En el 2010, el arquitecto, artista gráfico y director de cine Alfredo Ghierra inicia un proyecto artístico con el que desea concientizar sobre el pobre estado en el que se encuentra la integración del patrimonio en la capital de Uruguay. Este proyecto se llama Ghierra Intendente y se ha repetido en cada año de elecciones con una exposición multidisciplinaria, pero en 2025 han optado por presentar un documental llamado Montevideo Inolvidable. Con motivo de este, fuimos a entrevistarlo.
Su casa es un monumento a los ideales que predica. Hace 13 años está instalado en un casón que parece haber sido construido antes de que él naciera. Por afuera, impone. También, maravilla: como todos los edificios construidos en la época, cuando la permanencia y la belleza predominaban, está lleno de detalles como unos azulejos preciosos en el segundo piso o una planta que tiene una relación simbiótica con su puerta de entrada. Nos recibió alegre, y nos invitó a pasar a su oficina. Entre bibliotecas, humo de tabaco y acompañado de su muy sociable gato Roco comenzó la entrevista:
Queríamos arrancar la entrevista preguntándote cosas relacionadas a tu trayectoria dentro del medio audiovisual. En tu biografía se menciona que trabajaste más de quince años como director de arte en el ámbito audiovisual. ¿Podrías contarnos en qué proyectos participaste antes de este documental?
Me salté en muchas etapas de las que se supone que hay que ir cumpliendo para ser director. Trabajé muchos años como director de arte en publicidad, en televisión, teatro, en eventos; dentro y fuera de Uruguay. Por ejemplo, de los trabajos más lindos que recuerdo es el de ser director de arte en los festejos del Bicentenario; y es muy loco, porque tiene que ver con las cosas que yo me imagino de la ciudad. Se trataba de hacer una escenografía a escala urbana. Había un escenario en la Explanada de la Intendencia, otro en la Plaza Cagancha y otro en Agraciada y Uruguay. Había que conectar todos esos lugares de alguna forma y los organizadores me llamaron; había un presupuesto, por suerte, pero muy poco tiempo. Fue una gozadera hacer eso.
La más linda fue la de la Plaza Cagancha. En cada escenario iba a tocar cierto tipo de grupos de música y en la Plaza Cagancha se me ocurrió hacer lo de las bombitas, que después lo siguieron poniendo pero la primera vez que se hizo que fue en la instancia del Bicentenario ¡No saben lo que me costó conseguir el permiso de la Intendencia para colgar esas ristras de bombitas! Nadie se quería hacer cargo. Fue tan lindo y exitoso que se sigue haciendo hasta hoy.
Yo creo que deberían estar más tiempo
Es como tener el árbol de navidad armado todo el año. Hay cosas que cobran impacto si aparecen y desaparecen también.
¿Y trabajos en el extranjero?
Otro trabajo precioso que recuerdo fue trabajar haciendo un programa para la TV Cultura de Rio de Janeiro que dirigía el músico Paulinho Moska. Era un programa de entrevistas a otros músicos de Brasil. Yo participé de muchas temporadas; íbamos todos los años un equipo de gente desde Montevideo a vivir un mes en Río. Vivíamos dentro de un estudio, porque se grababan dos programas por día. ¡Las cosas que te da filmar y ser director de arte! Ingresas a lugares increíbles, subís a torres a las que nadie sube, entrás a galpones a buscar objetos y espacios.
Lo que más saco de ahí es el trabajo en equipo el trabajo. El cine, la filmación, tiene una cuestión muy jerárquica. Yo puedo ser tu amigo, pero a la hora del rodaje si vos sos mi superior… Somos amigos, pero ahí uno tiene la voz de mando.
Es muy interesante. Te foguea para muchas cosas en la vida, no solo para después trabajar en un rodaje. Eso es lo que más rescato al día de hoy de las cosas que aprendí ahí: trabajar en equipo.
Y en (Montevideo Inolvidable) ni que hablar, el cine es un trabajo en equipo.
