LOS BOLETINES VIEJOS #00

Una introducción

Esto quizás tenga que ver con una especie de trastorno obsesivo compulsivo. O más bien con un tipo de fetichismo bastante común a los cinéfilos, la misma que los lleva a efectuar listas larguísimas, enumeraciones eruditas sin demasiado sentido y otras formas de onanismo. Pero lo cierto es que, desde que tengo memoria, o mejor dicho, desde que en mi historia personal entra el amor por el cine, siento una fascinación especial por los boletines viejos de Cinemateca Uruguaya.

La primera vez que me tope con uno tendría yo algo así como siete u ocho años. Mi hermana mayor era socia y ya contaba con una colección nada despreciable. Leerlos era acumular información, y pensar en todas las películas que algún día vería era una especie de plan a futuro. Desde entonces, los boletines (o libritos, o revistitas, o como ustedes le guste llamarlos) se volvían un objeto de devoción. Los guardaba, los pedía, los buscaba. Es posible que algún pobre portero o boletero haya tenido que aguantar que un niño mórbido fuera a pedirle ediciones viejas o de algún mes que me faltaba. Era una obsesión no del todo dañina, pero casi seguro no muy saludable, similar a la de llenar un álbum de figuritas (cosa que también hacía, obvio).

Cuestión es, que desde hace ya varios años me volvió esta afición por acumular los boletines de nuevo. Ni siquiera los nuevos, los que salen mes a mes. Se trata de algo más específico: boletines que haya publicado Cinemateca desde enero del 90 a diciembre del 95. Algunos de estos vienen directamente de cuando era púber, otros los compré en la feria, otros (confesión terrible) fueron robados. Quizás esto tenga algo que ver con la recuperación de la infancia perdida y otros lugares comunes en plan Dolores Fonzi en El Tiempo no Para que quiso hacer lo idem (detener el paso del tiempo) pero muy bien no le salió ( si esto termina en muerte y destrucción, quiero irme como se iba Nacha Guevara, en un camino de pétalos de rosas hasta una bañera celestial).

 

 

Desde hace unos meses me pregunté si podía hacer algo más con esto que coleccionarlos y, en casos eventuales, consultarlos por algún dato o alguna referencia puntual. Y se me ocurrió este proyecto un poco ridículo pero que a priori me dan ganas de dedicarme a ello. Tomé los meses que más me entusiasmaban en cuanto a programación y armé un año ideal como espectador. Es decir, un collage de ciclos que tienen más de 20 años de antigüedad. Intenté que si una película fue exhibida el 3 de agosto de 1994, que pudiera verla ese mismo día pero del 2018, como si se tratara de un viaje en el tiempo y de pensar como se ven después de pasado tanto tiempo. ¿Mantienen su originalidad y su relevancia, o eso se perdió, se transformó en vinagre?

Parte de esta idea, aunque parezca contradictorio, rechaza la idea de nostalgia, aunque su inspiración pueda terminar pareciendo hasta reaccionaria. Más bien tiene que ver con sentir que mi educación como espectador y crítico está lejos de estar terminada. Querer completar o compensar esos baches es una de las premisas. Por lo tanto, a la vez que quizás vuelva a ver películas que no veo desde hace mucho tiempo, o intente completar la filmografía de directores favoritos, también voy a la búsqueda de films que siempre supe o supuse como importantes pero que postergué ver. Y por supuesto la curiosidad, el intento de encontrar cosas insólitas, nuevos favoritos y también nuevos odios. Como intento creer al cine y a mis intereses lo más eclecticos y todoterreno que puedan ser, acá terminaran apareciendo dibujitos japoneses, vampiras lesbianas inglesas, cosas francesas de lo más culturosas, y epopeyas escolares uruguayas.

Me sé alguien disperso, alguien que no se caracteriza por tener como principal virtud la persistencia, la disciplina y la constancia, lo cual me da un poco de miedo al enfrentarme a esto que me propuse hacer. Por lo tanto los textos no van a seguir un formato específico en cuanto a extensión e intenciones crítico-informativas. Si un film lo único que me inspira es la frase: “Oh mi dios, ¿qué hice con mi vida?”, eso será el texto en total. Improvisaré sobre la marcha y espero no aburrirme y no aburrir a los potenciales, quizás inexistentes lectores.

Los invito entonces a acompañarme a esta aventura ridícula. Quizás dentro de un año saquemos alguna conclusión de lo más absurda al respecto. O quizás haya finalmente sucedido el apocalipsis y esto quede inconcluso por razones que me exceden. De cualquier manera, puede llegar a ser divertido.

 

 

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