A Polín lo reprimen, le pegan una buena cachetada.
Polín escapa del reformatorio y queda preso en la ciudad. En la ciudad roba plata y en su casa, en la villa, queda preso igual.
En el río, así desnudo en plena belleza visual, Polín nada y descansa preso de su soledad. Unos niños bandidos, más tristes que Polín violan a su amigo y Polín simplemente llora en desconsuelo.
¿Dónde están los grandes? Muy lejos de allí, del río, de los niños, del propio Polín.
En grandes espacios se encuentra Polín. No importa que tanto cielo, carreta o cigarros, nunca habrá forma de salir de ahí.
–¡Yo no hice nada!, ¡Yo no hice nada! No importa Polín, la cobardía es más grande y es preferible pegarte a ti.
El espacio es grande porque estás solo y pequeño porque te vigilan.
Dejalo todo y echá a correr. Agarra el caballo y hacelo comer. Dale el pasto más fresco y disfrutá; porque aunque lo quieras, nunca lo podrás tener.
La policía aparece y te vuelve a encerrar.
Polín ya no llores, nunca habrá forma de salir de ahí.
Una serie de películas como Los jóvenes viejos (Rodolfo Kuhn, 1962), Buenos Aires (David José Kohon, 1958), Los inundados (Fernando Birri, 1961), El jefe (Fernando Ayala, 1958), entre otras, dónde también encontramos Crónica de un niño solo, anticiparon la llegada de un nuevo movimiento cinematográfico en Argentina. Este movimiento al que se llamó Nuevo Cine Argentino se replanteaba todas las bases narrativas y estéticas de la producción cinematográfica nacional en oposición al cine comercial que tapizaba la oferta. Buscaban una cercanía con la realidad y sus problemáticas sociales, por resumirlo de forma vaga.
Esta tragedia de 1963 dirigida por Leonardo Favio es una gran conjugación de denuncia social, lenguaje cinematográfico y de una idea muy fuerte que se hace presente pero no opina sobre sí misma. La película esta contada sin mucha vuelta, lo muestra todo sin miedo, dando el espacio para que el espectador dialogue.
Es la historia de Polín pero también es una historia sobre la negligencia, la represión y, ante todo, una historia sobre la no-salida.
Narrativamente es como un círculo, el personaje esta destinado a volver siempre al punto de partida, al reformatorio, al encierro. Es una tragedia cíclica, infinita, como el mito de Sísifo. Puesto en términos de lenguaje actual la vida de Polín es como un loop alienante.
Como escribe Homero Alsina Thevenet en marzo de 1965 sobre la película, la grandeza de esta pieza, con respecto a sus pares, es la economización narrativa, lo cual lleva a que Crónica de un niño solo cuente mucho más desde el lenguaje del cine que desde cualquier otro. Los diálogos son escasos, intervienen con mesura e incluso hay escenas que son construidas enteramente por la imagen, como la escena donde están en el gimnasio del reformatorio cumpliendo un castigo. En una primera instancia lo que da ritmo y atmósfera a la escena es el sonido del silbato autoritario del guardia y posteriormente el montaje de las diferentes situaciones en que los niños se encuentran quietos y callados, esperando que pase la hora, mientras Polín debe correr sin parar por toda la habitación. Este montaje intercala los planos objetivos de los diferentes niños con uno subjetivo de Polín. Recurso que nos indica que está al borde del agotamiento.
De todas formas la gran escena de esta película es la que Polín va con su amigo al río. El montaje en paralelo, el montaje poético y los bellos desnudos de los niños caminando a orillas del río, se apoderan del armado de esta escena logrando contar una situación terrible, la violación de su amigo por un bando de niños, sin ni siquiera mostrarlo. Esta escena trae la clave de la historia, ante la situación Polín grita desesperado, inmóvil, porque podrá ser un hábil ladrón de billeteras en el ómnibus, pero es ante todo, un niño.
¿Y dónde están los grandes? Todos los personajes grandes de la película o son irrelevantes, o están allí como símbolo de represión, negligencia o de la miseria. Incluso el buen hombre que intenta tener un buen gesto por Polín, por consecuencia lo deja a la deriva propenso a su triste final.
Concisa, bella, clara. Un mundo real encerrado en una ficción dónde todos los elementos son conscientes de que están contando la crónica de un niño solo.