Yo lo pensé muchas veces: estábamos haciendo una película sobre la ciudad de Montevideo, y tanto la arquitectura como el cine tienen dinámicas similares. La organización del trabajo en una obra de arquitectura es igual, hay uno que dirige y después hay capas de subjefes y mucha organización porque si no, no funciona.
En los últimos tiempos, un parecido que le veo (que no es de los buenos) es que hoy tanto un edificio como una película son más famosos por sus productores que por sus directores.
¿Cómo es en los edificios?
Hoy en día vos sabés de qué promotor inmobiliario es un edificio antes de saber quién es el arquitecto que lo firma.
Si te fijás, muchísimos edificios en Montevideo están firmados. Ahora es mucho más importante la promotora que lo lleva adelante que el arquitecto que lo diseña.
Y en el cine uruguayo, por la escala que tenemos, no pasa. Sigue siendo un cine de autor.
En el mainstream sí, muchas veces ves antes las plataformas, por ejemplo Netflix: “Una nueva película de Netflix”, pero ¿quién es el director?
Yo me formé en la escuela de Cinemateca, veíamos cine por autores o por periodos históricos. Con Woody Allen sigue pasando, aunque ha disminuido, con Almodóvar también. La gente va a ver “la nueva de Almodóvar”.
Es muy triste, si no lo habían observado en arquitectura está pasando lo mismo. No quiero dar nombres, pero lo primero que ves es el nombre de las constructoras. Tiene que ser un arquitecto como Ott, Viñoly o Foster para que pongan el nombre; pero antes no era así.
¿Ves otra relación entre el cine y la arquitectura?
Hablando directamente de la temática de esta película. El cine que pone en primer plano a las ciudades es un cine que ha tenido una larga tradición, ahora nombré a Woody Allen, pero es un caso emblemático. Nueva York, y después lo hizo con Barcelona, con París. En el cine uruguayo la mayoría de la producción ocurre en Montevideo. La ciudad de Montevideo está presente en muchísimas películas pero siempre como un fondo.
A mí me gusta mucho mirar. Me gusta como aparecen las ciudades en el cine italiano. Me atrae el cómo el cine mira a la ciudad. Siempre me gustó, es algo que me hace decidir si ir a ver una película; es parte del deleite.
¿Viste El Brutalista?
Todavía no la vi, usaron bastante inteligencia artificial me dijeron.
¿Qué opinas de la inteligencia artificial?
Es como cuando surgió el Photoshop, se armó un revuelo bárbaro. Son herramientas. Vos no hacés nada con la herramienta si no tenés una idea. Si la herramienta está en función de la idea, bienvenida siempre; te puede acelerar procesos, te puede perfeccionar.
¿En Montevideo Inolvidable, usaron inteligencia artificial en algún momento?
Sí, usamos inteligencia artificial para armar las letras de la palabra Montevideo en el afiche. Es un déco. Hicimos unas pruebas con inteligencia artificial para llegar a un resultado óptimo. No queríamos usar una fuente existente y nos ayudó esa fuente que se inventó.
Hablando de eso, la parte con las animaciones de la introducción, ¿la hiciste vos?
No, todo lo hizo la misma gente. Se llama Bruto. Ellos hicieron la postproducción, el color y las animaciones. Usaron diferentes tipos de animación. Ellos presentaron unas en base a fotos en las cuales un edificio desaparece y es sustituido por la foto del edificio original. Usaron fotos de nuestros archivos y después ellos las ensamblaron; hicieron la parte en la que mostramos como “se demuelen” esos edificios. También hicimos otra más analógica, mostrando una foto impresa delante de los edificios actuales. Como no nos decidimos cual era mejor, dijimos “no hay por qué elegir, vamos con todo”.
Hablando de elegir, ¿por qué elegir el formato documental?
Empezó con una serie de entrevistas. No iba a ser una película, empezó porque gané un fondo y había que hacer algo. Se me ocurrió armar estas entrevistas, la pregunta de “¿qué es el patrimonio?”
Los citamos durante 2 o 3 días en un palacio increíble que hay en el centro de Montevideo. Si pasan por la puerta no dice nada, es en San José y Paraguay.
