AGARRAME FUERTE (2024): Ese lugar al que vas cuando se te caen las ilusiones

Es extraño pasar por un lugar que alguna vez habitaste. Tras la puerta trancada con llave, existe un mundo del cual alguna vez fuiste parte y ahora te es totalmente inaccesible. Tal vez la ventana esté abierta y puedas vislumbrar su esencia dentro, pero te sorprende saber que ahora la cama está en otra posición, o que la mastodóntica heladera a gas ahora es una pequeña heladerita James. Podés ver sentir el olor al café caliente saliendo, incluso es el mismo grano que solía tomar tu madre, pero ella no está sentada escribiendo en el living, donde siempre solía estar. Las paredes siguen siendo blancas, pero es raro verlas sin también ver el pelo negro de tu perro volar porque el muy maldito sólo sabía comer, perder pelo y dormir. Con un suspiro, seguís tu camino, aquel hogar ya no es un lugar, sino un residente permanente de tu memoria. Pero, ¿Qué sucedería si encontrás la llave y al abrir la puerta está todo de la misma manera? ¿Te quedarías ahí un rato más?

Agarrame Fuerte es uno de los pocos estrenos uruguayos de ficción de 2024. Co-escrita y dirigida por el tándem Ana Guevara/Leticia Jorge, quienes ya habían escrito juntas los largometrajes Alelí (2019) y Tanta Agua (2013). Esta película es una de las experiencias más conmovedoras que me ha tocado presenciar en el cine este año. Desde la función de clausura en el Detour hasta el otro día en Cinemateca, a sala casi llena en pleno martes, la reacción del público ha sido siempre de reverencia total. Esto no se limita a la gente de acá, sino que también ha sido seleccionada para múltiples festivales, dentro de los que se incluye el de Tribeca, donde ganó el premio Nora Ephron; premio destinado a las películas que representen en espíritu a los escritos por la guionista de When Harry Met Sally y Sleepless in Seattle, y yo creo que sin lugar a dudas lo tiene.

Agarrame Fuerte (2024, Ana Guevara y Leticia Jorge)

Escuchame, esta película arranca con niños jugando en un funeral. En esa escena, las protagonistas lloran la muerte de su amiga, Elena (Victoria Jorge), pero también chismosean e incluso comentan sobre cómo alguien tiene la misma remera que una de ellas (aunque a la otra no le queda sueltito, bien). Pero por más que haya momentos de respiro en el medio, las lágrimas vuelven a las mejillas de Adela (Chiara Hourcalde). Eso que ella se burlaba de una parienta de Elena cuando dice: “cuando alguien se va, su espíritu se queda un tiempo entre nosotros”, aún así, en un momento de tristeza se sube a un ómnibus que trasciende espacio-tiempo cuyo destino es Solís, en el pasado. Ahí volverá a encontrar a su amiga y volverá a vivir momentos hermosos como cuando lavaron las cortinas (para nunca volver a colgarlas), pensaron que habían sido robadas, comieron durazno en almíbar de la lata y leyeron libros de misterio. Las acompaña otra amiga, Lucy (Eva Dans) y su hijo chiquito Paquito, quienes también la pasan bomba. El título de la película viene del sentimiento de Adela con respecto a ese viaje y a su amiga, por lo que al final tendrá que tomar la decisión si volver al presente o si seguir en esa profunda memoria.

Y es que el presente está bravo, la tragedia altera la realidad que se siente distante e irreal. Esto se expresa de una manera muy interesante desde el encuadre: se encierra a personajes en reflejos o se los filma del otro lado de una ventana con muchísima profundidad de campo, evitando la cercanía que en la segunda parte se verá en planos más cerrados, a veces con poca profundidad de campo. Esta manera de visualizar la dicotomía entre la realidad y el recuerdo también se ve en la iluminación y en los colores elegidos: en el balneario predominan colores verde botella y rojos en la noche, en el día los vibrantes colores de la naturaleza, mientras que en el funeral todo es muy frío y gris. Sobre esta iluminación, se usan muchas sombras que se proyectan gracias a persianas, cosa que ayuda a la sensación onírica y un poco psicodélica que tiene la película, hay que admitir que el trabajo de Soledad Rodríguez como DP es formidable.

Agarrame Fuerte (2024, Ana Guevara y Leticia Jorge)

Con respecto al onirismo de la parte en el balneario, el montaje es muy acertado: utiliza una cantidad de cortes en movimiento y transiciones en la que el paso del tiempo no se siente o no existe. En esos intervalos se cuelan cosas inexplicables, como pájaros que citan poemas o piedras que parpadean, más construcciones de un mundo fantástico al cual, sin embargo, se le cuela tragedia. La ilusión, flor, es un recordatorio para Adela que todo aquello que vive ya no es más.

Las tres actrices fueron perfectamente casteadas para el papel que interpretan, algo que no es de extrañar considerando que Leticia Jorge fue directora de casting en el pasado. Victoria Jorge logra ser esa persona magnética y burlona, pero que por dentro es insegura, Chiara Hourcarde transmite todo el dolor y melancolía de la pérdida y Eva Dans es un elemento caótico que trae un balance cómico a todo lo que estamos viendo. Estas actuaciones serían imposibles si los personajes no fueran buenos personajes de por sí: cada uno está lleno de elementos extraños y particulares que le dan vida propia; Lucy va al liceo con su madre y se enamora del tranza, Elena le pone doscientos kilos de azúcar al jugo de naranja y Adela se pone a hacer mímica del profe de gimnasio bajo los efectos del LSD. Es un guion tremendamente humano, hecho desde el amor a cada uno de los personajes.

Agarrame Fuerte (2024, Ana Guevara y Leticia Jorge)

Personalmente, esta película me impactó mucho desde el arranque, porque la primera escena está filmada en un lugar donde viví: el hotel transformado en residencia Balmoral. No pretendo comparar la pérdida de un amigo querido a mudarse de casa, pero ver los pasillos que tantas veces transité y que ahora nunca piso, me ayudó a sentir la nostalgia por algo perdido que siente Adela. Y es que así es: demoledora, graciosa, dura, preciosa. Agridulce. Agarrame Fuerte es una película tremendamente poética en su forma y en sus imágenes, que lidia con la pérdida de una manera fantástica sin nunca dejar de sentirse natural.

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