La miniserie de Lappado y Ganz terminó su paso por TV Ciudad y ahora quedó en YouTube para quienes no han tenido la oportunidad de verla.
[separator type=”thin”]
La serie es plural porque cuenta la historia y el viaje de cada personaje, más allá de que estén unificados bajo una misma trama. La sensación después de haberla visto no puede reducirse a “me gustó” o “no me gustó”, porque los puntos a atender son varios y los personajes despiertan cosas muy disímiles. Un personaje puede generarte un montón de empatía y cariño, mientras otro puede desagradarte o serte indiferente. Sin embargo, más allá de que algunos personajes no se hayan ganado mi corazón, el conjunto de la serie sí lo hizo.
La trama que unifica a todos es el video en sí: tener que llevar adelante un negocio que camina decididamente hacia la extinción. ¿Cómo es trabajar en un lugar cuyo pico de éxito pasó hace rato y ahora sólo es cuesta abajo? ¿Cuál es el futuro de los videoclubes? ¿Morirán realmente o encontrarán la forma de reinventarse? Entre esas preguntas se mueven los personajes de la serie, que buscan cualquier cosa que saque el negocio a flote. La experiencia del videoclub es algo que atraviesa a la gran mayoría de los uruguayos, o al menos de los que viven en Montevideo. Todos fuimos a un videoclub incontables veces y, en su momento, era casi la única manera de ver películas y tener alguien que te recomiende qué hay. En ese sentido, la serie encuentra un punto en común con un público bastante amplio. Hoy la experiencia es digital en su mayor parte, y las recomendaciones van de la mano de Netflix, amigos o listas de Internet.
En ese videoclub trabajan Willy (el dueño, interpretado por Gabriel Bauer), Héctor (Néstor Guzzini), Jaime (Diego Bello) y Ricardo (Roberto Suárez). Los personajes que se llevan la mayor atención y cariño son Héctor y Jaime porque sus historias son las que se encuentran más cercanas a las de cualquiera: tienen que ver con la soledad, el deseo de estar acompañado y querer salir adelante. El vínculo que mantienen es muy particular y destacable porque se da desde la comunicación no verbal, desarrollándose mediante un lenguaje corporal de miradas y significados ocultos de las palabras, mostrando todo lo que está en juego entre ellos dos. No hay nada que se diga explícitamente, y eso es mágico. Al final, te importa más a dónde irán a parar estos dos personajes y cómo encarrilarán su vida más que el destino del video en sí. Por el contrario, el personaje que, a mi criterio, está mal encarado es el de Willy. Solo despierta rechazo, porque en ningún momento se busca humanizarlo o apelar a su lado más sensible. Se lo retrata como un hombre egoísta y desconsiderado, que le importa más el local que la gente que trabaja en él. Uno puede entender su desesperación, pero, al no tener ningún aspecto en el cual depositar un poco de empatía, su lucha nos deja de importar.
En cuanto al núcleo cinematográfico más duro, la serie juega con el formato de falso documental al igual que REC (2012) la serie anterior de los mismos creadores, Matías Ganz y Rodrigo Lappado. El juego consiste en que un grupo de documentalistas decide registrar la vida de la gente del videoclub, por lo que los protagonistas saben que están siendo filmados. La constante cámara en mano vuelve presente al camarógrafo, casi convirtiéndolo en un personaje más. Las miradas quebrando la cuarta pared y las interpelaciones que parecen dirigirse al espectador generan un humor muy particular, siendo recursos medidos de forma meticulosa para remarcar momentos incómodos y hacernos cómplices de lo que sucede. Aunque esta decisión estética tiene varias cosas acertadas, sobre todo por el tipo de humor que genera y porque nos permite acercarnos más a los personajes, es una pena que la serie de a momentos pareciera olvidarse de su propio estilo. De a poco, va ficcionalizándose más y hay momentos que no pertenecen al mundo del mockumentary, donde la cámara está en lugares o momentos inusitados, perdiendo rigor y coherencia.
En general, la serie consiguió lo que buscaba: retratar los conflictos que surgen en cualquier trabajo donde hay que interactuar muchas horas con gente (tanto compañeros como clientes). Uno de a poco va entendiendo qué le importa a cada uno, y el vínculo que mantienen. El final resulta un poco trunco, da la sensación que podría haber seguido al menos un capítulo más para rematar mejor los conflictos (o quizás haber entablado un conflicto más grande para que el final fuese más evidente), dejándonos con las ganas de saber un poquito más sobre la situación de los personajes. De cualquier manera esto también puede formar parte de sus virtudes. Uno se encariña con casi todos ellos y quiere saber si van a estar bien.
[embedyt] https://www.youtube.com/watch?v=k1vgYaH5sUE[/embedyt]
Título: El mundo de los videos. / Año: 2017. / Duración: 5 capítulos. / Dirección: Matías Ganz, Rodrigo Lappado. / Producción: Negro Jefe, Juan José Lopéz, Eugenia Olascuaga. / Fotografía: Damian Vicente. / Elenco: Roberto Suárez, Nestor Guzzini, Diego Bello, Gabriel Bauer.