Esa casa de arriba, que por afuera parece que no dice nada. Entrás y podrías estar en Roma.
El palacio está intacto, para el actual dueño es un problema porque no saben qué hacer con él. Esperemos que no corra el mismo destino que todo lo que mostramos que ha sido demolido.
En el proceso de estar filmando ahí adentro Eric Schaffner, que aparece en la película, estaba haciendo unas averiguaciones de quién era el arquitecto de ese palacio, y confirmaron que era el ingeniero Andreoni; el mismo que hizo la estación de trenes, el club Uruguay y el hospital italiano. Con ese pedigrí yo creo que no lo van a demoler.
Entonces filmamos esas entrevistas, las editamos y cuando las vimos editadas dijimos: “Esto es el germen de una película”, y como ya teníamos ese formato de entrevista nos decantamos por el documental, que permite ese tipo de cosas.
¿Y qué beneficio ves, ahora en perspectiva, en haber elegido el documental?
Si hubiéramos ido por el lado de la ficción hubiese sido otra película. Yo me guié por el discurso, y el discurso tenía mucha información, y tenía mucha información que debía ser contextualizada, y necesitaba más información que me dieron las personas. El documental te da la posibilidad de que entrevistar a alguien pensando que va a decir unas cosas, y cuando las contesta te dice 14 más. El documental es muy arborescente.
¿Vos tenías planeada alguna estructura antes de llegar al montaje?
Una vez que decidimos que iba a ser una película llamé a Javier Palleiro, que es amigo, guionista y director de cine. Ahí empezamos a fabricar un guion porque claro, vos tenés que tener una estructura si no, sos boleta.
Javier planteó un arco narrativo. Presentar el personaje, que es Montevideo. Plantear el problema, ir al fondo de ese problema y empezar a remontar.
El montaje estuvo durante casi un año en forma de “células”. Una célula era la historia, otra célula era la ley y poníamos placas negras con el título. Eso nos ayudó muchísimo porque era muy inabarcable. Teníamos muchas horas filmadas, las entrevistas duraban una hora o más y, si ves el documental, son frases.
Además todo el footage de ciudad. En mis incursiones personales filmaba todos los días hasta que la productora empezó a decirme “ya está”, y yo respondía “¡pero me falta!” Todos los días le mandaba al editor, Agustín Arce, entre 5 y 10 minutos de videítos de la ciudad. Él también colaboró mucho desde su sensibilidad como poeta, metió cuchara en el guion.
Desde dirección permitiste que todos se expresaran
Es por eso que te decía al principio; yo me estreno como director, pero a su vez tengo una larga trayectoria de trabajar en equipo, y los equipos funcionan cuando vos escuchas también. No funcionan si estás en esa posición de dirigir, de tener la última palabra. Siempre hay alguien que sabe más que vos de guion, hay alguien que sabe más que vos de montaje, y ¿Qué voy a hacer? ¿le voy a decir no? Eso sirvió para ser más fluidos y porque no hay nada más feo que crear tensión en el equipo de trabajo. Hay que saber asumir cuando uno no sabe o sabe menos.
Después llegaba a un punto en el que ya no se puede más mantener esa asamblea permanente. Se baja el rodillo y ya está. Esa es la labor de uno, es una responsabilidad.
El plano inicial, grabado con un dron ¿Cómo fue la planeación? ¿Lo pensaste vos?
Lo pensé yo. Quería que empezara así la peli.
¿A ustedes les pasa cuando están muy metidos en un proyecto que sueñan con ese proyecto? Me pasó “n” veces en este proceso. Una noche me desperté y lo vi.
¿Cómo hicieron para que quedara tan estable el dron?
Hay una mano maestra, Ricardo Aguerre, en el manejo del dron. Después hay postproducción también. Ricardo Aguerre es el número uno del dron acá en Uruguay.
Es que, aparte de funcionar como un clip, funciona como la presentación del personaje, que es Montevideo, y creo que también te engancha visualmente. Yo no puedo hacerme el boludo de no saber que en este momento captar la atención de la gente es parte del éxito que vas a tener, en que la gente mire o no el producto.
