2+2 DEL DETOUR

Hace una semana se acaba de celebrar una nueva edición del festival de cine nuevo (más conocido como Detour), por ende un montón de espectadores pudieron ver o discutir acerca del nuevo cine que se viene gestando en el país, ya sea a través de cortos primerizos, largometrajes documentales o concursos donde los jóvenes cineastas deben sacarle jugo a la imaginación. Como siempre el festival no deja indiferente a nadie y después de haber vivido la ceremonia de premios, toca repasar algunas de las cosas más interesantes que nos dejó.

En este texto 2+2 se hablarán de dos tipos de audiovisuales, series y cine. Vale hacer la separación por estar hablando de lenguajes diferentes, pero vale también decir que esto no viene del desprestigio hacia un medio, sino como (para además de llamar a las cosas como son) una forma de ver cómo distintos realizadores, con formas de pensar y hacer diferentes se manejan con los códigos de esos medios. Además, los ejemplos dentro de estos también no pueden ser más opositores: una serie empática frente a una serie misántropa, y una película acelerada frente a una película calmada.

La Casa Grande (dir. Paula Botana)

4 capítulos proyectados de 7

Iniciando con una nota personal, ponerse a escribir de un proyecto donde vos conocés a una parte de los involucrados (y que encima estos te caigan bien) es complicado, ya que uno trata de no mezclar el afecto personal con el juicio general -más si en un caso como este aún el proyecto entero no pudo ser visto-. Algunos se van por el caso de la complacencia extrema y otros por la crítica desmesurada sin consideración, y tratando de mantener un punto medio entre esto, viendo la serie de Paula Botana uno puede decir que funciona bastante bien.

Tomando de punto partida una trama que a uno podría hacerle acordar más a un dibujo animado que a un coming-of-age clásico, La Casa Grande logra generar una fuerte simpatía ya no solo a través de sus personajes (tanto la principal como algunos secundarios), sino por la concepción desde que se la toma. Si bien el género de la comedia es uno bastante común en el país, la serie tiene un uso bastante peculiar de la misma, más juvenil y por momentos ridículo, algo que le calza perfecto a la historia contada. También en este caso es de destacar las actuaciones, que logran elevar más aun lo que estamos viendo.

Lo único que se podría decir de ella como detalle es que la serie va de menos a más con cada episodio, arrancando con un simpático piloto hasta llegar a un cuarto (el último proyectado en esta exhibición del Detour) donde todo funciona como debería, ya no solo en cuanto al humor, sino en la dirección misma. Es por eso que ni bien termina ese capítulo uno se queda con ganas, ya no solo para poder seguir riéndose con los siguientes, sino también para seguir habitando el mismo espacio que esos personajes, ver qué cosas nuevas ocurren en la casa y cuáles serán las decisiones que tomará la creadora a la hora de conducir esta historia.

La Casa Grande (dir. Paula Botana)

Ángel (dir. Manuel Soriano)

2 capítulos proyectados de 4

Así como venimos de hablar de una serie que a pesar de su minimalismo tenía una particularidad que la hace especial, también lo hacemos acá, ya que Ángel es una serie que agarra de varias vertientes, tiene un humor particular y donde sus personajes funcionan de una forma casi anormal. Pero hay una diferencia, si la serie de Botana logra que sintamos empatía por ellos, Soriano busca todo lo contrario, que nos desagradan a través de conductas igual o más desagradables que sus formas de ser. Y la verdad es que lo consigue, pero no por las razones correctas.

En la serie de Soriano además de perfilarse un humor negro que no funciona para nada (que incluso se podría catalogar de adolescente al basarse en lo grosero de lo mencionado y no en un remate) también logra colarse uno de los males más grandes del mundo actual, el cinismo sin salida. Todo en la serie busca ser cuestionable, un personaje por más común que parezca puede ser un pederasta encubierto o una situación con un bebé puede degenerar a un trauma, el tema es que no busca hacer algo más con eso, se queda en una rareza que entiende incomodidad por lo que se ve y no por lo que no.

Cosa a la que tampoco ayuda la serie en su superficie. Los personajes no tienen capas o a veces son conceptos estirados, la estética en blanco y negro es igual de caprichosa que algunos momentos insertados en la trama (esa escena de sueño, por ejemplo) y las actuaciones de caras estreñidas, que la acercan al cine de Yorgos Lanthimos -otro misántropo adolescente- no funcionan. Pero bueno, todo esto al final es lo esperable de una serie que al final de un episodio lo único que tiene para decir es poner a un viejo hablando de como le encantaría tener sexo con una rana.

