23 DE FEBRERO – WERNER HERZOG: “CON TRES MILLONES DE DÉFICIT YA NO HAY MÁS PREOCUPACIONES”

Hoy en diarios de cineastas

Werner Herzog
Durante el rodaje de Fitzcarraldo, en Peru. (Foto de Jean-Louis Atlan)

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Llamé a [Klaus] Kinski y me encontré con él a la una de la mañana. Pidió una botella de champaña a su habitación, y eso me hizo bien. Hoy al mediodía me dijo al teléfono que nuestra conversación nocturna había sido como demasiada ensalada de papa que nos cae pesada al estómago y nos hace eructar, y que al otro día hay que olvidar rápidamente. Me dijo que si tuviera veinte mil dólares de deuda, debería preocuparme, con tres millones de déficit ya no hay más preocupaciones. Creo que tiene razón.

Encima de eso, las relaciones personales están en una profunda crisis, a punto de romperse. En el departamento del Lincoln Plaza, del que todavía tengo una llave, limpié cuidadosamente las migas de la mesa, puse en su sitio los almohadones del sofá, metí las fotos dentro de sus sobres de nuevo en el lugar correcto, apagué las luces y dejé el lugar sin rastros, como si yo no existiera. Durante la inactividad, la espera y la incertidumbre de cómo se va a comportar la aseguradora, que juega a hacer tiempo, recordé una y otra vez cuando a los quince años me rateé de la escuela junto a Till, creo que él había terminado justo su instrucción, tiene que haber sido noviembre. Viajamos a dedo hacia el norte de Alemania, él quería ir a Helgoland y nos separamos en algún lugar porque él había conocido unas chicas y quería dar vueltas un tiempo con ellas. En Dusseldorf, bajo la lluvia y la neblina heladas, entré en una casita de fin de semana y pasé dos días y dos noches, la mayor parte del tiempo sobre una reposera enmohecida. Después me metí por una ventana en el primer piso de una mansión elegante y pasé de nuevo casi dos días en una habitación que pertenecía a una chica. Todavía tenía muñecas en la cama, pero en las paredes colgaban afiches de estrellas de rock, y junto a su ropa estaban sus primeros pequeños corpiños. Abajo, en la cocina de la casa, había un despertador de cuerda, los habitantes no podían haberse ido hacía mucho. Durante horas revisé la casa en busca de señales para deducir cuánto tiempo estarían ausentes: la fecha del último diario en el papelero, cuán fuerte estaba cerrado todo, indicios escritos que pudieran estar tirados por ahí, cuánto había en la heladera. Adentro había huevos, leche y verduras, y el que deja eso en la heladera no está semanas afuera. Una vez, la primera tarde, me asusté horriblemente, porque sonó el teléfono. Dormí semivestido en la cama, coloqué los zapatos al lado mío de tal forma que me los podía calzar inmediatamente, y juntaba las migas de mi comida en un pedazo de papel de diario. La segunda noche, a eso de las once, yo dormía profundamente (no me había animado a prender la luz en ningún lado, aun cuando por la estación del año oscurecía a las seis de la tarde), de pronto hubo luz en toda la casa, voces, la puerta del garaje se abrió. Mi habitación estaba sobre el garaje, y había personas ahí dentro, y yo no podía irme por arriba del techo del garage, que estaba debajo de la ventana. Tampoco podía ya bajar por la escalera hacia la casa. Sin aliento a causa del pánico cerré la habitación por dentro. Poco después se movió la manija. “Mami, ¿cerraste acá?”, decía la chica del otro lado de la puerta, “¿quién cerró acá?” Volvió la tranquilidad al garaje y pasos de hombre subieron la escalera. Entonces me subí al techo plano, atravesé el jardín y me trepé por la verja hacia el terreno del vecino. Estuve acuclillado durante un rato, inmóvil bajo un árbol mojado, frío, chorreante, y luego me largué en silencio. Todavía me acuerdo de la mañana siguiente: campos bajo la niebla de Noviembre, cacareos de gallos y autos que pasaban con metas, con un origen y un adónde.

Traté de llamar a M., pero sonó doce veces y nadie atendió el teléfono. Gritos enloquecidos abajo en la calle. Visto desde la ventana, Nueva Jersey está envuelta en tormentas invernales. Mucha gente acá habla sola.

La Conquista de lo Inútil
(Diario de Filmación de Fitzcarraldo)
Editorial Entropía
2008


Este post pertenece a una serie dedicada a Diarios de Cineastas.

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