Es muy cinematográfico. Y después hay otras cosas, vos me preguntabas por el formato documental, si fuera sólo documental esas cosas no estarían tampoco. No estaría mi parte en donde yo me muestro más como ser humano, la escena con mi vieja o dudas existenciales, las fotos que pongo. Para mí eso es re cinematográfico. Gran parte de eso está en lo que aportaron Javier Palleiro y Agustín Arce.
¿Vos estabas convencido con la idea?
Yo no estaba tan convencido. Vos ponete en mi lugar, no es fácil que te digan “bueno y ahora me parecería buenísimo que me entrevistaras a tu madre”
Sin embargo el proyecto lleva tu apellido, Ghierra Intendente
Pero el Ghierra Intendente no deja de ser un personaje, y el que estaba ahí era Alfredo Ghierra, hay una distancia.
¿Cuándo arrancó el proyecto de Ghierra Intendente?
Arrancó en un rodaje en un rodaje de algo que nada que ver. Yo trabajaba con Guillermo Casanova, el director de El Viaje hacia el Mar; en tiempos muertos hablábamos de la ciudad, siempre, y cuando terminábamos la charla me decía “vos tenés que ser intendente” “Ghierra Intendente” “Para mi sos Ghierra Intendente” y ahí quedó.
En el 2010 yo estaba trabajando con la gente de Zona Editorial en muchos proyectos de libros sobre Montevideo, y ahí me ofrecen hacer una exposición en el subte; y ahí dije “¿Y si en lugar de hacer algo yo solo, llamo a toda la gente que conozco que está pensando en Montevideo?” y ahí armamos el primer Ghierra Intendente, que fue en el 2010. Lo hicimos coincidir con las elecciones y fue un éxito, sin redes sociales ni nada.
En la siguiente elección, en 2015, fui a hablar con el Centro Cultural España; en ese momento el director era Ricardo Ramón, un español que no paraba quieto, siempre estaba haciendo e inventando cosas. Fui con el proyecto y dijo “vamos”. Él me apadrinó mucho también, el CCE me apadrinó mucho. Ahí sí hicimos un gran trabajo de redes con María Zanocchi y Carolina Curbelo (siempre trabajando con mucha gente muy crack, eso hay que decirlo).
Las redes amplificaron todo a niveles que, en un momento, pensé que se nos había ido todo de las manos. Empezó a salir la noticia en diarios de Argentina, de Madrid; era un divague. Ahí también empezamos a tener estas interfaces con el sistema político. Los políticos iban a la exposición, sacaban fotos, ponían cosas en sus programas; nosotros decíamos “wow, ni en el mejor de los sueños hubiéramos pensado que llegara a esto.”
En todas las versiones hicimos la parte de emular a la campaña real de un candidato a intendente. Siempre tuvimos spots de campaña, programas de gobierno (que coincidía con el catálogo de la muestra), jingle, listas con todos los participantes (en formato lista de votación).
El spot del primer Ghierra Intendente, en 2010, lo hizo Martín Rivero, Astroboy. Desde el 2015 hasta ahora es Rodrigo Labella el que hace toda la parte de video; y por ende es el realizador audiovisual de esta peli, es el que me ayudó con las decisiones más relativas a la cinematografía.
En una entrevista están hablando del índice abandono que tienen las casas y se ponen en la esquina, esa escena está muy bien dirigida. En una esquina veías el edificio abandonado y en la otra el edificio que no parece abandonado ¿Esa idea fue tuya?
Esas ideas son justamente de Rodrigo Labella, por suerte. Imaginate, además de estar atento a sacar una conversación interesante con Gonzalo Bustillo, que es el que está en ese momento, tener que estar pensando en dónde está la cámara.
Lo mismo el de ahí a la Vuelta al Salvo. Es un plano muy Woody Allen ese, el que arranca allá atrás con todo el tiempo del mundo; eso es Rodrigo Labella.