Ángel (dir. Manuel Soriano)

Sánguche Caliente (dir. Manuel Facal)

Después de estar 7 años sin dirigir un largometraje -énfasis en dirigir, ya que Facal colaboró en el guion de la magnífica Al Morir la Matinée-, la vuelta de Manuel Facal con Sánguche Caliente fue una más que recibida antes, durante y después del Detour. Antes por tener un nuevo proyecto de la misma persona que nos trajo la divertida Relocos y Repasados, durante por la reacción de la sala en la función (si no se estaba aplaudiendo alguna locura se estaba ahogando en un mar de risas) y después al ser la película ganadora del premio a mejor película. Énfasis en esto último, no porque diga que se haya merecido el premio o no, sino porque la película logra capturar lo que es en general el espíritu del Detour: cine filmado con lo que se pueda, de propuestas nuevas y con pasión desbordante.

Filmada con un celular, una duración de una hora y un guion que se acerca más a un compilado de situaciones extrañas más que a una narrativa clásica, lo nuevo de Facal pareciera recuperar ese espíritu (noble) de la ya mencionada Relocos y Repasados de hacer una “Stoner Movie” a la Uruguaya. Pero solo lo hace en el fondo, ya que la forma es totalmente radical, frenética y que no tiene miedo de pasarse mil pueblos en cuanto a una tradición cinematográfica -ya sea no teniendo una escala de planos común o directamente insertándose un patrocinio de Instagram en pantalla-. A veces haciendo cosas que uno se pregunta “¿Por qué?” y otras para hacer un chiste realmente divertido, contribuyendo también a la naturaleza de la película, la cual es una ametralladora de chistes donde un montón van a dar al blanco y otros no.

Es difícil determinar si Sánguche Caliente es una buena o mala película -y esto viene de alguien que disfruto la experiencia-, ya que son tantas las ideas por segundo que Facal pone en la mesa que en un solo visionado no da para determinar si es un genio de la comedia o si responde a la sobre-estimulación que vive la sociedad de hoy en día. Pero lo que sí se puede afirmar es que aun con todo, Sánguche Caliente logra tener un valor especial al ser la invitación a un montón de jóvenes a filmar, a salir a la calle y tratar de hacer algo por más que nuestros recursos sean limitados y a experimentar con el género. Quizás en un revisionado logre o no causar la misma gracia e impresión, pero lo que seguramente no desaparezca es ese espíritu anteriormente mencionado, siendo este el verdadero valor de la película.

Sánguche Caliente (dir. Manuel Facal)

Agarrame Fuerte (dir. Ana Guevara y Leticia Jorge)

En un espejo se refleja a dos niñas jugando y de fondo va pasando un ataúd, ataúd que luego se nos revelara pertenecía a Elena, mejor amiga de la protagonista. En ese primer plano ya Agarrame Fuerte deja una constancia clara de lo que va a hablar, aun sin introducirnos ese “giro” casi salido del realismo mágico. El volver atrás para así llevar nuestra tragedia, además el marco del espejo casi que significa una invitación a otro mundo, otro lugar.

Viendo Agarrame Fuerte fue inevitable pensar en dos películas, Peggy Sue de Francis Ford Coppola y Un Pájaro Azul de Ariel Rotter. Una por su componente fantástico de la vuelta al pasado para entenderse a sí mismo, la otra por el uso del marco trágico y la forma de filmar a la naturaleza. Guevara y Jorge buscan en esa forma de filmar minimalista pero intimista un acercamiento sutil a los personajes, específicamente al de nuestra protagonista Adela, la cual convive entre el mundo de la vida y la muerte constantemente. Todo esto haciendo que ese acercamiento venga por parte de que nosotros, en la sala de cine, nos sintamos parte de esas experiencias vividas, como si se tratara de una carta que aparece en un momento de la película.

Pero como toda carta, esta llega a su fin, y si hay algo que se puede decir de Agarrame Fuerte es que su final llega muy rápido. Llega muy rápido y hace tanto que la película tenga que apresurar su tercer acto como el que no logre dar un gran margen para utilizar lo anteriormente presentado para hacer algo más (como si lo hacen las películas puestas de ejemplo, que al final sirven de comentarios frente al entendimiento pasado o de cuestionamiento de la modernidad). Pero aun así el resultado final es interesante, cálido y para ser de las pocas ficciones Uruguayas que tendremos en salas este año, algo que hasta incluso llega a ser conmovedor -atributo que es difícil de encontrar en nuestro cine-.

Agarrame Fuerte (dir. Ana Guevara y Leticia Jorge)

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