El otro hermano (2017) puede ser confundida fácilmente con una buena película. De hecho eso está sucediendo. En esta misma página salió una crítica a favor. Digo que puede ser confundida porque tiene todos los tics que logran atrapar a una demográfica que es la principal encargada de escribir sobre cine. Esta el clima de cine negro, violento, polvoriento de los años 70s, desde la tipografía de los títulos a la música johncarpenteriana. Esta el tono sombrío, casi nihilista de su trama. Esta también la sensación de “película viril”, “masculina”, lo cual, parece obvio decirlo, son dos adjetivos intrínsecamente positivos.
En el podcast de cine argentino, Los Jóvenes Viejos, el crítico Juan Francisco Gacitúa dice que “Caetano está a kilómetros de los otros realizadores locales”. Esa distancia de calidad supongo tiene que ver con el virtuosismo seco de su puesta en escena, la de por ejemplo toda la decoración de la casa del hermano con síndrome de diógenes, o la que sabe mover una cámara. ¿Qué una película sea prolija ya la hace buena? ¿Un buen arte hace a una buena película? ¿Saber para dónde mover la cámara es sinónimo de ser un buen director?
El problema de El Otro Hermano es que, justamente, no es una película prolija que tome una distancia cualitativa notoria con respecto al resto del cine que se produce en la región. Es, en todo caso, una película obvia y machacona, que insiste una y otra vez sobre sus remanidos puntos. Sobre todo en la moralina de “por dinero todos hacen todo”, algo típico de filosofía de sobremesa que parece profunda solo por su desencanto y “amargura”, pero cuyo peso es el mismo que las ideas que puedan aparecer en Mary Poppins, solo que en negativo. Su énfasis en lo sórdido y desagradable no la hace interesante, solo la hace gratuita. No hay nada de fondo ni de necesario en mostrar que a una señora la violan y le guste que lo hagan. No hay un humor negro e incómodo, en todo caso hay un humor grotesco digno del peor cine argentino de los 80s, aquel que cree que una puteada con acento simil italiano ya es suficiente como para funcionar como chiste. De hecho, El Otro Hermano, con su clima atemporal y su agobio de pueblo chico es más parecido, mal que le pese a sus defensores, al cine de Héctor Olivera (como por ejemplo en No habrá más pena ni olvido) que al Sam Peckinpah. Incluso tiene a Leonardo Sbaraglia haciendo de Federico Luppi. Daniel Hendler solo hace de Hendler pero más gordo. En el medio tenemos a una Ángela Molina con un personaje solo justificable por la co-producción, que desaparece por manotazo de guión en una escena de un ridículo digno de Acto de Violencia en una Joven Periodista.
Es un poco tragicómico es que este cine provenga de aquellos que fueron saludados como los próceres del Nuevo Cine Argentino. Aquellos que se rebelaron contra el mal cine industrial de antaño solo crearon uno igual de horrible pero más prolijo. Un nuevo modelo de películas que no tienen demasiado para decir pero lo dicen a los gritos. Un cine neoliberal fingiendo estar por fuera de ese mismo sistema y señalándonos sus males, al mismo tiempo que los recrea. En ese sentido, que la misma película apunte al nexo subterráneo o a la conexión entre los hermanos, es un poco absurda dada tamaña misantropía. Como es absurda, por ya vista, por repetida, por, en última instancia, estúpida, la utilización de la sangre como metáfora. La sangre que se vierte de los hermanos no significa nada. La sangre en todo caso si se vierte no llega al cerebro y hace que una persona se muera.
¿Cómo es que este cine sigue engañando gente? ¿Es todo tan malo, somos todos tan perezosos que sólo con que algo esté “dignamente realizado” o se parezca mínimamente a algo que ya vimos y en su momento nos gusto, ya es suficiente para creerlo bueno? No es algo nuevo, es sólo un síntoma de un estancamiento ambiente. Si lo seguimos dejando pasar la culpa es únicamente nuestra.
Título original: El otro hermano / Año: 2017 / Duración: 112 min. / País: Argentina, Uruguay / Director: Adrián Caetano / Guión: Adrián Caetano, Nora Mazzitelli (Novela: Carlos Busqued) / Música: Iván Wyszogrod / Fotografía: Julián Apezteguia / Reparto: Daniel Hendler, Leonardo Sbaraglia, Alian Devetac, Alejandra Fletchner, Max Berliner, Pablo Cedrón, Ángela Molina