Esos lujos también me los pude dar porque Laura Gutman, la productora, tenía un equipo de producción que la ayudó a postularse a los fondos de acá. Por suerte ahora hay muchos más fondos, hay más posibilidades, fundaciones privadas. Se ha vuelto más posible no hipotecar tu casa para hacer un proyecto cinematográfico.
Poder pagarle a todo el mundo con laudos iguales a los de cualquier proyecto audiovisual era algo que me interesaba mucho también. Le pagamos a las personas que laburan. Me parece justo. Es dignificar las tareas de la gente que trabaja en audiovisual. Siempre fui por ese lado.
Después de tanto tiempo con el proyecto de Ghierra Intendente, ¿sentís que tuvo el impacto que esperabas? ¿Ves un cambio real en la conciencia social sobre la integración del patrimonio?
Mirá, hay dos caminos para responder esto. Por un lado, no quiero llamarle enemigo, pero las fuerzas que involucran a todo lo que está pasando con la construcción y con la destrucción superan ampliamente el horizonte del Uruguay. Son fuerzas económicas globales. Es mucho poder económico. Enfrentar eso sólo podría enfrentarlo si yo tuviera una fortuna tal que pudiera contrarrestar.
La respuesta a eso es cultural. Proponer cambios culturales. Los cambios culturales van lentos y son muy difíciles de medir.
Si vos mirás, se demuele más que nunca ahora en Montevideo, ahí lo daría por perdido; pero por otro lado, nunca había habido tanta gente interesada en estos temas. Nunca, nunca, nunca.
De hecho, la peli no cae de un árbol. Es como un fruto que ha madurado durante 20 años. Entonces la peli es como un resumen de todo ese discurso de tantos años. Por eso está andando muy bien la película. Está andando re bien. La gente va a los cines.
Los días pasados hubo funciones agotadas. ¡El lunes! ¡Función agotada! Es un tema que parece que le toca a todo el mundo. La gente va, por eso te digo.
Después hay un recorrido de la peli. Si bien se llama Montevideo Inolvidable, el caso es replicable en Uruguay a todas las ciudades del interior porque las ciudades del interior muchas veces cometen los mismos errores que ven en Montevideo y se repiten. Así que vamos a hacer una serie de presentaciones en varias ciudades y aparte haciendo conexión con universidades también. Con UDELAR, con la región al este, Maldonado, con el Centro Universitario de Salto, con el Centro Universitario del Paysandú también.
¿En el interior del también se detecta esta crisis patrimonial o hay diferencias significativas con Montevideo? ¿Cómo se maneja el problema?
A mí me une con muchísimos lazos con la ciudad de Paysandú, por ejemplo. Tengo a una de mis hermanas que se fue a vivir ahí hace mucho tiempo, mis varios sobrinos nacieron ahí, he tenido amores en Paysandú.
Es una ciudad que quiero muchísimo y que la veo como una pequeña Montevideo en muchas circunstancias. Porque fue una ciudad muy industrial. Tiene un puerto. Tiene una Ciudad Vieja. Tiene un eje 18 de Julio, Avenida Italia. Todo en una escala menor. Yo no sé si a ellos les gusta esta analogía que yo hago.
Tiene una riqueza arquitectónica muy increíble. Porque esas ciudades del litoral, Salto, Paysandú, Mercedes, tuvieron muchísimo dinero. Paysandú llegó a tener el 64% de su población que eran italianos. A día de hoy la gente se saluda con “Ciao”, no te dicen “Hola”.
Tienen una arquitectura de cuña italianizante, ecléctica. Palacetes, unas casas con estatuas en las cornizas. Todo cayendo a pedazos, obviamente. Y también tiene la presión de capital. Ahora hace poco hicieron una torre en la otra esquina de la basílica de Paysandú, una iglesia fantástica, neoclásica, italiana; que la bombardearon cuando las invasiones brasileñas cuando la defendía Leandro Gómez. Una historia increíble.
Una historia increíble; y en la esquina enfrente le construís un cohete espacial (para no decir otra palabra). Vos ahí tenés autoridades que permiten eso, con el argumento de que esto genera trabajo. Después a la gente, en su inocencia o en su candor también, le parece bien porque “está pasando algo en la ciudad”.
