La prometeica carrera de Larisa Shepitko (1938-1979) sin duda pone a la realizadora ucraniana en el lugar de los artistas que dieron mucho a pesar de que la muerte interrumpiera el potencial de su promesa. No sería justo hacer paralelos con compositores como Franz Schubert o el poeta John Keats, que a pesar de morir jóvenes dejaron una obra inmensa, ya que el cine es un arte cuya gestación lleva largos períodos, mucho dinero y desafíos burocráticos. Shepitko fue una joven prodigio del cine (debut a los 22 años) que hizo alquimia de su enorme talento en seis largometrajes, siendo Alas (1966) y Ascensión humana (1976) sus caballitos de batalla. Realizó dos películas a color, el musical fantástico para televisión llamado La hora 13 de la noche (1969) y el drama matrimonial Tú y yo (1971) luego de Calor (1963), su primer largometraje y El comienzo de una era desconocida (1967), un filme de tres segmentos, el segundo de los cuales dirigió Sheptiko (el tercero nunca fue encontrado). A pesar de sus incursiones en diferentes géneros, fue la cruda topografía monocromática de la Segunda Guerra Mundial donde la directora elaboró sus escenas más potentes.
El dato curioso que suma cierta belleza poética a la vida de Sheptiko no es su trágico final en un accidente de tránsito a los 41 años, en la mitad de un proceso de rodaje, sino el hecho de que su marido fue uno de los gigantes del cine soviético de la segunda mitad del siglo XX, Elem Klimov. La pareja se estableció como una importante fuerza creativa entre los intelectuales de la época, triunfando por encima de las limitaciones y censuras gubernamentales para dejar en el proceso películas que navegan por los estados más críticos de la humanidad hasta latitudes donde a veces es difícil seguir mirando. El hecho es que si Ascensión humana de Sheptiko descansa gran parte en el agónico proceso de interrogación y execución de un grupo de partisanos durante el invierno de 1942, Ven y mira (1985), dirigida por su esposo, vuelve a Bielorrusia para meternos en la peor iniciación que un joven campesino de 15 años puede tener: vivir de primera mano los horrores de la guerra y el genocidio nazi. Más allá de la temática lúgubre, ambos ejemplos muestran el despliegue de una artesanía envidiable que esta pareja de directores cultivó desde su búsqueda inflexible por la verdad: la técnica al servicio de un ojo brutalmente honesto pero humanista, de ansiedad documental y aspiracion poética, cualidades que seguramente heredaron de su principal maestro en el insituto cinematográfico, Alexander Dovzhenko (1894-1956). Es un cine del primer plano, de relación directa con el rostro y cómo este dialoga emotivamente con el entorno. Es un cine cuya franqueza y tamaño de producción encontrarían un ambiente bastante inhóspito en la industria contemporánea, si bien tuvo una suerte de resurrección en El hijo de Saúl (2015), sobre todo en lo formal y coreográfico. Un cine, además, preocupado por la (des)memoria: en el melancólico estudio de personaje Alas, la protagonista es una piloto que después de haber luchado en la Segunda Guerra Mundial tiene que enfrentarse a la inevitable brecha generacional que trae el paso del tiempo. Lejos de la guerra, la falta de empatía empieza en el olvido.
Es difícil concebir el duelo que Klimov debió atravesar después de la muerte de su pareja. Antes de su propia muerte, el director recordó las palabras que Andrei Platonov le escribió a su esposa: “Hacia lo imposible nuestras almas vuelan”. Lo que sí tenemos es un magnífico y conmovedor corto de 20 minutos que él realizó como homenaje en 1981 documentando la carrera de Shepitko. Está subido entero a YouTube, si bien solo tiene subítulos en inglés. Se recomienda sin reparos, especialmente por el archivo oral de la directora hablando de su lugar en el arte como realizadora y mujer. Abajo del video enlazado se ofrece una traducción al español de gran parte de lo que dice, organizado por temática. Es una traducción hecha a partir de los subtítulos en inglés, así que pecará de serle un poco infiel al original ruso, pero nos puede dar una idea del importante mensaje que la directora tiene para transmitir.
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Cine y feminismo:
“Les aseguro que no hay nada, ni un solo cuadro en mis películas, ni uno solo, que no venga de mí como mujer. Nunca me puse a copiar, nunca traté de imitar a los hombres, porque sé muy bien que todos los esfuerzos de mis amigas, más viejas o jóvenes que yo, de imitar el cine de los hombres, no tenían sentido, eran secundarios. Pero yo hago una distinción entre el cine de las mujeres y los hombres. No hay cine de hombres y mujeres. Hay cine de mujeres por un lado, y de hombres por el otro. Los hombres, también, pueden imitar perfectamente bien el de las mujeres, su sensibilidad. Pero una mujer, como mitad del género humano, puede revelarle al mundo algunas cosas asombrosas. Ningún hombre puede discernir tan intuitivamente ciertos fenómenos de la psique humana, en la naturaleza, como puede la mujer”.
Fidelidad al arte:
“En esta persona [Dovzhenko] nos encontramos a un gran humanista. Supongo que la gente así vivió en la época del Renacimiento. Pero más importante, él era absolutamente una persona que no hacía concesiones. Haber vivido sus sesenta años en concordancia con su consciencia, no ceder en nada, nunca ir en contra de sus postulaciones morales, siempre decir la verdad en la cara, era extremadamente difícil. De más está decir que no había lugar para la falsedad, el compromiso, el mercenarismo o el trabajo mediocre. No sé cómo podría mirarlo a los ojos ahora. Cuando yo me volví una persona independiente, me di cuenta lo difícil que era seguir sus mandatos en la vida. Declararlos es una cosa, ¿pero cómo puede vivir uno así cada día? Todo segundo del día nos propone, por medio de la necesidad práctica, a hacer un compromiso, maniobrar, quedarnos callados, ceder, con la esperanza de compensar después. Parece ser lo que se llama flexibilidad en la vida. Nos demanda, nos fuerza. Pero resulta que si pensamos que podemos ser astutos por cinco segundos para compensar después, en el arte, trae castigo, el más cruel e irreversible castigo. Hoy no puedes hacer una película solo por dinero. “Bueno, haré esta película de paso, cederé aquí, diré lo que quieren que diga allá, trataré de darles el gusto aquí y evitar decirlo allá, aquí diré solo una media-verdad, allá simplemente no diré nada, pero en mi próxima película voy a compensar, diré todo lo que quiero, completamente, como una persona creativa deba hacerlo, como un artista, como un ciudadano, diré todo.” Es una mentira. Es imposible. No hay esperanza en engañarte a ti mismo con esta ilusión. Si tropiezas una vez, nunca volverás al camino de la verdad, te habrás olvidado el sendero de vuelta. No puedes pisar dos veces el mismo río”.
Ser en el mundo:
“Si tu vida fuera enriquecida con cuidar a otra persona, entonces ya habrías justificado tu existencia. Esto es evidencia de la vida espiritual de una persona. Son riquezas que no pertenecen a ti personalmente, sino al público. Hay cosas que son sagradas para todos. Hay nociones bien definidas de bien y de mal, de nuestra moralidad. Existen las cualidades eternas como el amor a tu tierra natal. ¿Para qué nacemos en este mundo? ¿Qué vamos a contribuir? ¿Cómo vamos a hacer la vida mejor? Lo que queda en el análisis final son mis posibilidades como persona. Tus posiblidades”.