción y vértigo, con momentos apoteósicos, o asco y ganas de girar la cabeza, con cosas tan impactantes como atrevidas en el mainstream contemporáneo. Todo esto sin dejar de ser lo más importante: un director de cine de terror. Que al fin y al cabo, esa verdadera consagración de la figura es otra forma de entender a la saga de Alien.

Para hacer posible más artículos como este, apoyá nuestro proyecto. ¡SUSCRIBITE!