El Sereno es la historia de un hombre, Fernando (interpretado por Gastón Pauls), que empieza a trabajar como sereno en un depósito gigante y laberíntico que están por demoler. Perturbado y desprolijo, algo lo mantiene abatido y la realidad se despliega enrarecida ante su mirar aletargado. De a poco, cosas extrañas empiezan a pasar y ese algo que Fernando arrastra desde su pasado comienza a cobrar protagonismo y develarse en los recovecos del depósito, dando lugar a esa metáfora -tan habitual en los sueños y el cine- donde el espacio representa el mundo interior del personaje. La idea es convencional, sí, de eso se trata el cine de género: de convenciones.
El guión, co-escrito por Óscar Estévez (que también dirige) y Federico Roca, retoma aspectos que habíamos visto en las dos películas que Estévez escribió o ideó: La Casa Muda (Gustavo Hernández, 2011) y Dios Local (Gustavo Hernández, 2015). El Sereno guarda relación en especial con la primera, pero la supera desde lo narrativo al desplegar muchas más piezas en el puzzle, más intrincadas, y con una escalada de giros que apelan menos a lo técnico y más al suceso dramático concreto. Efectivamente, a medida que avanza la historia, vamos conociendo los tormentos de Fernando, y siendo confundidos por las trampas que su tormento dispone para confundirlo a él: piezas que se mezclan, que cambian de lugar, situaciones que se repiten una y otra vez, acercando al personaje con cada paso a la raíz del trauma que lo perturba. La excepción, quizá, es el giro último, que justifica todo lo acontecido y se relaja demasiado en la convención del final feliz.
Pero la dignidad de El Sereno no radica sólo en su entramado narrativo astuto, visual, de trampas o ideas inteligentes, como esa canilla que va cediendo su gotera con cada paso de la trama, o el cuadro con hormigas transitando el infinito. El verdadero aporte es, quizá, el oficio cinematográfico; la elocuencia técnica, comedida, eficaz, también astuta, aportada por el equipo técnico y el joven co-director, egresado de la ECU, Juacko Mauad. El aprovechamiento de la luz y la oscuridad (fundamental para construir la atmósfera y establecer el limbo donde se desarrolla la historia), el arte (con pequeños elementos bien dispuestos, como ese triciclo en la penumbra, o los restos dispersos de un auto), la música (anclada en el género, pero precisa y efectiva), el sonido (perfecto), la profundidad de campo (en ese magistral primer cruce hacia lo terrorífico, con el primer plano de Pauls que mira a través de una reja, la cámara que se acerca, deja la reja atrás y el foco lentamente revela el rostro del otro lado), el fuera de campo (con ese climax de luces oculto detrás de una pared de cajas de cartón), o con el ángulo de la cámara (como la primera imagen de la película, elocuente y precisa, sin perder belleza y naturalidad).
No hay tantos antecedentes nacionales de una conjunción más o menos desafiante entre convención, narrativa y lenguaje, como para pasar por alto o tratar con indiferencia el estreno de El Sereno. Olvidarse que esta película aparece sin demasiados antecedentes, a jugar con una convención más bien importada, y lo hace con dignidad, es una omisión cruel. Tratarla como a cualquier policial o thriller que llega desde otra latitud, es una falta de rigor grave. Despreciarla con (pre)juicios caprichosos, es pura ignorancia.
País: Uruguay – Argentina / Año: 2017 / Duración: 90 minutos / Director: Oscar Estévez y Joacko Mauad / Guión: Oscar Estévez y Federico Roca / Fotografía: Diego Pavese / Dirección artística: Augusto Gordillo / Música: Hernán González / Producción: Yvonne Ruocco, Lucía Tomás, Esteban Mentasti / Elenco: Gastón Pauls, César Troncoso, Álvaro Armand Ugón, Cecilia Caballero, Valentina Barrios, Lalo Labat / Productora: Guazú Media (Uruguay) en coproducción con Cinemagroup (Argentina) que cuenta con el apoyo de Montevideo Socio Audiovisual e INCAA.
Consulte los horarios en Cartelera.com.uy