WESTERN ‘CRIOLLO’ en una toma: El desafío del DETOUR redefiniendo el género

Como todos los años, el Festival Detour organizó un desafío para fomentar el rodaje de nuevas obras. Partiendo de la premisa de filmar un cortometraje en una sola toma (plano secuencia), el festival ha variado en su eje temático. Originalmente, el desafío se centraba en ‘lugares en una toma’ (ej.: cementerios en una toma, campos en una toma), después pasó a ‘géneros en una toma’ (ej.: terror en una toma, ciencia ficción en una toma), y este año, la propuesta fue más específica y particular: ‘western criollo en una toma‘.

El western es un género estrechamente ligado a la cultura norteamericana. Parte del reto consistía en ver cómo los participantes adaptaban este concepto tan arraigado al ‘lejano oeste‘ estadounidense a nuestro país.

Lo más interesante de asistir a la función fue ver la interpretación personal de cada equipo, enfocando sus cortometrajes de formas completamente distintas. Géneros como el terror y la ciencia ficción ofrecen un campo más amplio, pero al mismo tiempo esa amplitud, de alguna forma, limita la creatividad y la experimentación. El terror es terror acá y en cualquier otro lado, y todos conocemos las formas clásicas de generar miedo. Pero, ¿y el western? Cada corto tuvo que interpretar qué significaba para ellos el concepto de ‘western criollo’, con algunos patrones recurrentes.

Amos de la cuadra (Ramiro Firme y Santiago Musetti)

Una de las formas más interesantes de abordar la temática fue la de no usar un entorno típico del western, sino adaptar tramas clásicas del género americano (incluyendo diálogos y planos) a un contexto uruguayo contemporáneo. En algún lugar del oeste (Yamandú Fumero) retrata la rivalidad entre dos grupos de niños que juegan al fútbol, usando un guion con diálogos clásicos del western y una estética cálida, pero situada en una cancha de fútbol.

Uno de los cortos más destacados, Amos de la cuadra (Ramiro Firme y Santiago Musetti) parte de una premisa similar con niños peleando por una pelota, pero en un ambiente callejero en Aguada. Se presenta una narrativa sólida, con un guion redondo, que aprovecha al máximo la idea de adaptar ideas clásicas del género. Los diálogos presentan este estilo western muy marcado e incluso logran presentar un arma de fuego sin irse al ridículo; aprovechando la comedia implícita (y no tan implícita) que aportan estos elementos.

El renegado (María Inés Colman y Joaquina Torres) también emplea el estilo western en un contexto uruguayo contemporáneo, con una estética callejera de la Ciudad Vieja por la noche. Utiliza el estilo western de manera casi paródica, como elemento cómico, y con una ambientación de realismo mágico. La trama sigue a dos personajes que pelean por un encendedor, cosa que de repente se transforma en un duelo de revólveres, mientras un público los observa. Es todo muy onírico; incluso la música, que parece incidental, se revela como parte de la escena cuando un músico aparece tocándola en vivo.

El renegado (María Inés Colman y Joaquina Torres)

Machos (Estefanía Sira, Pedro Ulfe y Ana Paula Pérez) se inclina hacia una estética full western, con algunos elementos contemporáneos uruguayos. Sin embargo, pronto se descubre que todo era un juego de rol de los protagonistas. Esta propuesta se sitúa en un punto medio entre quienes se tiraron por completo al estilo western y quienes intentaron adaptarlo a un entorno actual. Además, es interesante cómo se burla de la masculinidad exagerada y ridícula de los personajes clásicos de las películas western.

Entre los cortometrajes que se inclinaron más hacia el western clásico, Homa: Guardián de la luz (Juan Pablo Bornio Cottini) juega con el concepto de ‘americanos vs. indios’, adaptándolo a un ‘gauchos vs. charrúas’. Situado en las Sierras de Mahoma, el corto enfrenta a unos gauchos cuereando un zorro albino (considerado importante en leyendas charrúas) contra el Cacique Homa. Es muy interesante e inteligente cómo se aprovechó la temática western para visibilizar a la comunidad indígena de nuestro país.

Homa: Guardián de la luz (Juan Pablo Bornio Cottini)

La mujer que mató a Aquiles Lanza (Matteo Basterrica) convierte el nombre del ex-intendente de Montevideo en un personaje clásico de películas western. Aquiles Lanza, interpretado por Esteban Recagno (Jorge Carrascosa en ‘Maradona: Sueño Bendito‘), es un forajido que decide si batirse a duelo o no lanzando una moneda al aire. El corto crea un personaje ficticio inspirado en uno real, dándole una presencia memorable en muy poco tiempo. Jugar con un personaje histórico real y adaptarlo al lejano oeste es una forma brillante de abordar el desafío.

Cortos como Mala mano, buena pata (Santiago Irachet y Luis Pereyra), Yeguas (Flor Ania Milman y Theodore Hanna), Sin clemencia para los vencidos (Mateo Fernández y Joel Rebour) y Truco (Facundo Gómez) se inclinan hacia la acción propia del western. Mala mano, buena pata destaca por su coreografía y cambios dinámicos de encuadre, manteniendo el plano secuencia. Truco, por otro lado, tiene la particularidad (que no se ve en ningún otro corto de este año) de utilizar un plano estático en toda la obra, e incluso así incluir la acción de manera satisfactoria.

Quedaron muchos cortometrajes por mencionar, ya que fueron demasiados para cubrirlos todos, pero el nivel de este año fue increíble. El ‘western criollo’ fue una plataforma que permitió explorar distintas formas de narrar y de interpretar el concepto; cada equipo aportó algo único, no hubo ningún corto flojo este año.

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