Leo la breve crítica de JAB sobre la ultima Halloween. Recuerdo la película que vi ayer y me pregunto si de hecho vimos lo mismo. O sea, si él no fue espectador de otra película, al parecer infame, completamente distinta a la que yo entré, para salir, poco menos de dos horas después, con la sensación de ver un producto muy superior a la media hollywoodense.
Parte de lo que JAB critica es la falta de continuidad con el espíritu de la primera. Ahí ya hay un problema: ¿es necesario -y en caso que sí lo sea, por qué- pedirle a otra película, de otro director, cuarenta años después, que sea un seguidor fidedigno y se atañe a las mismas ideas? ¿Cual sería el problema de que busque nuevos caminos? En ese sentido tendrían razón todos los detractores de la tercera película de la saga, Season of the Witch, que se aleja por completo del villano enmascarado y pasa a generar horror a partir de otras, distintas, inesperadas armas.
Pero la Halloween del 2018 es, con todo, la más cercana al espíritu John Carpenter, o al menos la única que se preocupa por cosas que no estaban en la enorme y empantanada letanía de secuelas y reboots que sucedieron en las últimas cuatro décadas.
Como forma de apuntes dispersos, estos son algunas de las cosas que me terminaron por llamar la atención y que me sirven para esgrimir una defensa:
-La estética del Halloween carpenteriano, mal que le pese a los amantes del bizarrismo, y mal que le pese a los detractores del cine de horror, esta más cercana al Victor Erice de El Espiritu de la Colmena que al slasher truculento que durante casi medio siglo se le acusó de ser. La luz anaranjada y otoñal, los paneos hermosos por las calles de los suburbios, el sol colándose en una atmósfera de dulce bajón de porro son instantes de una belleza que ni siquiera es tan fácil de encontrar en otras películas de Carpenter. El director David Gordon Green es muy consciente de ello. De hecho, es de los directores más influenciados por el cine de los años 70s que trabaja en Hollywood hoy en día. Su Halloween respira esa atmósfera de tristeza de pueblo chico, de buscar la belleza en las veladoras de habitaciones infantiles, de filmar de manera refractada dos planos a través del reflejo semi fuera de foco en una ventana.
-Este recurso de filmar a través de espejos o vidrios que marcan dos espacios a la vez no es un manierismo ni un esteticismo vacío, sino que tiene una correlación bastante cercana con la relación de la H2018 con la H1978. Buena parte del desarrollo final invierte los roles de Laurie y Michael Myers. Si en la de Carpenter era mascarita que entraba y revisaba los roperos para buscar a su víctima, aquí es Laurie, que rifle en mano, va a en busca del asesino, de su victimario, para finalmente terminar con todo.
-Hay algo que dice JAB sobre la paranoia armamentista de la película, y yo hablando de rifles en el item anterior parecería estar dándole la razón. Y, para embarrarla más, estoy hablando de cine de terror, el género cinematográfico con más subtexto político de la historia por fuera de la ciencia ficción. Sin embargo, me da la impresión que la idea política de la película no viene por el lado Trump de que todos tengan un rifle. Más bien me parece que se trata de reflejar de manera fiel a estos palurdos de pueblo chico que van armados hasta los dientes. La película no emite juicios sobre lo mal o bien que está portar un arma. Pero en última instancia, la única persona capacitada para terminar con Michael Myers, de todos los personajes que portan un rifle o se enfrentan a él, es Laurie, que más que eliminarlo de un escopetazo lo acorrala con su inteligencia.