Algo nuevo, un gran edificio, pero realmente no es lo que una ciudad como Paysandú necesita. A la misma vez en Paylana (Paysandú) acaban de hacer una cooperativa de viviendas usando parte de las construcciones originales y está a 10 puntos, o sea que se puede.
Lo que veo es eso, en el interior están pasando cosas también. A escala menor.
Así como pasan cosas a escala mayor en Buenos Aires del mismo tenor. Unos chiquilines de Buenos Aires vinieron a Montevideo a conocer. Fueron a la peli y los conocí a la salida. Una de ellas me decía “¿Esta película? Le cambiás el título por Buenos Aires Inolvidable y todo aplica.”
Es todo igual. Todo igual. Lo único que me dice. La escala es igual que la escala de Buenos Aires. Perfecto. Mucho mayor.
Se suele hablar del “progreso” como sinónimo de modernización y crecimiento. ¿Cómo convencer a quienes ven la preservación del patrimonio como un obstáculo para el desarrollo?
El relato general lo presenta así. Igual no hay que inventar nada. El progreso en muchas ciudades europeas es la conservación. Hay toda una línea de arquitectos de vanguardia de arquitectura en Europa que postulan eso, que hay que usar lo que ya está construido más que seguir construyendo nuevo; hasta por una cuestión de emisiones de CO2.
Hay muchas voces levantándose, pero insisto. Es pelear contra el diablo. Es enorme. Ni siquiera está pasando solo acá. Está pasando en todos lados.
Está pasando en todos lados, y si no es a través de la construcción de viviendas, es a través del turismo masivo: los casos de Barcelona, de Venecia, que lo mostramos en la peli. Es como si nunca alcanzara, si que al capital nunca le alcanzara. Hay una cuestión de “crecimiento infinito”, pero los recursos son finitos.
Tenemos que repensar. Empezamos hablando de la ciudad y ahora ya te estoy hablando de economía global porque inevitablemente se conecta.
Lo mismo en el cine, está esa cuestión angurrienta de sacar dinero a toda costa y de no jugársela mucho tampoco. Porque estas franquicias, esas precuelas y secuelas y series funcionan porque tenés un público cautivo que no va a tener ningún tipo de sorpresa. Es muy triste.
Lo mismo con la arquitectura. Con casi toda la arquitectura moderna podrías intercambiar a la gente de una casa a otra y no sé si se enterarían. Porque son bastante similares.
El documental se centra en la preservación e integración del patrimonio en Ciudad Vieja, el Centro y otros barrios históricos. ¿Cómo ves la situación en la periferia de Montevideo?
No tocamos el tema de la periferia así como no tocamos “n” temas. En diversos cortes que fuimos teniendo fuimos sacando cosas.
El otro día me reclamaron: “¿Por qué no aparece Mariano Arana?” Y aparecía. “¿Por qué no aparecen los asentamientos?” Y aparecían. Pero tuvimos que cortar por algún lado para centrarnos en un tema en el que normalmente no se hace hincapié.
Toda la discusión sobre pobreza o sobre necesidades básicas insatisfechas siempre se va a la periferia de los asentamientos. Yo desde que me acuerdo es así, los asentamientos siguen ahí, el número de personas que viven en asentamientos más o menos es el mismo. De tanto hablar le estamos rompiendo el bizcochazo, porque resolver no se resuelve.
Sin embargo, nadie habla de la ciudad intermedia, la que hay entre el lujo de la costa y el asentamiento, que es donde vive el grueso de la gente. Reducto, Unión, La comercial, Villa Española, Paso Molino, Aguada, etcétera. Barrios consolidados, hermosos, que se están vaciando y que se están deteriorando; que la gente que vive ahí no tiene recursos para mantener sus casas. Muchas veces son casas hermosas, históricas, que se te caen las molduras y no tenés guita para arreglarlas. No sabés a quién acudir.
No quería volver a hacer el hincapié en lo que siempre hacemos hincapié y quería hablar de cómo la gente en Montevideo vive en patrimonio sin necesidad de vivir en el Palacio Salvo.