-Y hablando de inteligencia y mujeres bellas y fuertes…. El cine de Carpenter ha sido comparado muuchas, muuuchas, muuuuuchas veces con el de Howard Hawks. Esto es un lugar común y por lo tanto no daría ni para discutirlo demasiado. De hecho, Carpenter ha permitido esa comparación, haciendo una remake de una película co-dirigida por Hawks (The Thing), y ha hecho remakes no oficiales de otras películas de Hawks (Asalto al Precinto N° 13 remite mucho a Rio Bravo, ya se sabe). Y sobre todo, ha creado personajes femeninos que están a la altura de la mujer fuerte hawksiana: la profesional que está codo a codo con los machirulos, que nadie trata como débil y que va por la vida amando su trabajo y en una relación de iguales con el chongo que la acompañe. Gordon Green, y su co-guionista Danny McBride, saben de esto, pero también saben que las urgencias y la política de ahora es diferente a la de los 70s. La triada de abuela, madre e hija no son precisamente post-feministas. Más bien creen, o sienten, que son iguales, pero que de cualquier manera están expuestas y vulnerabilizadas. Están rodeadas por hombres que en el mejor de los casos son unos tarados simpáticos (el marido de la hija de Laurie, el novio de la niñera, los policías), pero que en su mayoría son unos turbios que pueden empeorar todo lo que ya está mal (y la mayor parte de las veces lo hacen). Se saben en desventaja, pero pueden aprovecharse de ello. Parte de la estrategia para ganar a Michael Myers es actuar de víctimas. Es decir, fingir empoderarlo. Darle un poder que saben que no tiene y hacerlo caer en su trampa. Y en algo que remite levemente a una de las grandes películas del año, como es Hereditary, se trata también de algo que une por lazo sanguíneo a estas tres chicas bravas. Pero si en la opera prima de Ari Aster (que sí, que es un film superior, que es más compleja y que esta más pensada) se trataba de algo maligno y terrible, como es la sensación de que la locura está en nuestra genética y que no podemos hacer nada para combatirla, aquí se trata de un hilo que las une por su fuerza e inteligencia, su instinto de supervivencia, su capacidad de enfrentarse, de ser rápidas, de utilizar todo lo que tienen a mano para poder ganar. El plano final de ellas tres en la parte de atrás de la camioneta, heridas, abrazadas y vivas, tiene más fuerza que cualquier manifiesto #metoo.
-Con respecto al lugar de las victimas, creo que nunca vi un slasher que hiciera tanto énfasis de que nos preocupáramos por quienes mueren. El procedimiento que toman los realizadores es insólito en el mejor de los sentidos. Mientras que en la mayor parte del cine descartable de terror, sus personajes idem son presentados como un refrito de lugares comunes, los cuales, en última instancia, hace que no nos importe mucho su truculenta suerte. Aquí el combo Gordon Green-McBride se toma cierto tiempo para que nos familiaricemos con estos “descartables” o “víctimas inevitables”. Los conocemos a través de pequeños diálogos y secuencias aisladas, y cada uno de ellos tiene una idiosincrasia que lo aleja de su estereotipo, volviéndolos no solo queribles, sino que logrando a que queramos ver películas enteras dedicadas a seguirles: el niño que va de caza con su padre por compromiso pero que preferiría ir a clases de baile, la niñera que trata al infante al cual debe cuidar con iguales dosis de cariño y descanse, los dos policías que discuten que se trajeron para cenar mientras hacen guardia. Todos ellos se vuelven únicos, y escapan del lugar común al cual parecen estar condenados: el palurdo, la rubia boba, los milicos. Al interesarnos en ellos queremos que sobrevivan, y por lo tanto sus muertes nos pesan, nos resultan incómodas, no queremos que sucedan.
-Si bien el lugar que ocupa el gore es infinitamente mayor que en la original (que es bastante recatada en cuanto a sangre y tripas), hay un manejo de la elipsis y del fuera del campo que confirma que, al menos, Gordon Green es un director bastante seguro de su medio y de la capacidad de dar miedo con pocos elementos. Y, volviendo a algo que menciona JAB en su texto en contra, hablemos de la elipsis que no nos permite ver el momento del escape de Michael Myers. A JAB esto le resulta imperdonable. No entiende cómo los presos pueden escapar por un accidente de ómnibus (olvidando que luego se nos revela que fue Myers quien lo causó). Aquí, de cualquier manera, creo que hay un problema que siempre se manifiesta a la hora de hablar del cine de terror y es la plausibilidad del mismo. Creo que parte de lo más malo que hay en el cine actual es la necesidad de explicar todo. El mundo del Halloween 2018 es coherente con sus propias reglas, es decir, las reglas de su universo y no las del mundo real. Criticar agujeros de lógica (que, en última instancia, ni siquiera tiene) a una película que no está interesada en siquiera explicar la psicología de su villano, me resulta, como poco, un tanto tramposo.
Halloween 2018, al igual que su director, no es una entidad perfecta. No lo quiere ser tampoco. Pedirle a un cineasta que sea “fiel a su visión original” cuando en su filmografía lo que más se destaca es que una y otra vez quiere borrar las marcas más evidentes de su estilo y atravesar otros géneros, otros ámbitos, es cometer un error grave. Lo que podemos hacer, en todo caso (y afortunadamente) es apreciar la inteligencia de sus decisiones. Y por sobre todas las cosas, no ir pensando de antemano que película queremos ver, sino entender la que estamos viendo.