La ciudad de Montevideo en lo único que está creciendo últimamente en asentamientos y en barrios privados. Tampoco fuimos a los barrios privados. Era infinito.
¿Creés que el crecimiento urbano debería orientarse hacia adentro de la ciudad o expandirse hacia las afueras?
Sin duda. Es un despropósito. Hubo una ley de alquileres que cambió el estatus de los alquileres en el área central de la ciudad, en los años 60.
Eso fue el primer despoblamiento del Centro y Ciudad Vieja. Personas que hacía décadas pagaban los alquileres, que pasaron de ser muy bajos a ser imposibles. Ese fue el primer impulso de la gente empezar a irse a sus casas de verano en Shangrilá, Lagomar, que terminó transformándose en la Ciudad de la Costa, o para el otro lado, a la Ciudad del Plata, en San José.
Por eso siempre en la película se vuelve el tema de leyes que determinan movimientos en toda la sociedad. Leyes que a lo mejor no fueron pensadas para causar eso, pero lo causaron. Ahora hay que hacer algo para que no se siga yendo la gente a la Ciudad de la Costa.
Se puede revertir. En la ciudad de Milán, ciudad rica, capital de la moda, un buen día empiezan a darse cuenta de que se estaba vaciando el centro, de que empiezan a cerrar los locales porque quiebran. Entonces, la Intendencia de Milán se da cuenta de que es mucho peor tener esos locales cerrados, a que los ocupe gente pagando poco, pero que los ocupe.
Funcionó. Revivieron el centro.
Yo lo pienso incluso acá, con las galerías del Centro, que son tremenda infraestructura, toda vacilada. Son muchas. Era el lujo de un shopping.
Muy rimbombantes. Y ahora vos tenés todo ese circuito abandonado. Algunas las reconvirtieron para diseñadores jóvenes de ropa y funcionó. Está todo en uso. Mucho mejor que tenerla vacía, siempre. Vale para las galerías, vale para las casas, vale para las ciudades. Es que sí.
Bueno, la última pregunta. El proyecto de Ghierra Intendente está muy ligado a tu persona. A este punto, ¿Sentís que podés abandonarlo en algún momento? ¿O es algo que vas a seguir?
Todas las veces que hay elecciones, empieza todo el equipo: “¿Y? ¿Qué vamos a hacer?” Y yo no voy a hacer nada. Mi primera respuesta es “Basta”. De hecho, si no cambiaba a este formato peli, yo no iba a salir.
Mirá, nos obligan a salir. Esto ya tiene como una inercia propia. Claro, labura mucha gente también, y la gente se copa. Empezamos a recibir mails de “tengo un proyecto” como dos años antes.
Es alucinante y da muchas satisfacciones, pero es un laburo chino y sale caro. Sale muy caro. Un gran trabajo previo es conseguir los fondos, y no hay fondos tan específicos como para el cine si vas a hacer una exposición. Tenés que dibujarla mucho. Cada vez son más caros. Cada vez son más grandes. Pero después siempre estoy contento.
Este año, cuando vimos que la peli podía estrenarse con las elecciones, yo dije “esto es Ghierra Intendente”. Imaginate ahora estar haciendo todo esto que estoy haciendo con la peli más una exposición. Dejalo así. Y capaz que de aquí en más el formato es una peli. Quién sabe.
Yo tengo otros proyectos que me gusta llevar adelante. Este proceso fue tres años y medio, y yo pensé que era muchísimo. Muchísimos colegas me han dicho “Pero está bien, tres años y medio está bien.”

Antes de irnos, nos preguntó si nos gustaba el fútbol y nos mostró una foto de su abuelo: Alfredo Ghierra, que dio la primera vuelta olímpica con Uruguay en el primer campeonato mundial del 1924. Creo que es lógico que alguien que se preocupa tanto por la conservación de la historia y del patrimonio de nuestro país, tenga en su sangre a una persona que fue importante en el momento que nuestro país fue importante. ¿Tendrán sus nietos una foto suya en la pared? El tiempo lo dirá.
Después nos despedimos y nos fuimos.